No hay duda que el mundo está al revés. Es cierto que siempre ha habido problemas, pero estos tiempos están especialmente complicados a causa del cambio de época y de la globalización.
El pluralismo, el relativismo y el subjetivismo que caracterizan nuestro tiempo han creado una grave crisis de identidad: ¿Quiénes somos? ¿Quién soy? Aunque es la pregunta fundamental que siempre ha tratado de resolver el hombre, sus esfuerzos a lo largo de los siglos por responderla hoy se diluyen y se pierden. Los logros que había tenido para esa pregunta fundamental desaparecen como una pompa de jabón a causa de esta crisis antropológica.
Y no es sólo especulación filosófica, pues en la práctica esto crea comportamientos que destruyen los logros de la humanidad. Cambia la cultura, la legislación, la ética, los hábitos de vida y de trabajo, las relaciones entre personas, las relaciones entre los sexos, la nueva configuración familiar. Se diluye, se derrite lo que nos daba seguridad. Todo es cambiante, no hay verdades eternas, no hay un futuro. El momento presente es lo único que existe. Las ilusiones, utopías, ideales y trascendencias desaparecen para dar paso a lo inmediato, a lo práctico a lo superficial, a lo sensible.
¿Hasta dónde llegaremos si no ponemos un freno? Las tendencias se presentan dramáticas, pues al perder nuestra identidad en la inmensidad del cosmos y sentirnos sólo simples seres vivos, perdemos la densidad de persona. El ser humano puede entonces manipularse de mil maneras, genéticamente, comercialmente, políticamente… puede desecharse, modificarse caprichosamente, convertimos en instrumento de placer, en un medio para fines egoístas. Se puede dejar "porque ya no sirve" (aborto, divorcio, eutanasia), "cambiarlo por otro modelo más nuevo o mejor" (manipulación genética, clonación, matrimonios inestables, relaciones prematrimoniales, infidelidad), "usarlo" independientemente de lo que sea (gaymonios, prostitución, infidelidad, pederastia, relaciones sin compromiso…), "explotarlo" para fines egoístas (robos, secuestros, explotación infantil, explotación sexual), "controlar sus decisiones y gustos" (manipulación política, publicidad deshonesta, engañosa, tendenciosa, manipulación de masas), robarlo (corrupción, pobreza, injusticia), destruirlo (crimen, violencia de todo tipo). Desde esta perspectiva podemos descubrir y entender un "Tri" que no da una, un gobierno que no gobierna, una reforma educativa que no ha reformado la educación, una reforma hacendaria que deja mucho que desear, una reforma política que no llega, una carretera Durango- Mazatlán que en vez de presumir debería darnos pena que tardó tantos años en construirse (once) y que se explotó políticamente durante todos ese tiempo (se inauguró tres veces).
Los errores en la identidad del ser de persona, afectan también a la concepción de Dios que, aunque es un elemento esencial en el hombre, puede negarse (ateísmo, laicismo exacerbado, ateísmo práctico: como si Dios no existiera) o degenerarse (fanatismos, creencias mágicas, manipulación de la religiosidad para fines egoístas, errores, herejías), "creando" la divinidad a nuestra imagen y semejanza. Sin la trascendencia la imagen del hombre es errónea, ya que sólo en Dios el hombre encuentra su identidad y vocación auténticas, entonces se construye una divinidad a nuestra medida, que complazca nuestros caprichos, que entre en el juego de los egoísmos, manipulable; divinidad metida en un sistema de corrupción. Un dios capitalista, neoliberal, que se le puede comprar, que admite competencias, que "bendice" con éxito económico. Que acepta sobornos y "mordidas". También la relación con la divinidad se ha convertido en un "súpermercado de la religión" en la que, como en una gran tienda, se va poniendo en el carrito de las compras los elementos que más me gusten de las variadas religiones, creando una religión que sincretiza las variadas preferencias. El hombre con una antropología en crisis se construye a sí mismo a su gusto y construye también un dios a su antojo.
¿Qué hacer? Después de un proceso largo de análisis de la situación, como parte de una planificación prospectiva, la Diócesis de Gómez Palacio invita a intervenir en esas tendencias destructivas de la persona para modificarlas; mediante una planificación prospectiva que, visualizando un futuro deseable, se busca intervenir en el presente con acciones concretas que modifiquen las tendencias destructivas mencionadas arriba. El caos que vivimos puede ser superado si nos integramos a este proyecto. Es necesario que la Iglesia sirva a La Laguna con acciones efectivas superando divisiones, dispersión, ignorancia y fanatismos. Sin duda habrá que hacer una verdadera conversión de todos, volver no sólo a la unidad, sino a la verdadera comunión. Superar diferencias y perdonar deficiencias para entrar en un proyecto común que motive a la participación activa. Los alejados regresen, los dormidos despierten. El trabajo es mucho y lo primero que requiere una verdadera conversión y superación de la dispersión. Retomar la identidad Cristiana que a fin de cuentas es la identidad más humana porque le da al hombre la plenitud de su ser. La religión no es un asunto privado e individual. El hombre no puede perder su trascendencia, pues es parte de su antropología que lo sitúa no sólo como el ser más maravilloso de la evolución, sino como hijo de Dios, hecho a su imagen y semejanza, partícipe de un proyecto amoroso que se le ha revelado.
Este proyecto se concretiza hoy en esta mística que supera la angustia y el desconcierto ante el caos generalizado que estamos viviendo y mantiene la coherencia con lo que somos. Invita a una comunión, a una continua conversión, una permanencia y profundización de la fe. Un proyecto que al proponer la comunión se sitúa en medio del gran reto del individualismo y de la intrascendencia del posmodernismo para superarlo. Construyamos un futuro entre todos animados por este proyecto de comunión, de conversión, de activa responsabilidad social y de fuerza divina.
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