Una nueva manera de ser humano
Hemos sido testigos de la deshumanización y nos duele esta involución o retroceso. Nuestras capacidades que nos distinguen como seres humanos se van deteriorando; las grandes obras de la humanidad...
... han venido a menos (la cultura, la moral, el arte, la religión, la educación, la civilidad, la ciudadanización, la ecología, la legislación, etc.). Se desconoce el proyecto original del hombre, no obstante que está inscrito en lo íntimo de la naturaleza humana. Se falla en la antropología o comprensión de lo que es la persona y se vive conforme a estos errores: hombre-consumidor, hombre-voto, hombre-sexo, hombre-placer, hombre-esclavo-del-relativismo, hombre-para-la-muerte…). La crisis ecológica y la violencia desenfrenada no son sino consecuencias de una problemática profunda y compleja; el reflejo exterior de algo mucho más profundo.
La crisis educativa, moral, política y religiosa nos ha llevado aquí en La Laguna a perder la esperanza, la autoestima, la iniciativa, la identidad. Si no sabemos quiénes somos, (antropológicamente hablando) mucho menos sabremos qué es ser lagunero, qué es ser de Gómez o de Lerdo, qué es ser de una religión u otra, de un sexo u otro.
Pero el ser humano no ha sido creado para la muerte. En lo profundo de nuestro ser descubrimos un deseo de trascender, una identidad y un proyecto. Hechos para la vida, para la plenitud, para la eternidad, para la verdad y para el amor, nos revelamos ante la muerte. Rechazamos rotundamente en lo íntimo de nuestro ser la vida desperdiciada. Nos duele que el hombre, habiendo sido hecho-para-el amor se quede sin saber amar; teniendo su inteligencia, se quede sin descubrir la verdad; hecho-para-ser-libre, permanezca esclavizado. Dios tiene un maravilloso plan de amor para con todos los hombres y duele que ese proyecto parezca fracasar en las garras de la corrupción, la impunidad, la ineptitud y la miseria.
Es por eso que cada año celebramos con tanta alegría, la Resurrección gloriosa de nuestro Señor Jesucristo, porque en ella se renueva la esperanza de una regeneración de toda la humanidad, de un nuevo nacimiento. No se trata sólo de tradiciones folklóricas, de religión intimista, de fuga de la realidad, de consuelo para el futuro, Es la vida nueva de Aquel que, asumiendo la condición humana, y restaurándola, le posibilita al hombre el liberarse de todo lo que no es humano y retomar el proyecto original: la divinización del hombre; la plenitud y satisfacción de esas profundas aspiraciones inscritas en su interior y que son signos de su vocación original a la vida y no a la muerte.
Por eso la Pascua nos lanza a renovar lo humano y liberarlo de lo no-humano. No sólo él, sino con él también nosotros, salimos de las tumbas, de las miserias, del aislamiento, de la frialdad de la muerte, de la incomunicación. No sólo Él, sino también nosotros renacemos a la vida de resucitados y ponemos al hombre nuevamente en el camino de su vocación más allá de esta vida. Porque en ese triunfo se basa la fuerza para vencer el dolor, el aislamiento, la violencia y la muerte misma. Porque nos sabemos partícipes de esa nueva vida, nuestro obrar toma otra dimensión y se concretiza en humanizar la educación, las leyes, la política, la economía, la cultura, el arte, la familia, el amor y todas las dimensiones del ser humano. Porque, bajo el modelo del Hombre Perfecto, el que ha adquirido la nueva y definitiva dimensión humana, no sólo individualmente, sino también cósmicamente, la humanidad se vuelva gloriosa, llena de divinidad y de plenitud. De humano y más que humano.
Ciertamente no han cambiado aún las cosas: Hay muchos que se sienten atados todavía por las cadenas de la muerte, muchos que aún no saben esta gran noticia, que creen que la maldad ha vencido y que la muerte es irremediable. Pero aquellos que han percibido personalmente este amor tienen ya la convicción de esta verdad y la fuerza de esa nueva vida, han comenzado ya el milagro del hombre nuevo, renacido, restaurado, regenerado, redimido, transfigurado. El paso de Dios por este mundo ha realizado una portentosa liberación y la historia ya no es la misma. Por eso se puede seguir en la lucha contra todo lo que destruye al hombre, su proyecto de humanización-divinización, se concretiza en comunión y participación, en vida democrática, en recto uso de mi libertad, en opciones políticas basadas en criterios nuevos, en colaboración con todos los que buscan humanidad, en creación de estructuras humanas en las relaciones personales y sociales, en la vida familiar, en tener y educar hijos, en la política y en la economía, en el uso del tiempo, en el uso del dinero, en la sustentabilidad ante la naturaleza.
Descubramos Las diversas situaciones contra el hombre, tan universales y tan devastadoras, tan llenas de preguntas y tan vacías de respuestas, tan repugnantes, pero tan cotidianas, tan escandalosas y tan llenas de oportunidades. Resistámonos a familiarizarnos con ellas y a asumámoslas de manera frontal. En México ha abundado siempre el dolor generado por la pobreza extrema de muchos hermanos nuestros que viven en una prolongada resistencia. La pobreza, como un verdadero desastre social compuesto de carencias materiales, culturales y morales, ha dejado una estela de humillación y degradación humana con resonancias de sufrimientos profundos y ancestrales. A esto hoy se añade la avalancha criminal en todas partes. Las prácticas violentas, vacías de humanidad van dañando el alma colectiva de nuestros pueblos y están produciendo sufrimientos insoportables.
La ciencia, especialmente la medicina, la psicología y la psiquiatría han buscado respuestas y, ciertamente, las ofrecen. Buscan desesperadamente ofrecer paliativos, alivios y curaciones. Pero suelen dejar insatisfacción. Las filosofías y las religiones buscan otro tanto, con diversos resultados. El cristianismo tiene una propuesta para regenerar al hombre. Los cristianos creemos en la resurrección como la superación de los límites humanos que le impiden desarrollarse como tal. La resurrección de Jesús fue un evento que sólo pudo ser percibido por los discípulos, que se dieron cuenta del poder espiritual del amor que no puede quedarse encerrado en una sepultura. Se dieron cuenta de que el ser humano tiene una regeneración cierta y que no puede quedarse aprisionado necesariamente en sus estrechos límites. Esta es la gran convicción de la fe y es la puerta que nos abre al trabajo por hacer de este mundo más humano. Es el renacimiento de la humanidad, una nueva manera de ser humano a través de la imagen de Jesús que surgió más allá de la muerte.
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