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El bien Común y la paz social

ARTURO MACÍAS PEDROZA

Estamos por estrenar un nuevo año y las incertidumbres sobre el desarrollo del país se dejan sentir. El optimismo de algunos por el inicio de la administración federal se ha trocado en desilusión.

Las transformaciones que se esperaban a nivel nacional y local en varias áreas del desarrollo han quedado cortas y estamos viendo "la misma gata, pero revolcada", pues la clase política, los poderes económicos y los grandes intereses sindicales siguen manejando la situación a su conveniencia dejando a un lado el bien común. El deseo de un feliz año requiere, pues ser acompañado de un mayor interés por las cuestiones públicas para que la paz social sea una verdadera realidad. La conversión del corazón y la transformación social son dos aspectos inseparables. Ante el cinismo manifestado por los poderes fácticos, la respuesta debe ser mucho más efectiva que una simple charla de café. ¿Cómo construir la paz social? El año venidero no será mejor si nosotros no hacemos algo por mejorarlo. Si las causas del mal no se quitan, el mal continuará. La suerte es el pretexto del irresponsable para culpar a alguien de su irresponsabilidad. Los buenos deseos no son suficientes para construir una mejor Laguna.

Entender la paz social es fundamental para poder construirla. Alguno podría engañarse con ideas falsas, por lo que primero es necesario descubrir lo que no es la paz social. No es la ausencia de violencia porque un sector se impone sobre otro. Las protestas de los maestros no se solucionan con represión y condena. Hay aspectos de fondo que deben ser considerados. La solución ante la problemática de la violencia no se reduce a un simple aumento de policías. Tampoco es verdadera paz la que sólo silencia o tranquiliza a los más pobres de manera que los que gozan de los mayores beneficios puedan sostener su estilo de vida con una efímera paz, mientras los demás sobreviven como pueden, sin reivindicaciones sociales como salario justo, Derechos Humanos. Dice el Papa Francisco (Evangelii Gaudium n. 218) "La dignidad de la persona humana y el bien común están por encima de la tranquilidad de algunos que no quieren renunciar a sus privilegios". La paz social no es ausencia de guerra a causa del equilibrio de fuerzas, sino justicia entre los hombres que incluya un desarrollo integral de todos.

Construir la paz requiere un trabajo continuo y de todos. Ciudadano responsable no es un bicho raro en la sociedad, sino una vocación de todos. La participación en la vida política es una obligación moral para dejar de ser masas arrastradas por las fuerzas dominantes. Para ser un "Lagunero" se requiere un proceso constante de cada generación para integrarse con voluntad y conocimiento claro, en un trabajo lento y arduo hasta desarrollar una cohesión "lagunera" en una armonía plural. Ser de un municipio o de otro de la Laguna será pues una riqueza más que un motivo de división, pues cada quien contribuirá con su aporte personal y de su identidad municipal y hasta de barrio (lerdense-lagunero de "Las Quince; gomezpalatino-lagunero de Chapala, etc.). y serán espacios de encuentro que se ofrecen orgullosos y se gozan agradecidos.

Toda realidad social tiene tensiones que pueden servir para valorar e interpretar el avance en la construcción de una región Lagunera con paz, justicia y fraternidad. De estas tensiones el Papa Francisco saca cuatro principios que, aplicados, pueden ser un genuino camino hacia la paz (op. Cit. nn. 222-237):

1. El tiempo es superior al espacio. Ante la tensión entre plenitud y límite este principio permite trabajar a largo plazo, sin obsesionarse por resultados inmediatos. En vez de privilegiar los espacios de poder, entra en procesos. Cuando se quieren resultados inmediatos los procesos se congelan, en cambio el tiempo considera los espacios como parte de una cadena, privilegia acciones que generan dinamismos en la sociedad e involucran a otras personas y grupos. Contraria a una mentalidad "inmediatista" que busca rédito político fácil, rápido y efímero, la construcción de la paz es un proceso que construye pueblo y hace crecer en plenitud la existencia humana.

2. La unidad prevalece sobre el conflicto. No se trata de ignorar o disimular el conflicto, sino de asumirlo, pero dentro de una visión más amplia. Encerrarse en él es ver sólo el punto negro de una hoja blanca. El conflicto se resuelve como parte del eslabón de un proceso más amplio. Eso es trabajar por la paz. Cuando nos atrevemos a mirar más allá del conflicto las diferencias se unen. La solidaridad es un ámbito profundo donde los conflictos, las tensiones y los opuestos pueden alcanzar una unidad, no homogénea, sino plural y que genera vida y belleza. La diversidad lagunera desde sus orígenes es fuente de riqueza más que de conflicto. Sin embargo, el primer ámbito para lograr esta pacificación en las diferencias es la propia interioridad. Un corazón roto difícilmente construye paz social.

3. La realidad es más importante que la idea. Entre las dos debe haber un diálogo evitando separar una de otra. Supone evitar la demagogia que oculta la realidad, los fanatismos. No negar la realidad, sino interpretarla e iluminarla con el razonamiento. De otro modo, se manipula la verdad, se maquilla la realidad, se queda en la retórica. El criterio de la realidad nos lleva a una recta valoración de la historia y a una concretización de las ideas en obras de justicia y amor fecundo, evitando permanecer en la pura idea o en un intimismo estéril. La construcción de La Laguna debe dejar de vivir de espejismos y promesas futuras que no se concretizan. Obras son amores y no buenas razones. La exigencia a las autoridades de transparencia, efectividad, productividad y eficiencia se basan en este principio.

4. El todo es superior a la parte. El todo lagunero sobre el municipio, el todo nacional sobre el regional, el todo mundial sobre el nacional. No podemos quedarnos en una mezquina cotidianidad, pero tampoco podemos perder de vista lo local para poder caminar con los pies en la tierra. Mantener ambas dimensiones unidas ayuda a no vivir los extremos: Un abstracto universalismo que aplaude automáticamente los logros en otros lados como las obras en la capital del estado o la apertura (largamente cacaraqueada desde mucho antes de hacerse) de una carretera. Es un mundo extraño al nuestro. El otro extremo es convertirnos en un museo folklórico de ermitaños localistas, condenados a repetir siempre lo mismo, incapaces de valorar lo que está fuera de nuestros límites. Hay que ampliar la mirada para reconocer un bien mayor que nos beneficie a todos, pero sin evasiones ni desarraigos. La tierra lagunera, su historia, es un don de Dios. Trabajamos en ella y hundimos nuestras raíces en su tierra fértil trabajando en lo cotidiano y pequeño, pero con la perspectiva amplia de aquél albañil que sabe que está construyendo una catedral y no sólo un muro. Ni la esfera global que anula ni la parcialidad aislada que esteriliza. Es lo mejor de cada uno en conjunción. Es lo mejor de cada pueblo que conserva su peculiaridad; es la totalidad de las personas en una sociedad que verdaderamente incorpora a todos porque todos son valiosos y todos tienen que aportar lo mejor de sí mismos para ese bien común, que es llamado "común" porque es para todos y para todas las dimensiones del ser humano.

piensalepiensale@hotmail.com

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