Ante el primer informe presidencial y otros informes de las administraciones locales, es evidente el fracaso de los proyectos de desarrollo. Este fracaso tiene su origen en la incomprensión de lo que es...
... el verdadero sentido del desarrollo y la verdad sobre la persona humana y sus exigencias más radicales. En vez de evolucionar en la búsqueda de ser cada vez mejores seres humanos y mejor país, hemos involucionado al no utilizar sabiamente nuestra capacidad de elegir, discernir, pensar y actuar. ¿Qué es el auténtico desarrollo? ¿Qué es el verdadero progreso? ¿Qué incluye el progreso integral para que no se reduzca a números?
Modernidad no siempre es sinónimo de progreso. Ejemplo de ello es el orgullo de algunos que pregonan que la ciudad de México es "moderna" y "a la altura de las grandes metrópolis del mundo" por tener leyes que legalizan el aborto, las uniones homosexuales, la eutanasia (ahora se discute el libre uso de la marihuana) siendo que el respeto a la vida en modo alguno puede separarse de las cuestiones relacionadas con el desarrollo. La situación de pobreza no sólo provoca mortalidad infantil, sino control demográfico por medio de la contracepción y aborto impuesto, imitando a los países económicamente más desarrollados en cuanto a las legislaciones contrarias a la vida condicionando las costumbres y la práxis y contribuyendo a difundir una mentalidad antinatalista como si fuera un progreso cultural. La apertura a la vida está en el centro del verdadero desarrollo. Cuando una sociedad se encamina hacia la negación y la supresión de la vida, acaba por no encontrar la motivación y la energía necesaria para esforzarse en el servicio del verdadero bien del hombre. En cambio la acogida de la vida forja las energías morales y capacita para la ayuda recíproca.
El auténtico desarrollo de nuestro país y de nuestra región se refiere a la totalidad de la persona en todas sus dimensiones, incluyendo la perspectiva de la vida eterna, sin la cual el progreso se queda sin aliento. Encerrados dentro de la historia, corremos el riesgo de reducir el progreso sólo al incremento del tener; así, perdemos la valentía de estar disponibles para los bienes más altos, para las iniciativas grandes y desinteresadas. Creemos que el fracaso o el éxito dependen sólo de los datos económicos que recibiremos en el informe presidencial. Que el nivel de la paz se mide sólo por el número de víctimas; El conocimiento de datos no agota el análisis de la realidad, y más cuando sabemos que son fácilmente manipulados. El hombre no se desarrolla únicamente con sus propias fuerzas, así como no se le puede dar sin más el desarrollo desde fuera. A lo largo de la historia, se ha creído con frecuencia que la creación de instituciones bastaba para garantizar a la humanidad el ejercicio del derecho al desarrollo. Desafortunadamente, se ha depositado una confianza excesiva en dichas instituciones, casi como si ellas pudieran conseguir el objetivo deseado de manera automática. En realidad, las instituciones por sí solas no bastan, porque el desarrollo humano integral es ante todo vocación y, por tanto, comporta que se asuman libre y solidariamente responsabilidades por parte de todos. Este desarrollo exige, además, una visión trascendente de la persona, necesita a Dios: sin Él, o se niega el desarrollo, o se le deja únicamente en manos del hombre, que cede a la presunción de la autosalvación y termina por promover un desarrollo deshumanizado.
El control que se hace de los medios, la manipulación de datos y la estrategia publicitaria, el clientelismo, la ignorancia, la falta de educación crítica y otros factores han hecho caer a muchos en el error de que no se puede hacer nada, o que son otros los que nos van a resolver nuestros problemas. Pueden también dar una imagen errónea de lo que es el progreso, o desilusionar a quienes descubran el engaño. La idea de un mundo sin desarrollo expresa desconfianza en el hombre y en Dios. Por tanto, es un grave error despreciar las capacidades humanas de controlar las desviaciones del desarrollo o ignorar incluso que el hombre tiende constitutivamente a «ser más». No ser críticos, no pensar, dejar a otros el control, es quitarle al progreso su valoración moral y, por tanto, nuestra responsabilidad.
Los tan traídos y llevados "cambios estructurales" que el país necesita, deben ser analizados desde la perspectiva integral de progreso humano. En ese tenor de cosas, la reforma educativa necesita una comprensión profunda del ser humano y del mexicano que se quiere construir para este país y este tiempo y desde ahí comenzar una plataforma educativa que busque mucho más que intereses de partido o de gremio sindical; los cambios en la ley de energía deberán superar la tentación de lo cuantitativo y desplegar horizontes amplios que incluyan aspectos ecológicos y de desarrollo sustentable, con una visión universal; la reforma del estado deberá sobre todo superar estructuras impunes, caducas, ineficientes y corruptas, para entrar en una visión de servicio para el progreso del mundo; la reforma hacendaria debe despertar en cada uno el aspecto solidario de los bienes, su distribución eficiente, transparente y honesta; En fin, cada reforma debe llevar al desarrollo y progreso de la imagen del hombre integral que estamos llamados a construir cada uno y como sociedad.
El desarrollo humano integral exige también que se respete la verdad: hacer, conocer y tener más para ser más. Pero ¿qué significa "ser más"? promover a todos los hombres y a todo el hombre. Afirmar y justificar el valor incondicional de la persona humana y el sentido de su crecimiento. Precisamente porque Dios pronuncia el "si" más grande al hombre, el hombre no puede dejar de abrirse a la vocación divina para realizar el propio desarrollo. La verdad del desarrollo consiste en su totalidad: si no es de todo el hombre y de todos los hombres, no es verdadero desarrollo. Un humanismo trascendental da al hombre su mayor plenitud; ésta es la finalidad suprema del desarrollo. Las causas del subdesarrollo no son principalmente de orden material, sino que están en la voluntad, que con frecuencia se desentiende de los deberes de la solidaridad. Después, en el pensamiento, que no siempre sabe orientar adecuadamente el deseo. Pero eso no es todo. Una causa más importante aún que la falta de pensamiento es la falta de fraternidad. Esta fraternidad, ¿podrán lograrla alguna vez los hombres por sí solos? La sociedad cada vez más globalizada nos hace más cercanos, pero no más hermanos. La razón, por sí sola, es capaz de aceptar la igualdad entre los hombres y de establecer una convivencia cívica entre ellos, pero no consigue fundar la hermandad. La urgencia de reformas pide que, ante los grandes problemas de la injusticia en el desarrollo se actúe con valor y sin demora.
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