HUBO TIEMPOS y no hace mucho, en que la Comarca Lagunera era una. Aquí confluyó una serie de etnias venidas de todas partes del mundo y de la propia República Mexicana. Aquí se afamó como un lugar de oportunidades en donde cualquiera que quisiera trabajar duro e imaginar negocios, podría tener éxito.
NUESTRA COMARCA fue el asiento de muchos empresarios visionarios que supieron construir en una zona árida y hostil, empresas que fueron pioneras y orgullo de los laguneros y del país.
EN AQUELLOS AÑOS el Río Nazas en vez de dividirnos nos unía con sus terribles avenidas que nutrían de vida a sus laboriosos pobladores. En aquellos tiempos el concepto de lagunero era el señalamiento de un tipo muy especial del mexicano. No se parecía a nuestros compatriotas que habitan las profundas y ricas tierras del sur, en donde el agua regalaba sus dones a manos llenas; tampoco a los veracruzanos tan sobrados de naturaleza y tan amigos de la fiesta y el jolgorio; los laguneros de aquellos años tampoco se parecían a los habitantes de la capital hoy llamados "chilangos" tan inclinados al estudio, la investigación y la reflexión
ES MÁS, los laguneros ni siquiera se parecían a sus paisanos de Durango o de Saltillo. Ciudades encerradas en sí mismas, enemigas de los cambios y novedades y más dedicadas a recordar su pasado, sus linajes y viejo abolengo. Desde aquellas ciudades se veía a los laguneros como seres no muy suaves, sin prosapia, alejados de la cultura la educación y de las buenas costumbres, eso sí clavados en el trabajo. En este aspecto nuestro símil más cercano podría ser el regiomontano, pero con la gran diferencia de que los laguneros fueron socialmente abiertos. Aquí se recibió a todo mundo. Pocos podían hablar de su pasado pues apenas estaban construyendo su presente. Los regios hasta el día de doy, se consideran una casta ultraendogámica impenetrable.
LOS PIONEROS LAGUNEROS levantaban industrias por toda la región con un criterio de unidad. Lo mismo se erigía la Jabonera la Esperanza o la Unión en Gómez Palacio, que la Peñoles en Torreón o el Club Campestre Lagunero en Gómez Palacio. Aquellos hombres imponían a sus nuevos centros fabriles títulos que reflejaban el espíritu pionero y esperanzador de aquellos viejos comarcanos, tales como la Unión, la Esperanza, La Fe o la Constancia.
COMERCIANTES de la Ciudad de Durango se trasladaron a nuestra región para establecer las primeras tiendas departamentales, las ferreterías y la industria metalmecánica. De Saltillo llegaron capitales para fortalecer la producción algodonera y su comercialización. De Chihuahua arribó un empresario fuera de serie, Don Juan F. Brittingham que unió capitales locales con foráneos para levantar industrias de uno y otro lado del río.
Hombres visionarios como Don Feliciano Cobián agricultor visionario cierto del crecimiento de la región, que hizo la traza del "Fraccionamiento de Cobián" que se extiende al oriente de la Calzada Colón. Esto cuando Torreón no tenía más de 30 mil habitantes. Este hombre imaginó y concibió una área urbana para que en ella vivieran más de ¡100 mil habitantes!
En una ocasión el que fuera Director del Banco de México, Lic. Hernández Hurtado, me comentó de manera personal: -Sepa usted que su región en una época del siglo XX, fue el segundo centro financiero del país, después del Distrito Federal-.
HOY VIVIMOS TIEMPOS muy diferentes. Nuestra comarca ha cambiado y no precisamente para bien. Somos una sociedad dividida. Nuestros empresarios ahora mandan sus dineros a los bancos en San Antonio o Dallas. La facturación del IVA de muchas empresas emblemáticas se hace muy lejos de Torreón. La reinversión de capitales en la propia región (lo que puso a Monterrey en el lugar en que está) no existe. Hemos perdido la confianza en nosotros mismos. Algunos piensan (respeto esas opiniones) que separándonos de Coahuila y de Durango se resolverán las cosas y que volveríamos a ser lo que fuimos.
Desalentados por la criminalidad que nos abate, la inseguridad e impunidad, vagamos desorientaos buscando cualquier salida echándole a todos la culpa de nuestras desgracias.
LAS SOCIEDADES no pueden regresar al pasado, pero sí podemos retomar ejemplo de los pioneros. En su conducta deberemos encontrar la fuerza para seguir adelante y recuperar nuestra queridísima Comarca Lagunera; pero para lograrlo, deberemos primero cambiar nosotros mismos y volver, en parte, al viejo espíritu pionero.
Si nosotros no cambiamos nosotros mismos, nada podremos cambiar.
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