Pues ya terminamos con las reformas, incluyendo la energética. Aunque siempre puede uno encontrar fallas en un grupo tan grande de modificaciones legislativas, en el conjunto me parece que nos colocan en un camino muy propicio. Cerramos, con estas transformaciones, las iniciadas en 1991 con el TLC, que se firmó en 1993 y entró en vigor hace ya veinte años.
Cuando el TLC se discutía hubo muchos que aseguraron que sería dañino para México, pero dos décadas después no veo cómo podrían sostener esa afirmación. En otros espacios le presento datos que confirman que el tratado resultó muy útil a México, bajo cualquier punto de vista. Pudo haber dado más, sin duda, y hoy ya se quedó corto, pero fue muy importante para México. Sin el TLC, el embate de China hubiese sido mucho peor para nosotros.
No todos lo perciben, pero la razón de nuestro estancamiento en los últimos diez años es la entrada de China a la OMC y su acelerado crecimiento en el mercado estadounidense. Justo antes de eso, a fines de 2000, México superaba a Japón para convertirse en el segundo socio estadounidense, pero el gusto nos duró muy poco, y fuimos rebasados por China. El gran crecimiento de ese país provocó, entre otras cosas, un alza importante en precios de bienes primarios, que para nosotros no fueron buena noticia (en particular por el impacto en granos, como el maíz), pero que para otros países latinoamericanos, como Perú y Brasil, sí lo fueron. De ahí el gran crecimiento de Brasil en esa primer década del siglo, y el estancamiento de México.
Pero eso ya terminó, y en esta década la dinámica responde a otras causas, específicamente la reindustrialización de Estados Unidos y su revolución energética. China estará muy ocupada en equilibrar su economía, y ya ha dejado de comprar como lo hacía antes, de forma que ahora Brasil no crece tanto, por ejemplo. Pero para que México pudiera aprovechar esta nueva dinámica, era muy importante cambiar nuestras perspectivas, y eso es lo que las reformas han hecho.
Pero mientras estábamos en el proceso de reformas, otras cosas que son importantes no se hicieron. La economía se estancó, como todos sabemos, y en lugar de crecer el 3.5% que se había anunciado para este año, a duras penas superaremos el 1%. Pero las causas del estancamiento son claras: menos exportaciones, caída en la construcción, tardanza en el gasto público, y todas ya han mejorado o lo harán muy pronto, de forma que podemos esperar un 2014 mucho mejor en este tema.
En el otro pendiente las cosas no se ven bien. Me refiero a la seguridad, que no está mejorando. El gran deterioro de la seguridad en México inició en marzo de 2008 y llegó a su punto máximo en el verano de 2011. Desde entonces, la situación dejó de agravarse, y ha mejorado un poco en el conjunto. En algunos estados, la cosa no sólo no mejora, sí que empeora, como ocurre con Michoacán y Guerrero, mientras que otros se estacionaron en un nivel deplorable, como Coahuila y Tamaulipas.
Pero incluso esta reducción muy paulatina en violencia que viene de 2011 ya no continúa, según documenta Alejandro Hope, del IMCO. Y no me queda claro si en verdad hay una estrategia del gobierno en este tema, o si simplemente se han contentado con quitarle reflectores (que no es mala idea, pero no puede ser lo único).
Ahora que las reformas han salido, el presidente tiene un margen de maniobra con el que no contaba mientras éstas estaban en discusión. Entiendo que no se podía sumar a la reacción natural de las reformas un descontento adicional producto de ir recuperando el control del Estado. Pero puesto que las reformas ya están, creo que es el momento de que esto ocurra.
Una parte no menor de las reformas tenía como objetivo liberar al Estado de quienes lo habían capturado, eso que llamamos poderes fácticos: sindicatos, empresarios, grupos de presión. Eso exactamente debe hacerse en otras esferas, destacadamente el control del territorio, urbano y rural, frente al crimen organizado y al desorganizado, frente a delincuentes comunes y a salvadores de la patria.
Me imagino que algunos que veían en Elba Esther Gordillo un poder fáctico no perciben lo mismo en la CNTE o su aliado el EPR, y habrá quien acuse a Romero Deschamps, líder sindical, de mil pecados, pero no use la misma vara para medir a otros que se dicen líderes sociales.
El Estado tiene la obligación de administrar la violencia. Si no lo hace, lo hacen otros. Por otra parte, es indudable que hoy tenemos formas de control del gobierno mexicano que antes no teníamos, y que tampoco tenemos frente a otros proveedores de violencia. Es tiempo de tomarnos en serio la idea del Estado fuerte, limitado por la Ley, responsable frente a los ciudadanos, y olvidar románticas alternativas.