El sistema de partidos en Coahuila es un juego de siglas, convenios, alianzas y discrecionalidades. Contrario a lo que en el discurso oficial se dice, en este juego no gana la ciudadanía, sino los partidos, quienes gracias a esos manejos que les permite la Ley Electoral logran tener acceso a tajadas del presupuesto público y conservar el registro aunque no consigan el 2 por ciento mínimo de la votación en las elecciones de diputados locales. Pueden, incluso, simular procesos internos y prácticamente no hacer campaña aunque reciban dinero del erario para ello.
Quizá por eso Coahuila es la entidad con más partidos políticos en todo el país. Actualmente tienen registro en la entidad 13, seis de ellos estatales y la mayoría con una antigüedad que no rebasa los 3 años. A los ya conocidos partidos Acción Nacional (PAN), Revolucionario Institucional (PRI), De la Revolución Democrática (PRD), Del Trabajo (PT), Verde Ecologista de México (PVEM), Nueva Alianza (PNA) y Movimiento Ciudadano (MC), se suman los partidos locales, no tan conocidos, Unidad Democrática Coahuilense (UDC), Primero Coahuila (PPC), Social Demócrata (PSD), Joven (PJ), De la Revolución Coahuilense (PRC) y el Progresista (Pro). ¿Es esta sopa de siglas un reflejo de la "pujante vida democrática" como el discurso oficial quiere hacer ver? ¿A quién representan estos partidos? ¿Para qué sirven?
Si revisamos la historia del PPC podríamos encontrar una respuesta. Dicha agrupación política solicitó su registro en agosto de 2010. Al año siguiente se unió al PRI, PVEM, PNA y PSD para postular en candidatura común a Rubén Moreira, actual gobernador de Coahuila, y a seis de los 16 aspirantes a curul de mayoría relativa en el Congreso estatal, más otros cuatro en coalición. En la elección de diputados, que es la que cuenta para conservar el registro, obtuvo 12 mil 590 votos en toda la entidad, apenas el 1.09 por ciento del total. No obstante, gracias al convenio con el PRI logró mantener el registro e, incluso, colocar a un diputado plurinominal, Norberto Ríos, y obtener la representación del distrito IX, que ganó Francisco Dávila; sí, el mismo que llegó a ser candidato a la alcaldía de Torreón por el PRD y actual presidente del comité municipal del PRI en esta misma ciudad. Parece broma, pero no lo es.
Lo mismo ocurrió con los demás partidos aliados del PRI, que sin lograr el 2 por ciento mantienen su registro y consiguen curules. ¿Qué ganan los partidos pequeños con esto? Sobrevivir y recibir recursos públicos. ¿Qué gana el PRI? Apariencia de pluralidad en un Congreso subordinado a los intereses del gobernador. Pero esta democracia de fachada nos cuesta a los ciudadanos coahuilenses.
Desde su creación, el PPC ha ido aumentando su disponibilidad de recursos año con año a pesar de no ser una opción viable de gobierno y de no alcanzar por sí solo el mínimo de votación requerida. En 2010 recibió casi 570 mil pesos. En 2011, poco más de un millón 100 mil. En 2012, casi 2.1 millones. Y ahora en 2013, año de renovación de ayuntamientos, obtuvo 3.8 millones de pesos. Es decir, sin ganar una sola elección por sí mismo y gracias al PRI, el PPC ha multiplicado por siete su presupuesto público. Lo peor es que las reglas del Instituto Electoral y de Participación Ciudadana de Coahuila permiten este absurdo.
Por si fuera poco, recientemente El Siglo de Torreón dio a conocer que el partido que más dinero gastó en la precampaña en Torreón fue precisamente el PPC, con casi 428 mil pesos, incluso más que el PRI y el PAN. Ninguno de los dos precandidatos registrados quedó como candidato a la alcaldía y se desconocen los detalles del proceso interno. Pero todavía más, la candidata María Socorro García Dávila no ha tenido ni una sola presentación pública y prácticamente no ha hecho campaña. El diario ha buscado a la candidata y a la presidenta del partido, Agustina Gallegos, quien fue una de las precandidatas, para que expliquen en qué se han gastado el recurso público, pero no ha habido respuesta. En las oficinas del partido, el personal se ha negado a facilitar cualquier forma de contacto.
Así, al amparo de los partidos "grandes" como el PRI, los "minipartidos" como el PPC viven pegados a las ubres del erario, alimentándose de recursos provenientes de los impuestos de los contribuyentes, haciendo alianzas a conveniencia, postulando candidatos que nadie ha visto y prestándose a un perverso juego de simulación establecido por el partido en el poder. Por eso no debe extrañarnos que el PRI vaya en varios municipios, como Torreón, en candidatura común con una sarta de membretes de organizaciones cuya prioridad no es el bien común, sino el beneficio particular y de quien gobierna y, de alguna manera, los mantiene. ¿Es éste el tipo de democracia y la clase de pluralidad a la que aspiramos?
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