La paz es tarea de todos
La construcción de la paz no depende sólo de un súper presidente o de un gobierno; es tarea de toda una sociedad organizada. Es una sinergia de muchos. Ahora con las campañas iniciadas para las elecciones de este 7 de julio...
No faltan las propuestas para combatir la inseguridad, y esperamos que una fórmula mágica sea la solución. Algunos se atreven a proponer alternativas que provocan sólo escepticismo en unos y falsas esperanzas en otros. Lo que necesitamos es sumar voluntades. Todos nos debemos unir para construir la paz, porque todos tenemos algo de responsabilidad en la violencia generada. No se trata pues de poner a las comunidades en contra de las instituciones con reclamos encarnizados de derechos que desgastan energías y cobran vidas. Es cierto que se necesita justicia, compensación, respeto a los derechos básicos de la persona, aplicación justa de la ley, pero, ¿Hasta dónde vale la pena sacrificar la vida para reivindicar los derechos? En vez de caminar en contra de las instituciones es mejor construirlas. Son gente de nosotros las que las forman. En una verdadera democracia se respetan los ganadores y los perdedores y se suman todos a un proyecto común.
El camino hacia la ciudadanía inicia con la transformación social. Se trata de ser una sociedad que quiere entrar a una orientación distinta; que sabe que la transformación de estructuras violentas es un proceso que requiere esfuerzo y tiempo. Pero si se tiene contemplado un futuro posible, ese futuro nos dice que podemos hacer algo, sembrar algo, aunque no nos toque cosechar. Que es mejor que cosechen otros en el futuro a que no coseche nadie. Sabemos que no podemos dejar de actuar, pero también sabemos que esa construcción del tejido social da sentido a la vida, y que podremos provocar cambios estructurales si nos concentramos en hacer lo que nos toca hacer a cada uno, conscientes de que son procesos largos. Las causas de la violencia son muchas y se ha ido gestando durante muchos años, trasmitiéndose con la cultura.
¿Qué hay que hacer? No hay recetas. Sólo reflexiones que pueden suscitar alternativas. Tampoco es tan conceptual. Es simplemente tener la capacidad de conectar con cada uno de los seres humanos; descubrir en nosotros el elemental instinto de supervivencia y de conservación. ¿Cuántos no hemos sido ya víctimas? No participar no nos salva de nada. Es mejor que pase lo que tenga que pasar pero que nos agarre haciendo algo. No podemos esperar a que otros hagan algo. No esperemos que nos den acceso al poder los que hoy están provocando la violencia o están ganando algo con nuestro miedo. Replegarnos, quedarnos paralizado, va haciéndonos perder cada vez más espacio de acción. No queremos sino invitar a tener la capacidad de reacción.
Todos quieren y deben hacer la paz, pero no saben cómo. Sentimos que son insuficientes las acciones aisladas. ¿Cómo hacer? Sin pretender responder preguntas éstas son referencias para que construyan sus propias respuestas:
1. La reconciliación de todos los diversos actores es una realidad necesaria para tener esfuerzos articulados y una visión homogénea: Partidos, gobiernos de Durango y de Coahuila, todos los municipios de la Región Lagunera, Las Diócesis de Gómez y de Torreón, las diversas iglesias, asociaciones, organizaciones, universidades,… necesitamos entrar en diálogo para aclarar conceptos y en colaboración para acciones comunes.
2. No basta hacer acciones aisladas sino integrar todo dentro de procesos con acciones a corto, mediano y largo plazo.
3. Descubrir que mucho de lo que hay que trabajar para cambiar, nos incluyen a nosotros mismos: actitudes, criterios, costumbres, hábitos. Reconocer nuestra corresponsabilidad en la creación de situaciones violentas (lenguaje, ideología de la competitividad, actitudes discriminatorias, etc.) y en la creación de solución.
4. Comprender que es tarea de todos desde el lugar en donde estamos, nos movemos y laboramos. Allí donde cada quien tiene al alcance pequeñas transformaciones.
5. Las relaciones entre los diversos actores son un punto de entrada para hacer las transformaciones que se requieren. Las relaciones cambian cuando son interpersonales; cuando no se prejuzga o etiqueta. Cuando no se clasifican entre "malos" y "buenos" (y nos acomodamos siempre entre estos últimos) o de un grupo u otro, sino que los vemos con nombre, con una familia, con historia personal. Todos tenemos habilidades extraordinarias cuando humanizamos.
6. Para lograr verdaderas transformaciones estructurales no bastan las iniciativas aisladas, aunque sean muchas. Se necesita una articulación y aceleración de esfuerzos que impacten en la realidad.
La sociedad va entendiendo que cuando se habla de la paz, se habla de un camino de comunión, de reconciliación, de un proceso que exige transformaciones a largo plazo. Generacionales. ¿Cuánto hace que empezamos a ver películas de balazos y a escuchar corridos violentos? (No sólo narco-corridos). Desde hace mucho venimos culturando la violencia. Se nos ha metido por los poros y trasmitido de padres a hijos, por lo que nos llevará tiempo erradicarla: Los "malos" somos nosotros mismos. Entender la paz como proceso, implica revisarnos cómo nosotros tenemos parte en esos patrones que generan la violencia. ¿Cuántos de nosotros encontramos justificables algunas de las muertes? "Los malos deben morir y los buenos deben vivir" sin ver que el bien y el mal luchan dentro de nosotros mismos. Nada me da una dignidad superior a la del asesino.
Al revisarnos en el día a día y en la cotidianidad que nos movemos, nos damos cuenta que esa cotidianidad es el lugar de la transformación y no lo teórico. Según nosotros hacemos acciones para promover la solidaridad, la convivencia, las relaciones sanas; pero metemos en esas convivencias competiciones encarnizadas, lenguaje, chiste, juegos violentos. La paz como proceso es cambiar esto.
Más allá de tener proyectos es necesario preguntarnos cómo vamos aprendiendo y descubriéndonos como causantes de la violencia, para luego pensar cómo erradicar esas causas y cómo actuar para ser constructores de paz. Si nosotros no asumimos la responsabilidad de la paz, nadie lo va a hacer por nosotros. Cada uno es corresponsable de lo que está pasando. No podemos sustraernos de la realidad o delegar esta responsabilidad a quien gane las elecciones. Mientras menos lo reconozcamos más avanza el mal, que ya está clasificado por los obispos de México, como un problema de salud pública que nos está carcomiendo.
Piensalepiensale@hotmail.com