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Para qué tantas reformas

JULIO FAESLER

 ¿A Dónde nos llevan tantas reformas que están en proceso de aprobación? Nos encontramos en una etapa intermedia en el cronograma maestro del desarrollo nacional. Uno de los indicadores de nuestra capacidad y avance hacia metas sociales, económicas y políticas es la eficacia con que está funcionando el Pacto por México que suscribieron hace unas semanas los tres principales partidos.

Las reticencias y obstáculos internos con que los presidentes de los partidos se han tropezado, se han ido resolviendo, no así la oposición cerrada de algunos sectores intransigentes que afortunadamente constituyen una minoría con respecto a la opinión general. Todo mundo pide un reajuste de las principales instituciones. El que el Presidente de la República asigne al Pacto una importancia singular, y que muchos estimen que este acuerdo pueda constituir el eje de su gestión sexenal, subraya el hecho de que los temas hasta ahora comprendidos en el Pacto, estaban pendientes desde la administración de Calderón.

Es decir, que de no haberse encontrado el sexenio anterior con una cerrada oposición que intencionadamente aplazó la atención legislativa a los temas de educación, energía y hasta el fiscal, bien se hubiera podido avanzar impulsado por una conciencia nacional que le faltó al PRI y al PRD.

Dada la inmadurez de los políticos mexicanos, resultó necesario un cambio de bandera para que el partido que regresó al poder después de los 12 años panistas, se adjudicara como suyas las reformas a las que antes se había opuesto. El PAN, por el contrario, al suscribir el Pacto por México, no ha tenido dificultad en compartir con otros partidos cualquier mérito que de éste pueda resultar.

Se prevé difícil el camino para llegar a las reestructuraciones indispensables, se avizoran debates prolongados de dificultad técnica y de fuertes choques de intereses que requerirán imaginativas concertaciones políticas. Son trascendentes las implicaciones sociales en cada uno de los temas y está de por medio la suerte de muchos sectores, si no es que en realidad la de todos.

Las reformas que están en tan difícil proceso político y que implican atravesar todas las complejidades legislativas que sabemos inevitables, para que valgan la pena tendrán que producir beneficios concretos para todos, porque de otra manera los esfuerzos serían vanos y el costo político que los actores están invirtiendo no tendrían frutos ni siquiera electorales. Se trata de que las reformas fortalezcan al país produciendo un desarrollo sólido, dejando atrás la mediocridad que nos condena a grandes sectores de pobreza y frustración.

Todos estamos convencidos que es urgente convertir nuestros vastos recursos petroleros en fuente de empleos a través de las cadenas de producción que de ellos pueden desprenderse. No hay que temer utilizar las fórmulas de éxito que se han dado en otros países, siempre y cuando se manejen con un claro sentido nacionalista, que por cierto, está presente en cada uno de los que los han aplicado.

La educación, por su parte, todavía está muy lejos de organizarse para desarrollar nuestros talentos personales y competir en escenarios cada vez más exigentes. Para lo anterior, la estructura fiscal tiene que democratizarse para proveer al gobierno de los elementos financieros indispensables para montar las infraestructuras físicas que requiere un país moderno.

Todo lo anterior tiene un propósito que no se limita al logro del bienestar material y cultural que es sólo un primer paso hacia la evolución de una comunidad como México, que puede por la dimensión de su población y su inigualable posición geográfica, contribuir a la construcción de mejores condiciones en todo el mundo donde la inter relación que se ha venido gestando entre todos los países sin excepción, es un hecho presente en la vida cotidiana de cada uno de los 7 mil millones de seres que habitamos en este Planeta.

La contribución que México puede aportar a la paz y al bienestar mundial se cifra en elementos tan concretos como los productos y servicios que exporta y la alta calidad de las instituciones que nos pueden dar prestigio internacional. En efecto, México cuando logre lo anterior, habrá logrado situarse en el elenco más selecto de naciones que ya lo han alcanzado.

Como se verá, todos los esfuerzos que actualmente ocupan las energías políticas del momento para aprobar las reformas que se plantean, cobran sentido siempre y cuando seamos capaces de lograrlas, lo cual supone vencer las inercias que se oponen a ellas y que insisten en retenernos en la triste medianía en la que nos encontramos.

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