Inexorablemente se está acercando el 7 de julio, fecha en que se habrá de elegirse quienes serás los presidentes municipales de los 38 municipios de Coahuila y los 39 correspondientes al estado de Durango. Obviamente eso implica la renovación de los cabildos de Torreón, Matamoros, Francisco I. Madero, Viesca y San Pedro, por el lado coahuilense; así como Gómez Palacio, Lerdo, Mapimí, Tlahualilo, San Pedro del Gallo, San Juan de Guadalupe, San Luis del Cordero, Cuencamé, Rodeo, Nazas y General Simón Bolívar; del estado de Durango.
Existe una salvedad que hace un poco diferente las elecciones en esta ocasión de Coahuila y de Durango. En el primer caso, Coahuila renueva solamente ayuntamientos, y por periodos de cuatro años, en tanto, el estado de Durango elige a sus diputados locales, con un mandato trianual, así como a sus alcaldes, con periodos de encargo de igual duración: 3 años.
Lo inédito es que hace ya más de 8 años, en Coahuila se reformó la Constitución local para extender los periodos de 3 a 4 años, materializándose esta enmienda en los primeros cuatrienios inaugurados el primero de enero de 2006. Este año se acaba el segundo periodo de la misma duración. Durango ha permanecido en la tradición nacional y sus alcaldes duran en el encargo tres años.
Con estas modificaciones a la ley coahuilense, se rompió el tradicional desfase electoral que ocurría en La Laguna, ya que siempre las elecciones de Durango y Coahuila tenían un año de diferencia. Partiendo de la renovación de los gobernadores, que es en términos generales lo que realmente tiene repercusión en la ciudadanía, a Durango le tocará elegir nuevo gobernador en el 2016, mientras que Coahuila irá a comicios para el mismo fin un año después, hasta 2017.
Así las cosas, por primera vez en la historia reciente en la zona metropolitana de La Laguna, los ciudadanos habremos de acudir el mismo día para elegir a los nuevos presidentes, además de los diputados locales que escogerán para Durango.
Con ese ambiente, es natural que hayan empezado ya los movimientos de los grupos políticos que habrán de dar la batalla en aras de conquistar el primer escalón real del poder público, léase las alcaldías.
Por el lado duranguense del Nazas, todos los indicios parecen indicar que el gobierno del Estado está tranquilo y seguros de su triunfo. En Lerdo, no hay que olvidar la desgracia que marcó el fin de la existencia del candidato natural del PRI para suceder al presidente Carmona, Mario Landeros, víctima inocente de la incompresible delincuencia que asola hace años a esta tierra, así que tuvieron que postular a Luis de Villa. En tanto, en Gómez Palacio, los intentos del gobierno estatal de lanzar un candidato que no perteneciera a los grupos políticos prevalecientes de esos lares, los Herrera y los Rebollo, no pudieron fructificar en la persona de Juan Ávalos, que representaba la apuesta del gobernador Herrera luego de por lo menos una invitación que se había hecho a una persona del sector empresarial. Así que el dedo elector, tuvo que darle paso a José Miguel Campillo, perteneciente al corral de Ricardo Rebollo, porque éste sí pintaba en las preferencias electorales, detrás del diputado Sergio Uribe, defenestrado por ser del rebaño del dos veces ex alcalde, ex diputado local y portentoso empresario, Carlos Herrera Araluce.
En Torreón en cambio, la moneda está el aire. Aunque el PRI inicia con ventaja, el candidato ungido por el gobernador Rubén Moreira, Miguel Riquelme, sabe que cargar con la loza que deja el casi saliente presidente Olmos puede ser el factor determinante que podría definir una tentativa derrota del PRI para la presidencia municipal, luego de los descalabros de Salomón Juan Marcos en 1995; Laura Reyes Retana en 2002; y el propio Eduardo Olmos en 2005.
Tan es así, que la guerra sucia ha empezado. El PAN, con todas sus letras y dando la cara, colocó espectaculares haciendo alusión que el cambio que ellos pregonan, está empezando. Imágenes de un pintor con brocha llena de tinta azul tapando la imagen del actual ayuntamiento.
Ante esta campaña, el PRI respondió de una manera cobarde, con sendos espectaculares recordando "el cambio panista" donde la imagen son un par de fotos de los ex alcaldes Pérez y Anaya. El primero, con su rostro enardecido; el segundo, con una expresión extraña, intentando ligarlo a las fotos de los presuntos secuestradores que había trabajado para la causa panista.
Se vale recordar las cosas, el PAN al menos lo hace de frente, el PRI local, utiliza las siglas del PRC (quién sabe qué partiducho sea ése).
Eso no hace a uno mejor que el otro, hoy por hoy está demostrado que la decencia no está en ninguno de esos dos partidos. Jesús de León no es más ese muchacho de esfuerzo que ha ido escalando por su trabajo: goza ya de las generosas mieles que significa estar en el grupo de poder. Miguel Riquelme por su parte, ha sido pieza del moreirismo, que tiene empinado a La Laguna de Coahuila, ya al estado todo hipotecado por dos generaciones (esa deuda de 36 mil millones) y que puso como presidente al indolente (por decir lo menos) de Eduardo Olmos.
Con esas circunstancias habremos los laguneros todos a acudir a los urnas el próximo primer domingo de julio. Es trascendental elegir bien, ya no podemos soportar una elección equívoca, porque estamos como región, peor que nunca.