La paz es tarea de todos
Las numerosas iniciativas de paz que enriquecen el mundo atestiguan la vocación innata de la humanidad hacia la paz. El deseo de paz es una aspiración esencial de cada hombre, y coincide en cierto modo con el deseo de una vida humana plena, feliz y lograda. En otras palabras, el deseo de paz coincide con un principio fundamental: el derecho y el deber a un desarrollo integral, social, comunitario, que forma parte del ser del hombre.
Estamos hechos para la paz.
Los que se dejan guiar por la justicia, la verdad y el amor podrán gozar de esa paz que les permite vivir con los demás y para los demás. Buscar la comunión y participación es buscar la paz. ¿Entonces por qué no todos la buscan? porque se entiende mal lo que es la persona humana inspirados en lo pragmático, lo subjetivo y basando nuestras relaciones interpersonales en criterios de poder o de beneficio, de esta forma los medios se convierten en fines y viceversa, la educación y la cultura se centran únicamente en los instrumentos, en la tecnología y en la eficacia. La persona humana es considerada como "cosa", "medio" e "instrumento".
La paz concierne a la persona humana íntegramente y no sólo individualmente. Implica por tanto ponerse en paz con uno mismo, con los demás e incluso con la misma creación, pues estas dimensiones son parte de nosotros. Además esta convivencia se basa en la verdad, la libertad, el amor y la justicia. Quitemos alguno de estos elementos e inmediatamente se distorsionan también estas relaciones en cualquiera de sus dimensiones (individual, interpersonal y ambiental). Es la raíz misma de la violencia. Por tanto la negación de lo que constituye la verdadera naturaleza del ser humano en sus dimensiones constitutivas, en su capacidad intrínseca de conocer la verdad y el bien y, en última instancia, a Dios mismo, pone en peligro la construcción de la paz. Sin la verdad sobre el hombre, se menoscaba la libertad y el amor, la justicia pierde el fundamento de su ejercicio.
Para llegar a ser un auténtico trabajador por la paz es necesario vencer ese germen de oscuridad y de negación de la paz manifestado en el egoísmo y la violencia, la codicia y el deseo de poder y dominación, la intolerancia, el odio y las estructuras injustas. La realización de la paz depende en gran medida del reconocimiento de que somos una sola familia humana, se estructura mediante relaciones interpersonales e instituciones apoyadas y animadas por un «nosotros» comunitario, que implica un orden moral interno y externo, en el que se reconocen sinceramente, de acuerdo con la verdad y la justicia, los derechos recíprocos y los deberes mutuos. La paz es un orden vivificado e integrado por el amor, capaz de hacer sentir como propias las necesidades y las exigencias del prójimo, de hacer partícipes a los demás de los propios bienes, y de tender a que sea cada vez más difundida en el mundo la comunión de los valores espirituales. Es un orden llevado a cabo en la libertad, es decir, en el modo que corresponde a la dignidad de las personas, que por su propia naturaleza racional asumen la responsabilidad de sus propias obras.
La paz no es un sueño, no es una utopía: la paz es posible. Nuestros ojos deben ver con mayor profundidad, bajo la superficie de las apariencias y las manifestaciones violentas que hemos experimentado tan duramente últimamente, para descubrir una realidad positiva que existe en nuestros corazones, porque todo hombre ha sido llamado a crecer, contribuyendo a la construcción de un mundo nuevo. El que trabaja por la paz, es aquel que busca el bien del otro, el bien total, hoy y mañana.
A partir de esto se puede deducir que toda persona y toda comunidad -religiosa, civil, educativa y cultural- está llamada a trabajar por la paz. La paz es principalmente la realización del bien común local y mundial. Respetando y protegiendo la vida, haciendo comprensibles y aceptables los principios inscritos en la misma naturaleza humana, evitando así herir gravemente la justicia y la paz. Cultivar la pasión por el bien común de la familia y la justicia social: "La pobreza es la peor de las violencias" (Gandhi).
Como conclusión, aparece la necesidad de proponer y promover pensamientos, palabras y gestos de paz para crear una mentalidad y una cultura de la paz, una atmósfera de respeto, honestidad y cordialidad. Es necesario enseñar a los hombres a amarse y educarse a la paz, y a vivir con benevolencia, más que con simple tolerancia. Es fundamental que se cree el convencimiento de que hay que decir no a la venganza, hay que reconocer las propias culpas, aceptar las disculpas sin exigirlas y, en fin, perdonar. El mal, en efecto, se vence con el bien. Es un trabajo lento, porque supone una evolución espiritual, una educación a los más altos valores, una visión nueva de la historia humana. Es necesario renunciar a la falsa paz que hace las consciencias cada vez más insensibles, que lleva a encerrarse en uno mismo, a una existencia atrofiada, vivida en la indiferencia. Por el contrario, la pedagogía de la paz implica acción, compasión, solidaridad, valentía y perseverancia.
Que todos seamos verdaderos trabajadores y constructores de paz. (cfr. Jornada Mundial de la Paz 2013).
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