Busto en bronce del Lic. Salvador Vizcaíno Hernández, develado en octubre 30 de 1987 por el Lic. Manlio Fabio Gómez Uranga, presidente municipal de Torreón y el jefe del Depto. de Cultura Paco Fernández Torres, en la Calzada de los Escritores Laguneros en la Alameda Zaragoza de Torreón, Coah., estando presentes su esposa Pilar Pérez de Vizcaíno, sus hijos: Lic. José Salvador Vizcaíno Pérez y Coral Vizcaíno Pérez y otros familiares y amigos.
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VIDA Y OBRA DEL LIC. SALVADOR VIZCAÍNO HERNÁNDEZ, ESCRITOR, POETA, MAESTRO Y FUNCIONARIO PÚBLICO
La muerte del Lic. Vizcaíno fue muy sentida por sus familiares y sus amigos que compartimos con él muchos momentos de su seria pero amena conversación siempre llena de sabiduría y de aprendizaje compartido.
En seguida transcribiré dos fragmentos de artículos periodísticos que aparecieron nueve días de su muerte, el 26 de junio de 1977: primero, unos párrafos del artículo que le dedicó su amigo Fernando Martínez Sánchez, que dice:
"LA SENCILLEZ DE LAS PALABRAS": Recién ocurrido un acontecimiento doloroso, cuando la herida está recién abierta resulta difícil analizarlo objetivamente. Sobre todo cuando se trata de la desaparición física de un ser que hace poco tiempo estuvo entre nosotros como compañero de trabajo y al que saludábamos, cotidianamente, en el cumplimiento del deber.
"El tiempo se encargará, entonces, de darnos cuenta de la enormidad de la pérdida de un hombre cuyo mayor elogio puede resumirse en forma sencilla; se dio todo a los demás y exigió poco a cambio.
"Vino de Colima y se quedó entre nosotros, enamorado de la aridez de estas tierras, después de añorar su tierra natal: El Valle, sus palmeras, las altas tierras, y tanto llegó su amor a la Comarca que fue su tierra adoptiva, que en 1953 publicó un ensayo económico social, dedicado a estudiar la estructura de Torreón...".
Otro de los artículos publicados en la misma página del periódico local mencionado, fue escrito por su cuñado y amigo Antonio Villegas Gutiérrez, y dice en parte lo que sigue:
"DESPEDIDA AL LIC. SALVADOR VIZCAÍNO HERNÁNDEZ: Salvador, yo quiero despedirme... tan inesperada y repentina fue tu partida, que no tuve oportunidad de despedirme. Me agobiaba el no haberlo hecho, a pesar de que ninguno de los dos la presentamos. Pero muy pronto, fue tan fácil descubrir dónde encontrarte para hacerlo, he sentido tu presencia en tantos lugares y personas. Tu familia, tus alumnos, tus amigos. En fin, ahora que adivino tu presencia en los demás, Salvador, es a través de ellos que yo quiero despedirme.
"...Salvador, tienes que haberte ido satisfecho... a pesar de las brutales tormentas que siempre retaron a tu esfuerzo, ganaste con humildad y sin alardes todas las batallas. Te fuiste al fin tranquilo... a tu manera, discretamente, sin molestar a nadie, y sin quererlo tú, nos lastimaste a todos.
"...Con inmutable satisfacción alcanzaste a vislumbrar que el campo que sembraste reverdece. En tus innumerables alumnos de no sé cuántas generaciones ya empezaron a florecer tus sabias enseñanzas; ellos están conscientes del propósito y el esmero que pusiste en prepararlos; no pueden defraudarte aprendieron de ti a distinguir y a conquistar los verdaderos valores, que con tanta urgencia el mundo necesita, ellos serán representantes auténticos de lo que encierra el concepto inconfundible de ser... realmente humanos; participarán en algunas formas en la tarea de que el hombre conquiste un mundo más digno y sublime".
"Por último, Salvador, yo quiero despedirme de ti a través de todos tus amigos, todos aquéllos que participamos en alguno de tus múltiples afanes de superación del intelecto, el arte, la cultura, y el afecto. En todos nosotros tu ausencia será algo relativo, te prodigaste tanto a tus amigos, sin reservas ni egoísmos, que adivinamos tu presencia en todas y cada una de las bellas artes, así como en las artes bellas del saber humano. Sentimos la esencia de tu ser en todo lo que es verdaderamente hermoso y trascendente, ya se trate de la poesía que encierra un verso o el misterio del universo y la existencia".
También lamentó la muerte del Lic. Vizcaíno Hernández, don Virgilio Zamorano, quien recordó algunas de sus poesías, entre ellas: "Quiero esperar: que en su primera estrofa dice lo que sigue:
"De pie sobre compactos montes de silencio, amasados con lentas soledades, quiero esperar. Nada soy. Nada he sido. Como llegué me encuentro; ayuno de riquezas, desnudo de verdades. Ni un mensaje de azoros quema mis labios, ni circunda mi frente la sombra de fantásticas espinas. Humano no amasado del barro por divino alfarero...".
