¿Qué esperamos de la Iglesia?
La elección del Papa Francisco nos ha creado expectativas diversas sobre su ministerio y sobre la Iglesia. Estas expectativas muchas veces son falsas, limitadas o desviadas. Igual que con Cristo que buscaban para curar, para divertir...
...para hacer milagros, para matar romanos. ¿Qué debemos esperar realmente? ¿Qué dice la Iglesia de si misma? ¿Cuál es la misión de la joven diócesis de Gómez Palacio para la Región Lagunera? ¿Qué respuesta tiene como Iglesia ante la violencia, la corrupción, la falta de participación social y política, la escasez de agua, de transporte adecuado entre ciudades y demás problemáticas que nos aquejan como Comarca Lagunera?
La Iglesia se define a sí misma como "sacramento de la unidad del género humano" presentando su naturaleza y misión universal en un documento del Concilio Vaticano II (Lumen gentium) Reino de los cielos y de Cristo en la tierra, la Iglesia realiza y continúa visiblemente en el mundo el misterio de salvación. Traducido a la realidad actual y local, el Papa Francisco no debe ser reducido sólo a algo útil para los medios de comunicación, como blanco de ataques o motivo de noticia porque rompe protocolos. La Iglesia es mucho más, según lo dicho por ella misma en el documento ya citado: representa el comienzo del reino de Cristo en la tierra, como germen que crece y se desarrolla; reino que es vida, verdad, justicia, paz, gracia y amor. Esta tarea es por demás amplia y apasionante; sobrepasa a la simple espera a que la Iglesia "cambie" y "se modernice", pero entendiendo la modernidad con situaciones que más que progreso son retroceso para la humanidad.
Sabiendo que la posición de la Iglesia será firme en estas áreas, dirán que las expectativas no se han satisfecho y comenzará el Papa y la Iglesia a ser tachados de retrógradas, fanáticos, tradicionalistas y hasta fundamentalistas, haciendo creer, con grandes campañas manipuladas, que es posición propiamente católica, lo que en realidad es científico y pertenece a la naturaleza y dignidad de la persona humana, independientemente de la religión.
Cada Papa tiene su estilo y todos podrán hacer cambios a la Iglesia y, por medio de ella a la humanidad, pero fieles a lo que la Iglesia es, nunca irán en contra del proyecto original, que irán encarnando en las diversas épocas y diversos lugares. Ciertamente que los nuevos retos que plantea la situación mundial exigen que la Iglesia haga realidad la salvación, precisamente ante estas problemáticas. Por ejemplo, la división de los cristianos en diversas denominaciones, tendrá que resolverse pronto, para poder ser signo de unidad ante una humanidad que necesita acciones efectivas a nivel global, en materia de ecología, economía, narcotráfico, ciencia, alimentación, etc.
La Iglesia que peregrina en Gómez Palacio, deberá responder a las problemáticas de esta parte del mundo. Los planes, acciones, programas, criterios y prioridades, deberán ser signo de unidad y de salvación ante la violencia, promoviendo procesos pacificadores efectivos y reales. Atendiendo a las víctimas de la violencia no sólo para consolarlas (organización, promoción, curación, recopilación e interpretación de datos, enseñanza de la ley de víctimas…). Unidos a toda la Iglesia, concretizará las iniciativas, de la misión continental que se está promoviendo a nivel latinoamericano. Con la Iglesia universal hará efectiva la realización del año de la fe. Con la diócesis de Torreón deberá coordinar acciones comunes para las problemáticas comunes.
La Iglesia es al mismo tiempo sociedad jerárquica y cuerpo místico, visible y espiritual, humana y divina, santa y pecadora. Su misión es anunciar a todos los hombres la pasión, muerte y resurrección del Dios hecho hombre. La Semana Santa que comenzamos hoy, son los días que están en el vértice de su existencia y dan sentido a todo el diseño de salvación. La Iglesia liga los eventos que, realizados una vez, conservan aún todo su valor y su actual eficacia. En el signo del Jesús que se hace siervo, ofrece su Cuerpo y el cáliz de la nueva alianza en su Sangre, ordenando repetir su gesto, instituido como un memorial vivo. Así debemos hacer los discípulos, para ser fieles a la pasión de Cristo y a su sacramento. Todo esto no es narración de un hecho cualquiera, aunque doloroso: es la reevocación de cómo se ha desarrollado la obra de nuestra redención, la enumeración de los misterios que Jesús ha realizado y que en esta Semana volveremos a encontrar en la representación de los ritos, llenos de inagotable gracia salvífica, que deberán ser renovadores de toda la Iglesia, y, por ella, de todos los hombres.
No esperemos novedades sólo del Papa Francisco. La renovación y transformación es un apelo a todos. A toda la humanidad. A la Iglesia le toca servir a este mundo promoviendo la Justicia en donde la injusticia impera; a anunciar la vida y vida en plenitud ahí donde la muerte parece que ha vencido, no sólo la vida después de la muerte, sino la vida que nos participa el que ha resucitado y vive entre nosotros; Toca a la Iglesia, a todos los que pertenecemos a ella, proclamar la verdad que da vida, ahí donde hay engaño y mentira, donde no hay verdades porque todo es relativo y anárquico, donde se manipula la verdad y se envuelve hermosamente la mentira; El reino de paz como don de Dios es también tarea de todos, que exige reconciliar, pacificar, superar la injusticia social y la mala distribución de los bienes, descubrir y actuar sobre las causas que provocan la violencia, participar en los asuntos públicos, en la democracia, en la elección y defensa del voto; desenmascarar los errores del falso amor y revelar y vivir el amor del Padre que nos ha comunicado por su Hijo.
Esto es el reinado que nos toca establecer como Iglesia, es este el trabajo y no otro, el que la Iglesia debe hacer y el que el mundo espera y necesita. Es este el servicio que Cristo sigue realizando en la Iglesia.
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