Busto en bronce de don Jacinto Faya Martínez, develado por el Lic. Salomón Juan Marcos Issa, en enero del 2002, en la Alameda Zaragoza, de Torreón, Coahuila, acompañándolo el Lic. Jacinto Faya Viesca, hijo del homenajeado y varios amigos de la familia, (post mortem).
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VIDA Y OBRA DE DON JACINTO FAYA MARTÍNEZ, ESCRITOR, PERIODISTA, AGRICULTOR Y POLÍTICO
En mi libro inédito: "Bustos en Bronce en la Calzada de los Escritores y otros más", en la Alameda Zaragoza de Torreón, Coahuila, en parte dice:
"Galardonado: El 15 de septiembre del 2001, el Presidente Municipal Lic. Salomón Marcos Issa, le otorgó la presea "Post-Mortem", por sus libros ya citados antes y por haber obsequiado veinte casas a los trabajadores del Ejido Cuba y benefactor de "La Casa de la Madre Lola".
"Su fallecimiento: Don Jacinto Faya Martínez falleció el día 29 de abril del 2011 a las 23:30 horas en la ciudad de Torreón, Coahuila".
"Su busto en bronce en la Alameda Zaragoza de Torreón, Coahuila, fue develado por el Lic. Salomón Juan Marcos Issa, Presidente Municipal, en enero del 2002, como justo homenaje al hombre, al escritor, al periodista, al agricultor, al filántropo de noble corazón para servir a sus semejantes".
Para recordar algo de lo que don Jacinto escribió, tomo de la página 87 de su libro, en dos tomos, "Los hijos de la Tierra, Crónicas de Torreón y de la Comarca Lagunera", su artículo: "Lo que yo vi en la Revolución armada (3)", y dice:
"Por pláticas de mi padre, supe que nuestra casa de Gómez Palacio, al ser ocupada por las fuerzas, parece ser de Villa, los desmanes fueron tremendos, lo mismo en los hogares donde suponían eran terratenientes, hacendados o ricos rentistas de las tierras. Mi señor padre español, era rentista, y, empezaba a tener un pequeño capital. Por eso era perseguido".
"Al ocupar primeramente el Club Lagunero, frente a la plaza por la Morelos, el salón de baile fue para meter caballos, soldados voluntarios, y dentro, hacían fogatas para calentar sus alimentos. Yo presencié esto. Mi casa desmantelada y desde el segundo piso lanzaban a la calle las vajillas de nuestro comedor, para divertirse. Por cierto, me platicaba mi tío Luis, un nuevo elemento del ejército se había robado un gran caballo, éste en una malísima silla como montura y el caballo se veía mal. Peor lo era el jinete, de huaraches, pantalón común y camisa peor, pero eso sí, saco de fino casimir cortado en 'jaquet' de larga cola, propio de la época porfiriana y su chistera de tres pisos".
"Otro local ocupado por las fuerzas lo fue el Mesón de San Pablo, por la avenida Victoria. Aquí se hospedaban jefes".
"Mi escuela estaba por la avenida Allende. Y a una cuadra, pasaban las vías del ferrocarril eléctrico Torreón-Gómez-Lerdo".
"Esta escuela, propiedad del profesor don José Guadalupe Domínguez y su hermana "Tila". Entre las vías del tranvía, a las paralelas del ferrocarril central, medían aproximadamente un claro de unos 100 metros. Lugares para acampar gente de la tropa, y los carros listos por si avanzaban, por las noches y en el día, había cantadores cilindreros, músicos de pequeñas orquestas, que por unos centavos, lucían sus conocimientos musicales y había tríos de cancioneros con dos guitarras y una cantadora con un fierrito que le tocaban con otro fierrito sus canciones bonitas. La Pajarera, Marieta, Joaquinita, Tampico hermoso, La Adelita, La Rielera, y sobresalían las canciones del buen sentir sus letras y muy monótonas porque cada trazo con la misma música. Las letras versaban sobre acontecimientos de la Revolución, llamadas tragedias que los hombres del campo ocupados de soldados decían "trugedias" sobre hombres valientes que mataron, dos que se balacearon; una mujer ingrata; el corrido del caballo mogino, etc. Lo mismo por las calles de la ciudad. Los cohetes tocaban en cada esquina las órdenes y una muy conocida era Reunión, y la gente decía ya van a correr".
"Una vez, un circo desocupó los llanos entre las vías del tranvía y las del ferrocarril, y al salir de la escuela, fuimos como unos ocho chamacos a jugar y ver qué pepenábamos entre papeles y paja en el suelo. Sería 1916 o poco más".
"Había un pullman estacionado y soldados uniformados. Un soldado de manera soberbia y a maldiciones, nos corrió.
"Nuestra pandilla se asustó. Bajó un general, vestido con pantalón de montar, camisa y casco de corcho y un fuete en la mano: 'ah muchachitos qué lata dan, pero son chamacos... Mira Juan no los molestes ni digas malas razones...' y nos dijo: 'a jugar sin ruidos' y se volvió a meter en su carro pullman. Era el general Francisco Villa en persona. Alguien dijo eso.
"Nosotros no lo conocíamos. Por las moscas, mejor nos fuimos a nuestras casas. Septiembre 1992".
Con estos tres artículos, recuerdo gratamente a mi amigo don Jacinto Faya Martínez, y al también amigo, su hijo, el Lic. Jacinto Faya Viesca, ambos ya descansan en paz