¡Ahora resulta que no nos debemos defender! "Flojito y cooperando". Pero no hacer nada por detener la violencia, y lo que la provoca como la injusticia, la corrupción, la impunidad y demás, es una manera de hacerse cómplice de quienes los provocan.
Es colaborar con ellos. Para que haya una víctima tiene que haber un victimario y la autodefensa es quitar al que nos hace el mal, la oportunidad de hacerlo. Esto se aplica en todos los ámbitos. La economía, el gobierno, la educación… Pero la autodefensa requiere actitudes, límites y condiciones por parte de quienes buscan hacerla efectiva.
Contra lo que se pudiera pensar, la autodefensa, la participación activa, el uso de la no-violencia, son armas muy efectivas y poderosas. Los logros realizados por Mahatma Gandhi, Martín Luther King, son la prueba de ello. En México el movimiento civil que apoyó a "los cristeros", fue de gran importancia. Ser parte de un grupo que se organiza, protesta, critica, opina, o se manifiesta, es cada vez más necesario: los colonos de un barrio, los miembros de un partido, los usuarios de algún servicio, los que frecuentan un lugar público, etc.
Pero acciones individuales y aisladas también son muy poderosas, aunque a simple vista no lo parezcan: al comprar o dejar de comprar un producto, es una manera de manifestar el estar de acuerdo o no con sus métodos, por ejemplo en cuanto al daño ecológico que puedan provocar, o las injusticias que pudieran cometer en el proceso de producción o distribución. Una simple llamada telefónica, una carta al director, jefe o presidente de las diferentes instituciones públicas o privadas, influyen más de lo que pudiera parecer. El poder del consumidor no es poco. A veces basta un grito para hacer correr a un ladrón, un telefonema para detener un abuso, una cruz en un papel para decidir un tipo u otro de gobierno.
Los grupos de autodefensa que han surgido en el país nos hacen pensar en los pros y contras de este fenómeno. Esta semana los inversionistas japoneses preguntaron a Peña Nieto sobre estos grupos y les respondió que nadie debe estar sobre la ley y que arreglaría todo. Como si por decreto presidencial se pudiera solucionar. Pero en los hechos la ley ha sido superada. El aumento de la violencia es una realidad que también por decreto presidencial se está queriendo ocultar, aunque los llantos, incluso los quedos, de los deudos de las víctimas, siguen sonando estruendosamente en lo profundo del alma de quienes los oyen, sin reducir el dolor, no obstante su continua repetición, y enmudeciendo el estentóreo repiqueteo de los medios oficiales y oficialistas que anuncian lo contrario. Necesitamos defendernos y lo hacemos organizando las instituciones y gobiernos que prometen precisamente protegernos. Por eso los grupos de autodefensa son un reclamo ante el fracaso en esta obligación. Tal vez por eso son tan cuestionados, y no sólo por las demás deficiencias y peligros que estos grupos pueden tener, como la falta de entrenamiento, de armas adecuadas, de métodos, de organización. Es verdad que no se debe hacer justicia por propia mano, pero el sistema judicial (la prevención, persecución, juicio y castigo, rehabilitación, compensación…), está más que deficiente. Son grupos que, con acciones desesperadas, y algunas muy organizadas, exigen al estado superar sus deficiencias en este rubro.
Denunciar situaciones opresivas, que provocan marginación o alienación, significa comprender que las situaciones pueden cambiar y que el compromiso por el cambio tiene un carácter éticamente obligatorio. En el pasado, la denuncia tenía sólo carácter particular sin poner en cuestión el aspecto social, considerando inmodificables las estructuras sociales y viendo las soluciones sólo en el campo de ayuda a los pobres, encomendada a los ricos, y del servicio a los pobres de algunas asociaciones piadosas. Actualmente, incluso los sistemas se ponen en discusión porque se consideran modificables, no fruto de fatalidad, sino imputables a elecciones humanas que, así como han sido puestas, pueden ser cambiadas. Predicar la resignación a las víctimas no es ya una opción. Los poderes que están beneficiándose con la situación quieren hacernos creer que sólo nos queda soportar, que ellos serán nuestros protectores y que nos salvarán, siempre y cuando no protestemos; dicen que las soluciones vendrán solas o que no tienen remedio y no tiene caso oponerse a ellas. Pero el compromiso de participar responsablemente a las reformas institucionales, a las intervenciones de política social, a la programación de la economía nacional y mundial, se ha convertido en un imperativo. Un empeño en lo político y lo social que no implica crear más violencia, sino una llamada a actuar en sus causas profundas para crear nuevas actitudes de paz.
No toda fuerza activa es violencia, ni toda energía, ni toda opinión expresada con fogosidad. La violencia es propia de la voluntad humana cuando destruye y mata. Habrá que ver si las llamadas "autodefensas" no son o se convierten en actos motivados por el odio y el deseo de muerte. Pero debemos descubrir y defendernos de la violencia que se manifiesta en situaciones injustas e inhumanas, sin justificar las acciones violentas nuestras. No encontramos nunca a alguien que diga: "¡Si, fui yo quien comenzó la violencia!" siempre el violento se justifica diciendo que no hace sino responder a una violencia que a sufrido y que no le quedaba más remedio que responder violentamente. Hay pues una urgencia en el discurso sobre la violencia: rechazar entrar en la lógica de la violencia. La sangre llama a la sangre. Es el círculo vicioso e infernal que se impone como un destino. Se contagia incluso quien no la tenía. Tiene un poder de expansión increíble, como una epidemia grave. La autodefensa debe rechazar a quien está tentado por la violencia, bajo el argumento de que ha sido víctima. Conocer la nueva ley de víctimas que ha sido aprobada recientemente por la federación, y que está en vías de aplicarse en los estados, será muy útil para todos.
Sólo aplicando rectamente la noción de justicia, que se acompaña necesariamente de la racionalidad para apreciar las situaciones y aplicar el derecho, puede proteger de la carrera implacable de la venganza. El objetivo para la sociedad consiste siempre en oponerse a la escalada de la violencia, reglamentar las controversias, esa es la verdadera autodefensa y autojusticia.
Definitivamente la mejor defensa es la prevención. Por ejemplo los grupos de "vecinos vigilantes" serían más efectivos si se convirtieran en "vecinos solidarios" que se ocuparan de las problemáticas de la comunidad a la que pertenecen y de los individuos en particular que las conforman. Las sociedades mejor organizadas son menos violentas. Es el progreso realizado en todas las áreas el que juega un rol importante. Acceder todos a un nivel de vida decente y beneficiarse de todos los medios de comunicación, de transporte colectivo y de servicios públicos será un gran paso contra la violencia. Aislar a mucha gente en colonias populares con tantas deficiencias alimenta y fomenta la violencia. Toca a todos construir espacios que promuevan la paz como un proceso que, poco a poco, va erradicando las causas que provocan la violencia.
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