El trabajo por la paz no corresponde sólo a unos cuantos. Es algo que compromete a toda persona. En todas partes todos debemos ser promotores, hábiles y capaces de expresar el sincero y fuerte propósito de vivir libres de funestos conflictos y dar al mundo un desarrollo ordenado y civil más feliz; sintámonos todos responsables en la construcción de la paz.
Nuestra región Lagunera, caracterizada por ser el lugar más violento del país, reclama un compromiso renovado y concertado en la búsqueda del bien común, del desarrollo de todos los hombres y de todo el hombre.
¿Cómo trabajar a favor de la paz? Cada quien puede hacer algo si tomamos en cuenta y combatimos las causas complejas y variadas que la provocan. A nivel mundial: la creciente desigualdad entre ricos y pobres; el predominio de una mentalidad egoísta e individualista, que se expresa en un capitalismo financiero no regulado; diversas formas de terrorismo y delincuencia internacional.
A nivel nacional: la escalada del crimen organizado que cuenta con el disimulo, la indiferencia o hasta la colaboración de instancias públicas y de la sociedad; producir, distribuir vender y consumir drogas; la corrupción a todos los niveles; el tráfico de personas usadas en prostitución, explotación sexual, mendicidad; tráfico internacional de armas que el control nacional poco puede hacer para debilitar sus efectos; en la economía, la falta de paz es provocada por la desigualdad, la exclusión social, la pobreza, el desempleo, los bajos salarios y niveles inhumanos de vida que provocan indignación y vulnerabilidad ante propuestas de actividades ilícitas. El modelo económico ha producido excluidos, frustrados y con rencor por ser víctimas de la ley del más fuerte. La insuficiencia de reformas económicas, desempleo y subempleo, poco apoyo a la actividad agrícola; en la vida política la falta de renovación del Estado Mexicano, clientelismo político, paternalismo y dependencia que hacen del ciudadano un beneficiario de apoyos que lo compromete en vez de ciudadano con derechos y deberes. Carencia de políticas de acceso a la educación, al trabajo, y a la creación de espacios púbicos saludables, la procuración de justicia y el sistema penitenciario han dado mucho que hablar en nuestra región también; En la vida social hay violencia por razones políticas, laborales, escolares, entre generaciones, entre comunidades, en el tránsito vehicular. La seguridad de las personas es también responsabilidad de la sociedad en la que cada quien de acuerdo a su situación, a su posición y a sus capacidades. La ciudadanía, tiene derechos, cuyo respeto debe exigir y obligaciones que debe asumir. El afán competitivo, el marcar "estatus" sociales que polarizan y crean tensiones en vez de promover la igualdad de oportunidades.
La seguridad de los ciudadanos es multidimensional y tiene que ser integral. El tejido social es importante crearlo, ya que hay una relación directa con la seguridad. Para generar acciones que permitan la reconstrucción del tejido social, es necesario fomentar la responsabilidad social y el diálogo real, honesto y fértil entre sociedad y Gobierno para la construcción de la paz.
Dentro de la familia hay mucho por hacer para mejorar la comunicación, el apoyo entre los miembros de la familia, el lenguaje amable, evitar conflictos, hostilidad, evitar las adicciones al alcohol, tabaco, calmantes y otras drogas que deterioran las relaciones intrafamiliares. Controlar la violencia infantil, la violencia entre jóvenes y la violencia contra la mujer.
También hay que fortalecer la vida comunitaria propiciada por instituciones sociales, Iglesia y otros grupos intermedios. Los espacios públicos son muy importantes para reducir la incidencia de hechos violentos, por lo que hay que crearlos y rescatar los que ya existen. Esa "placita" de Lerdo, esa deportiva. Es motivador ver los parques de Lerdo y Gómez llenos de gente que camina, platica, lee, estudia, convive.
Somos un pueblo que ama la vida, hospitalario, fraterno, alegre y solidarios. Enmedio de nuestra pluralidad nacional hay elementos valiosos de unidad e identidad nacional, pero también están ligados a nuestra vida elementos como el predominio del hedonismo, del individualismo y competencia, la pérdida de respeto de los símbolos de autoridad, la desvalorización de las instituciones -educativas, religiosas, políticas, judiciales y policiales- los fanatismos, las actitudes discriminatorias y machistas, son factores que contribuyen a la adquisición de actitudes y comportamientos violentos. Enfrentemos la verdad de un modo de ser que con facilidad recurre a formas violentas de relación y que para resolver dificultades y conflictos hace uso de la fuerza y de la violencia, verbal, física o psicológica. Transformar este modo de ser exige intervenir en las instancias que nos forman como personas, en los procesos de socialización, particularmente en los educativos, formales e informales. Entre esas instancias que tienen fallas en su misión de crear personas sólidas, colaboradoras y con un sentido a su vida está la escuela, los medios de comunicación y la Iglesia que necesitan coordinarse para formar el mexicano amante y promotor de la paz, que la nación y el mundo requieren.
Todos tenemos una vocación innata hacia la paz. El deseo de paz es una aspiración esencial de cada hombre, y coincide en cierto modo con el deseo de una vida humana plena, feliz y lograda. El hombre está hecho para la paz. Despertemos con fuerza esa aspiración en nosotros y en todos los que podamos, la paz presupone un humanismo abierto a la trascendencia. Es fruto del don recíproco, de un enriquecimiento mutuo, gracias al don que brota de Dios, y que permite vivir con los demás y para los demás. Paz interior con uno mismo, y paz exterior con el prójimo y con toda la creación basada en la libertad, en el amor y en la justicia.
Para llegar a ser un auténtico trabajador por la paz, es indispensable cuidar la dimensión trascendente. Así podrá el hombre vencer ese germen de oscuridad y de negación de la paz: el egoísmo y la violencia, la codicia y el deseo de poder y dominación, la intolerancia, el odio y las estructuras injustas. (cfr.: "Que en Cristo Nuestra Paz México tenga Vida Digna" Conferencia del Episcopado Mexicano, México, 2010; "Bienaventurados los que trabajan por la paz", Jornada Mundial por la Paz, 2013 de Benedicto XVI).