El pasado 11 de Febrero el Papa Benedicto XVI anunció que renunciaba a sus funciones de Obispo de Roma y sucesor de San Pedro. La dimisión es perfectamente válida, a tenor del canon 322 párrafo 2 del Código de Derecho canónico.
La sola condición para que la renuncia sea válida es que sea hecha "libremente y se manifieste correctamente". El Papa posee la plenitud del poder eclesiástico y jurisdiccional sobre la Iglesia y puede disponer de ella incluyendo renunciar libremente. No es el primero en hacerlo en la larga historia de la Iglesia.
Inmediatamente se alzaron comentarios en todo el mundo, muchos de ellos mal informados, o incluso con intención manifiestamente negativa contra la Iglesia, comenzaron a derramar veneno diciendo que no debía renunciar, o que su renuncia obedecía a oscuros motivos. Las opiniones se manifestaban sin ningún fundamento; con la simple intención de hablar mal contra una institución milenaria a la que rechazan abiertamente. Estos mismos comentaristas de radio, televisión y prensa son los que, hace algunos años, pedían la dimisión de Juan Pablo II o llenaron los medios de sospechas infundadas la muerte de Juan Pablo I. Son los que cierran voluntariamente los ojos a las acciones benéficas de la Iglesia en el mundo entero y que, manipulando la información, magnifican defectos dentro de ella, faltando a la más elemental objetividad periodística.
No está mal que la Iglesia sea considerada desde aspectos diversos como institución que está en el mundo. Ya desde sus inicios los cristianos han tenido influencia en la sociedad aún siendo pocos. Lo que si no es válido es manipular información y aprovechar cualquier oportunidad para atacarla. En honor a la verdad, ha sido más bien positiva la influencia que la Iglesia ha tenido y sigue teniendo en la cultura, en la política, en la salud, en la economía, en la educación y en muchas otras áreas, tanto a nivel mundial, como en nuestro país. Pero si lo que se quiere es calumniar es fácil sacar de contexto información, interpretar con categorías del presente situaciones del pasado o sacar culpables donde no los hay. Numerosas organizaciones en el mundo se han empeñado en criticar a quienes ellos denominan "fundamentalistas" porque no ajustan la religión a la lista de aberraciones que ellos llaman "modernidades" (matrimonios gays, eutanasia, aborto, identidad de género…) que hay que implantar por medio de manipulación psicológica, moral, social y religiosa. El objetivo es hacerlas ver no como repugnantes, sino como normales de acuerdo a los tiempos contemporáneos en donde nada debe estar prohibido, sino todo se permita. La Iglesia es "enemiga" de este "desarrollo" y por tanto hay que atacarla, ridiculizarla, criticarla.
La historia puede también ser interpretada desde la fe, desde categorías que se analizan desde Dios, desde prospectivas de esperanza y de confianza, previendo un futuro deseable y haciendo lo necesario en el presente para alcanzarlo, de tal modo que pueda ordenarse y acelerar el proceso de cambio y conducirlo hacia el futuro que anhelamos. Esta interpretación no es falsa, pues es capaz de mirar y evidenciar los aspectos o signos que nos producen malestar, reconociendo las causas más globales y verificando sus consecuencias más inmediatas. Pero sabe que la historia está en manos de Dios, sin quitarle la responsabilidad histórica al hombre. Esta visión ayuda también a no dejarles las decisiones a quienes creen tener el sartén por el mango, a arrebatarles de nuevo a quienes les hemos cedido el manejo de nuestra vida, de nuestro país, de nuestra educación, de nuestro dinero... en suma, de nuestro futuro.
Hay muchos comentaristas y líderes de opinión en diferentes medios, pero es necesario que cada quien se forme su propio criterio, que descubra las trampas y los errores. Que sepa ver las semillas de verdad que están escondidas en la mentira y las mentiras disfrazadas de verdad. Los expertos en una cosa no lo son en otra. Todos debemos tener nuestra "propia" opinión. Esto no es relativismo, sino búsqueda sincera y honesta de la verdad. Una conciencia bien formada toma en cuenta las opiniones de otros. No se cierra en sí misma (conciencia viene del latín "cum-scire": conocer con), se abre a la verdad venga de donde venga.
Es necesario ver a la Iglesia como institución divina y humana, que se renueva constantemente y que, ante los retos de esta nueva época, necesita repensarse constantemente manteniéndose fiel a sus principios. Benedicto XVI estuvo llevando a la Iglesia, incluso desde antes de ser Papa, sus criterios e ideas no pueden ser cuestionadas tan a la ligera por comentaristas que, muchos de ellos, están muy lejos de ser hombres de fe, expertos, o por lo menos objetivos. Al dimitir el Papa Benedicto XVI sin duda tomó en cuenta que sería objeto de críticas y, sin embargo, se retira en la humildad, sabiendo que a palabras necias, oídos sordos. Nosotros agradecemos sus años de entrega a Cristo en la Iglesia, sabemos que seguirá entregándose hasta el final de sus días, aunque ya no como Papa. Sabemos que no fue el miedo ni la pérdida de la fe lo que le hizo dimitir, sino su misma fe y amor a la Iglesia. Un Papa que renuncia sabe que no es el dueño de la Iglesia, sino el "Siervo de los Siervos de Dios". Es sabio no sólo por sus 10 idiomas que domina o sus libros que escribió, sino por renunciar aunque lo crucifiquen los medios de comunicación, la opinión pública y sus mismos hermanos en la Iglesia que no lo entienden. Los que sólo se manejan con criterios de poder no podrán entender la renuncia a tanto poder. No entenderán que se deje calumniar, acusar y que sólo responda pidiendo perdón por sus defectos. No entenderán su renuncia quienes no saben renunciar a nada. No entenderán los que no aman a la Iglesia y no son capaces de hacer estos actos heroicos por ella.
En este año de la fe nosotros también tenemos que repensar nuestra posición dentro de la Iglesia. Usando la imagen de San Pablo, ¿qué tipo de células somos dentro de ese cuerpo de Cristo? ¿Qué actitud tomamos ante ella? ¿Somos y participamos como miembros de ellas? ¿Cuál es mi función dentro de este Cuerpo? ¿La criticó encarnizadamente haciendo eco otros? ¿Soy "moderno" y la rechazo por ser "tradicionalista"? ¿Participo en su lucha por establecer la justicia, la paz, el amor, la verdad y la verdadera vida? ¿Construyo la paz en colaboración con otros dentro y fuera de ella? ¿Justifico mis deficiencias y mi falta de responsabilidad en la construcción de un mundo mejor con actitudes aparentemente eclesiales (mojigato, criticón, orgulloso…)?
Gracias por renunciar Benedicto XVI. Te vamos a extrañar.
Gracias Benedicto
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