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PIÉNSALE, PIÉNSALE

Reconstruir la paz

ARTURO MACÍAS PEDROZA

Asumir responsablemente nuestro compromiso por reconstruir un orden social justo y construir la paz, ha dejado de ser una opción y se ha convertido en un imperativo; en una necesidad vital.

De ninguna manera se excluye ninguna persona, aunque requiere cada uno una decisión personal, una conciencia. Sin embargo, los que han asumido esta opción no pueden obligar, sólo pueden convencer con la fuerza del testimonio que la participación, el compromiso, la acción, la exigencia, es parte esencial del ser persona; que la pasividad, la no participación, el marginarse voluntariamente y participar en la deshumanización.

Por ser plenamente ciudadana esta opción es ecuménica, interreligiosa, social, sin proselitismos religiosos o partidistas, no por negarlos, pues la religión y la política son necesarios y forman parte de la naturaleza humana, pero la participación está a la base de ellos y se expresa esta opción por ellos. Una fe religiosa firme y auténtica tiene una aspiración por la paz y la justicia; una convicción política profunda y sincera tiende a buscar y construir el bien común. La aspiración por la paz unifica a todos los hombres de buena voluntad. Además, como dice el documento de Aparecida: "La construcción de ciudadanía, en el sentido más amplio, y la construcción de eclesialidad en los laicos, es uno solo y único movimiento" (DA 215). Se busca, ante todo, una "ciudadanía para la paz". Se trata de alentar y formar a la "sociedad civil responsable… desarrollando en ella tres capacidades: el conocimiento de la realidad, la responsabilidad social y el sentido y compromiso con la justicia social" (212).

El método de los constructores de paz deberá ser concientizador, participativo, popular, inculturado y generador de conceptos y actitudes. Incluso socio-afectivo y hasta lúdico y placentero, ya que desarrolla a la persona en sus aspiraciones más profundas. Conduce a experimentar los valores de la amistad, la cooperación, las relaciones iguales y simétricas, el aprecio por la persona, la comunidad y el entorno ambiental, con la finalidad de transmitir valores y determinados códigos sociales que capaciten para trasladarlos a la vida social. Se trata de educar para una cultura de la paz, y un proyecto de cultura de paz sólo alcanza sentido en la medida que sea instrumento para movilizar a la gente para su propia transformación y de su comunidad. Es todo un cambio cultural y espiritual para derrotar a la violencia y construir una sociedad en la que se respete la vida, la dignidad y los derechos de todas las personas. Y porque la empresa es titánica y lleva un proceso son necesarios signos de esperanza.

Este proceso ciertamente tiene una etapa de prevención, sobre todo educando para la paz a personas, familias y comunidades, formando en valores como el amor, la verdad, la justicia, la libertad, los Derechos Humanos, la esperanza y la legalidad; otra etapa incluye sanar las heridas causadas por la violencia en personas y comunidades, con ayuda legal, sociológica, corporal y espiritual; finalmente, para promover y animar la participación social, concretizando en capacitación para la organización social, la ética de la actividad humana, el saber exigir, pero también colaborar con las autoridades, fortalecer el tejido social, recuperar espacios comunitarios, y fomentar una cultura de la paz y la reconciliación.

Tenemos una responsabilidad particular en este momento de la historia. Una nueva época se está construyendo y no podemos dejar a unos cuantos la construcción de ella. Podremos crear todavía verdadero progreso, en la medida que seamos capaces de transmitir una serie de valores que expresan con claridad nuestra opción por la paz y la justicia. Nosotros no tenemos la potencia de los instrumentos que deciden las orientaciones culturales; pero tenemos la fuerza de la participación y nuestra opción por la paz que se expresa mediante el testimonio. Para nosotros son válidas las palabras de Pablo VI: "El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los testigos que a los maestros y si escuchan a los maestros, es porque son testigos" (En 41). Si no seremos capaces de percibir la profunda exigencia de nuestro tiempo y de dar una respuesta, ante todo con nuestro estilo de vida, habremos fracasado miserablemente nuestra misión en esta coyuntura histórica. Ni líderes económicos, ni políticos, ni religiosos deben hacer lo que a cada uno le toca hacer. Lo nuestro tiene que ser mucho más que un proyecto político más o menos interesante, pero incapaz de suscitar la respuesta de fe y de renovar la cultura de las próximas décadas. Somos responsables en la sociedad y esta tarea no puede ser postergada ni delegada a otros que, cínicamente, están llevando al país por caminos destructivos del hombre: La corrupción, la manipulación, la violencia, la injusticia y la impunidad.

Repensar nuestra identidad humana y nuestros fundamentos ideológicos y religiosos es una tarea que no puede ser postergada ni delegada exclusivamente al aula académica. La Universidad permanece como el lugar privilegiado donde se forma el pensamiento y donde la razón crítica induce a reflexionar y a encontrar vías coherentes de solución. Si todavía no se encuentran las necesarias mediaciones para que la participación social llegue a ser una cultura viva en medio del pueblo, entonces también el pensamiento, incluso el más agudo y profundo, resulta ineficaz. Aquí nos estamos jugando verdaderamente el futuro y ahora ninguno de nosotros sabe qué cosa signifique mirarlo con la certeza de una meta por alcanzar. Deberemos ser capaces, por tanto, de encontrar un andamiaje conceptual y lingüístico en grado de involucrar a cuantos comparten con nosotros las mismas expectativas y la misma esperanza.

El hecho que nos encontremos en la conclusión de una época que, para bien o para mal, ha marcado nuestra historia durante al menos seis siglos, obliga a tomar en seria consideración la novedad que se avizora en el horizonte. Todavía no sabemos con certeza de qué cosa se trata. Lo que se puede verificar, por el momento, son sólo algunos indicios que orientan hacia la visión de una nueva época. ¿Quién será el protagonista de esta nueva estación: El hombre? ¿La ciencia? ¿La técnica? ¿La naturaleza? ¿Dios? Todavía es difícil poderlo afirmar. Lo que es importante es que en un momento de transición como éste, todos tenemos la responsabilidad de construirlo de la mejor manera.

piensalepiensale@hotmail.com

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