PIÉNSALE, PIÉNSALE

Emergencia Educativa

Tenemos un problema de salud a nivel nacional: La violencia. Declararlo así, como cuando hay un terremoto o una epidemia, debe meter en movimiento todos los recursos posibles en favor de la solución de la emergencia nacional de que se trate. ¿Recuerdan todo lo que se tuvo que hacer cuando el problema de la epidemia de influenza?

Medios de comunicación, vías de transporte, maquinaria estatal, educación, economía… todo se dirigió a solucionar ese problema que estaba afectando el país. El nivel de violencia que estamos sufriendo ha sido declarado por algunos como un problema de salud pública que exige que se inviertan todos los recursos necesarios para solucionarlo. Muy relacionado con ello es la emergencia educativa en la que nos encontramos inmersos y que tiene relación directa con la violencia.

La reforma educativa aprobada por las cámaras, acaba de ser declarada como "constitucional" al ser aprobada por la mayoría de los congresos locales del país. Será sólo una parte de la solución de esta emergencia educativa que, sin embargo, implica muchos más aspectos. Me limito a remarcar algunos de sus rasgos más preocupantes que deben ser asumidos por parte de todos los que integramos la sociedad en México.

Desigualdad social: Somos de los países con mayor desigualdad en la distribución de la riqueza que se concentra en unas pocas personas impactando directamente en la educación generando directamente y por sistema, exclusión del desarrollo humano.

Desempleo, pobreza e inequidad: Estos elementos excluyen del desarrollo sin posibilidades reales de ingresar a él. El 51.2 % de la población ocupada tiene un ingreso menor a los tres salarios mínimos y 47 millones de mexicanos no tienen acceso a los bienes mínimos para poder vivir de acuerdo a las exigencias elementales de su dignidad. Imaginemos el ingreso nacional como un pastel para cien personas en el que a diez de ellas solo prueban una de las cien rebanadas (¡solo una para los diez!); en el otro extremo 10 de los "ganones" se comen lo de 41 personas.

Jóvenes al sector informal: Los jóvenes desean por un lado acceder a la educación media y media superior, por el otro, tienen que aportar recursos a sus hogares o, a menudo, tienen que mantenerse por su cuenta. Casi 7 millones de jóvenes entre 15 y 29 años no van a la escuela ni tienen trabajo formal, por lo que entran al sector informal o a la ociosidad total. Esto provoca otros problemas: la migración, pues la inequidad y la incapacidad para formar a los niños y jóvenes mexicanos con una educación de calidad, los hace incapaces para las actividades productivas del país; ellos son en Estados Unidos "mano de obra barata" de los que se puede prescindir; sin derechos ciudadanos ni laborales. Más de la mitad de los migrantes son jóvenes que no cuentan con una preparación educativa o técnica, al separarse de la familia pierden también valores y tradiciones.

Violencia y crimen organizado: La falta de educación los hace presa fácil de las actividades de reclutamiento por parte del crimen organizado. Son al mismo tiempo víctimas de una sociedad que no les ha dado un espacio para su realización y víctimas de las mafias criminales que suelen prometer dinero fácil y metas falsas. La violencia juvenil no es nueva, pero se ha agudizado. La drogadicción, la delincuencia y el pandillerismo son resultado, entre otras cosas, de la fuerte carga de agresividad que reciben de los medios desde niños, sin contar con el contrapeso de criterios de discernimiento y de valores éticos que tendrían que ser recibidos en la familia o en la escuela.

Niños trabajadores y deserción escolar: o trabajan y estudian o no pueden continuar estudiando. Las condiciones sociales no permiten que estudien adecuadamente y que tengan tiempo de trabajar; además trabajan en lo que es su vocación, la necesidad los hace trabajar "en lo que les caiga" lo que causa desánimo, frustración y pesimismo. Además algunos aún teniendo posibilidades desertan a causa de la desintegración familiar y otros factores cayendo en la desesperanza por falta de ideales y valores que pudieran hacerlos protagonistas de nuestra sociedad.

No bastan los programas asistencialistas y tampoco las acciones de gobierno que se concentran en dar respuesta a situaciones de emergencia o meramente circunstanciales. El pueblo de México requiere ser educado para construir su futuro a partir de las raíces de su comunidad, respondiendo a su cultura y necesidades, contando desde luego con solidaridad y subsidiariedad, pero superando todo paternalismo. El asistencialismo es depredador de la participación social y, por ende, de la democracia. Hay un grupo importante de jóvenes que no se interesan en asuntos públicos ni tampoco en la política, la cual relacionan sólo con el ámbito electoral, o bien, con la corrupción y el abuso.

Por ello, la emergencia educativa de hoy también exige ayudar a que redescubramos nuestra capacidad de participación de representación y de compromiso ciudadano. Una nueva ciudadanía es posible cuando existe formación constante en las responsabilidades cívicas que todos tenemos sin excepción. El centralismo no ha educado un pueblo libre, creativo, protagonista y comprometido. Con el cambio de sus circunstancias más allá de intereses de poder.

Ante esta emergencia, no pensemos inocentemente que sólo una ley será suficiente para solucionar la gravedad de la situación. La unión de todas las fuerzas es necesaria, tanto personal como institucionalmente. Familia, escuela, maestros, gobiernos locales, iglesias, medios de comunicación… ¿Qué nos toca hacer? ¿En qué áreas podemos influir? Con quien hay que ponernos de acuerdo? Piénsale.

(Cfr. Educar para una nueva sociedad, CEM, septiembre 2012)

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