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Pepe

Diálogo

YAMIL DARWICH

Tal y como les he escrito de personajes importantes para La Laguna y de otros trascendentes para mi persona; ahora quiero narrarles algunos hechos que se sucedieron a través del tiempo con mi amigo Pepe, del que no pongo apellidos para evitarle dar explicaciones.

A Pepe -Pepito para muchos de nosotros- lo conozco desde que éramos estudiantes de educación media; yo con mis acostumbrados defectos y mal comportamiento -muy travieso- y él con su excelente desempeño, dando ejemplo de lo que era un buen seminarista de aquellos tiempos de primera juventud.

Sin embargo, humano al fin, Pepe tiene cuerpo además de espíritu y esa particularidad le llevó a vivir diferentes anécdotas, algunas que verdaderamente no tienen desperdicio y que se las comparto sin orden cronológico.

La primera de ellas tiene que ver son su época de seminarista, que culminó en ordenamiento sacerdotal con todos los honores para complementar luego su formación con estudios de psicología a nivel licenciatura, que le armaron con ciencias y técnicas para el servicio al prójimo, lo que siempre ha hecho, aún ahora que es un civil felizmente casado y con retoños.

En aquellos tiempos de adolescente tardío, un buen día se agenció carteles con imágenes de conocidas artistas y vedettes, mismos que se dispuso a colocar en las paredes de su cuarto. Estaba afanado en la tarea, cuando pasó por ahí el obispo, dando su tradicional paseo por los dormitorios del seminario. Al ver la decoración que Pepe instalaba, viéndole a los ojos, le comentó con suave voz:

- Hijo, si no vas a tomar el café, ¿para qué calientas el agua?

Mi amigo entendió la sutil orientación y pronto volvió a dejar la habitación con las paredes limpias.

Luego fue enviado a una población de La Laguna, causando expectación entre los habitantes del lugar, después de estar meses sin cura. Sabiendo Pepe, de la algarabía provocada, particularmente entre las señoras rezanderas del lugar, preparó su mejor sermón para la primer misa, logrando gran éxito, siendo tan conmovedor que, al terminar la ceremonia religiosa, disfrutando de un pequeño coctel organizado en su honor, recibió la felicitación del grupo de mujeres que eran muy cercanas al templo.

Palabras de alabanza, reconocimiento de alta cultura y aceptación de sentirse conmovidas por el citado sermón, reconocían en Pepe una gran persona, con preparación, docto. Mi amigo, sencillo y humilde como es, no aceptó tales calificativos y comento:

-Eso no es verdad, si supieran las dudas que tengo y la falta de conocimiento que me caracteriza, no me felicitarían tanto; miren, antes de la misa, al estar confesando, la primer persona que atendí, me habló de su conducta adúltera y no supe cómo recomendarle compostura.

Los comentarios y secretillos a voces entre todas las escuchas, no le permitieron -hasta tiempo después- saber que esa persona a la que se refirió, era la esposa de la primera autoridad que, en su calidad de primera dama, había recibido el honor de todas sus compañeras de fila, dándole preferencia y dejándola confesar en primer lugar sus pecados.

Su gusto por la enseñanza, luego de abandonar el celibato, le ha dado grandes satisfacciones, como asistir a un congreso internacional en Cuba, a la que fueron algunos de sus compañeros de trabajo, encabezados por el entonces Rector de la Universidad Lagunera.

La curiosidad por conocer la vida nocturna de la isla, de la que tanto había escuchado, le orilló a escaparse en una de las noches para asistir a las variedades del centro nocturno "Tropicana", reconocido por sus hermosas bailarinas, fastuosos vestuarios y corografías impresionantes.

No faltó quien lo observara y comunicara al citado Rector el comportamiento de Pepe, que al sentarse a la mesa del desayuno recibió la pregunta con cierto tono de reproche:

- ¿Que tal la pasaste anoche Pepe, …saliste?

Luego del sobresalto por la sorpresa, sólo atinó a contestar:

-Sí, estuve en la adoración nocturna. Las risas de sus compañeros que estaban enterados de lo acontecido, no se hicieron esperar.

Una última anécdota: Pepito asistió a un festejo navideño organizado por sus compañeros y con su alegría animó el ambiente. Al no decidirse nadie a bailar al son de los "incansables negritos", quiso poner el ejemplo ante los invitados, solicitando a una de sus compañeras a hacer pareja y dar una muestra de sus sobradas habilidades de bailarín, causando expectación entre los asistentes, entre ellos su jefe, que conociendo sus antecedentes profesionales, maliciosamente le preguntó:

-¿Y dónde aprendiste a bailar tan bien?, a lo que Pepito respondió:

-Pos dónde, con el Padre Juan. De nuevo las carcajadas provocadas le salvaron de dar mayores explicaciones.

Indudablemente que existen las buenas personas, esas que nos alegran la vida y nos hacen comprender que hay mucho de bueno para disfrutarla. ¿Usted tiene algún personaje favorito?

ydarwich@ual.mx

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