Gómez Palacio y Lerdo Violencia Gómez Palacio Buen Fin Gómez Palacio

PIÉNSALE, PIÉNSALE

ARTURO MACíAS PEDROZA

"La paz no se consigue sin esfuerzo. Si quieres la paz trabaja por la paz". Esta frase de santa Teresa de Jesús está inscrita en todo lo alto de una pared en una plaza de Madrid, recordando a los que pasan la difícil responsabilidad de promover la paz. Nuestra situación actual no se resuelve con una captura de un narcotraficante.

El problema de la violencia tiene muchas causas y son, por lo mismo, muchas las cosas y las personas implicadas en sus orígenes y recae en todos la responsabilidad de su promoción. Si la paz no se consigue sin esfuerzo, no hay duda que entre más violencia hay, más esfuerzo habrá que poner para resolverlo. Si la tarea es común, es mejor hacerla coordinada. Es aquí donde la Iglesia tiene la oportunidad de mostrar su capacidad de servir a la humanidad en este aspecto que está afectando dramáticamente a nuestra región.

"Para el hijo será la paz que estoy forjando", escribe Miguel Hernández (1910-1942) en el poema "Canción del esposo soldado", refiriéndose al hijo que acababa de nacer y por quien luchó y sufrió incluso la muerte en la cárcel. No estamos hablando de más violencia y desorden social (el fuego no se apaga con fuego), pero sí de un esfuerzo amoroso que compromete toda nuestra vida. Los pacíficos se llaman bienaventurados, porque primero tienen paz en su corazón y después procuran inculcarlas en los hermanos en conflicto "Dichosos los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios"(Mt. 5,9), Por tanto la cosa no es sencilla, pues se requiere amar la paz que contradice un mundo de competencia, de lucha, de venganza, de conquista, de búsqueda de primeros lugares, de pisar a los otros… y como esto es lo que hemos aprendido desde el inicio (porque la violencia no es innata, sino aprendida), tendríamos que empezar por nosotros mismos, cambiando actitudes y criterios. ¡Nada fácil!

"LA IGLESIA ES COMO UN HOSPITAL" es la respuesta dada en un video y que José Antonio Marzoa desarrolla ante el "reproche" de quienes acusan a la Iglesia de estar llena de personas indignas, corruptas y pecadoras, mientras acusan a los demás… (La Última Cima, Infinito+1, director Juan Manuel Cotelo). Añado unas reflexiones. Efectivamente, a nadie se le ocurre decir: "vamos a cerrar este hospital del ISSSTE o del Seguro Social, porque está lleno de enfermos…" y entre los enfermos los hay de todas las clases y variada gravedad, desde los más leves a los más graves, y hasta terminales… Y tal vez algunos de los médicos y enfermeros estén también enfermos… lo cual no les impide curar o imponer el tratamiento medicinal que va a procurar la curación del enfermo… El que cura no es el médico, sino la medicina. ¡El hospital es la Iglesia y la medicina es Cristo…!

En un gran hospital hay médicos de todas las especialidades y de medicina general. Hay enfermeros, vigilantes, colaboradores de todas las clases y condiciones. Y unos y otros, pueden, a su vez, estar también enfermos, lo que no les impide ser buenos especialistas, médicos o enfermeros y aplicar magníficamente la medicina o los tratamientos, según la responsabilidad y la profesionalidad de cada uno… y pueden padecer una enfermedad y curar otra distinta…

Asimismo, los enfermos son de todas las clases y condiciones: los hay leves, graves y hasta terminales. Con más ganas de curarse o con menos, dispuestos a sacrificarse y hasta sufrir con tal de curarse. Los hay, pues, que se curan, porque asumen el tratamiento, y los hay que no se curan porque no ponen los medios que se les indican, no toman los medicamentos o se cansan y no son perseverantes en ello, o no hacen los ejercicios de recuperación que se les recomienda, porque "duele" o es muy cansado, y se desaniman.

En un hospital hay también voluntarios que colaboran en distintas tareas: animan a los enfermos en su debilidad, les aconsejan y orientan en un sinfín de cosas y comparten con ellos penas y alegrías.

El hospital es, además, ordinariamente, un gran edificio que, a veces impide la vista panorámica a los que viven cerca, y a nadie se le ocurre hacer una manifestación o una protesta para que retiren ese edificio… "porque a nadie le pueden imponer una vista que no le gusta" o porque es de un estilo (arquitectónico) que no es de su agrado. Ni tampoco a nadie se le ocurre querer que le cambien la fachada, o que hagan los pasillos o distribución de habitaciones, quirófanos y consultas a su gusto, sino que estarán hechos con un criterio de funcionalidad y de la forma que sean más efectivos y prácticos para aquella función para la que fueron creados.

¿No les parece que si viéramos así las cosas, no sólo nos sentiríamos todos más responsables (porque la Iglesia somos todos nosotros) y más cooperadores? ¿No nos hace pensar todo esto en cómo nosotros juzgamos a la Iglesia, "desde dentro" y desde fuera? ¡Con qué ligereza hablamos tantas veces! Si entendemos la Iglesia como una herramienta para la paz, como un hospital para sanar, en medio de sus debilidades y enfermedades, las acciones serán más efectivas. Si somos médicos enfermos no dejemos de ser médicos, curando al mundo como es nuestra función (salus, salutis es a la vez salud y salvación), y tratemos de curar nuestras heridas. No nos dejemos llevar por un anticlericalismo que muchas veces es moda o crítica irracional. Si las fuerzas de todos son necesarias para construir la paz, es mejor buscar la sinergia para poder incidir mejor en la construcción de la paz. ¿En medio de los errores no es peor la división? ¿No es peor la crítica autodestructiva con la que se quiere justificar la falta de acción? ¿No es colaborar con la violencia, destruir a los constructores de paz, simplemente porque no son de los nuestros? ¿No es ser parte del problema fomentar lo irracional para estar a la moda? ¿No es erróneo creernos mejores que los expertos? ¿No sería mejor comenzar a trabajar por una paz que necesita de todos para construirse?

Somos una generación que se ha destrozado para sí misma, pero lo que tiene que ayudar a salvar es el futuro para otros. "para el hijo será la paz que estoy forjando" y la comunidad eclesial, superando divisiones, debe retomar su función de promoción de lo fértil, lo puro, lo positivo, la creación, el amor y combatir lo estéril, lo impuro, lo negativo, la destrucción, el odio, que se implican en la violencia. Es el inmortal amor el que estamos llamados a promover cada uno y cada día. Cada uno por todos, cada quien en su íntegra y total entrega por el otro. Eclesialmente, grupos, asociaciones, movimientos, acciones parroquiales, iniciativas…

Somos personas y no sólo individuos; persona se define como el ser-para-el-otro. Aunque la actitud amorosa pueda incluso acarrear odio, cadenas y frío, no queda vencida porque el que construye la paz, vence por amor. Porque no busca más. El amor herido, pero inmortal sobre la muerte. Con combativa esperanza y noble decisión. Será llamado hijo de Dios, porque actúa como tal. Es el tiempo de la Iglesia, de los que se habían alejado, de los que nunca se han ido, de los que parecen estar, pero no están, de los que parece que no están, pero están… de los resentidos que saben perdonar… de usted y de mi que, con "El" con mayúscula, hacemos un "nosotros" que hemos descubierto que, no obstante las dificultades, hay una misión mucho más importante: Construir la Paz.

Piensalepiensale@hotmail.com

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