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PLAZA LAGUNERA

GUILLERMO V. ZAMUDIO, CIEN AÑOS.

HÉCTOR RAÚL AVENDAÑO

Don Guillermo V. Zamudio, lagunero, político, pionero de la industria del mármol, nogalero, cronista por muchos años -allá por los cincuenta y sesenta- en las páginas de “El Siglo”, taurino, poeta, bohemio y mejor amigo, estaría cumpliendo el día de hoy 24 de diciembre de 2013, un siglo de vida.

Desde muy joven se distinguió en su natal Gómez Palacio, como amante de la trova y elocuente orador; era frecuente verlo por las madrugadas acompañado de sus amigos y su guitarra dando “gallo” a las noviecitas, y por las noches, convocando al pueblo alrededor del kiosco de la Plaza Juárez, para fustigar a los malos políticos, con su vibrante y cáustica oratoria. Nos comentaba la inolvidable Braulita Ruiz, que el joven Memo, era el galán preferido de las jovencitas y que llenaba la plaza de oyentes cuando se organizaba la protesta pública.

En esta ocasión, sin menosprecio de sus múltiples facetas productivas, tanto en la esfera material como en la espiritual, como fundadores que fuimos del grupo “Los Toros: Arte y Cultura”, ambos y otros distinguidos taurinos laguneros hace 23 años, deseamos resaltar sus virtudes de escritor: cronista taurino y poeta.

Para ofrecer una clara muestra de sus sabias y vigorosas crónicas taurinas, a continuación transcribimos los tres primeros párrafos de su colaboración para “El Siglo”, de fecha 18 de septiembre de 1965, en relación con la tradicional corrida de fiestas patrias:

“Un entradón de ensueño… ambiente previo lleno de alegría… tarde bañada de sol al iniciarse el festejo que se llenó de tristeza por el desperdicio que del encierro hicieron los diestros, y un cielo avergonzado que empezó a llorar haciendo huir de los tendidos a los menos aficionados…Al final decepción… tristeza… convencimiento tácito de que ennuestra baraja taurina no hay consistencia, conocimiento, maestría… en cuanto salta a la arena Un toro se acaban las “figuritas”, los “desplantes”, “los retorcimientos” en el derechazo, en el “cruzamiento”, en el natural… en una palabra, se acaba el torero…

“…¿Por qué?... porque nuestros diestros torean muy bonito frente al espejo, de salón, al “novillito” enclenque y sin fuerza, al ratón con cuernos que no ofrece riesgo… lo hemos visto, el “torito” de trescientos cincuenta kilos, reumático y endeble, se lo enroscan en la faja, se cruzan en su trayectoria, se arrodillan y le hacen “monerías”… pero al toro de cuatrocientos ochenta kilos, al que hay que pegarle seis varas, como a “Pionero” de Boquilla del Carmen, fuerte, encastado, sin malas ideas, y el que pedía a gritos un torero, a ése se le torea con el pico de la muleta a dos metros de distancia, sin clase, sin recursos, con pánico y desperdiciando su casta, como ayer lo hizo Gabino Aguilar, a quien su miedo le hizo oír dos avisos…

“Lo dicho, mucho toro… Y la sentencia se confirma… Cuando hay toros no hay toreros…”.

Ahí queda ese monumento de sabiduría taurina, valor y maestría literaria, que dibuja el carácter, el temperamento y la agudeza de un lagunero forjado en el trabajo administrativo de la Industrial Jabonera “La Esperanza” (al lado de otro de los grandes forjadores de Gómez Palacio, don Juan F. Brittingham), en los agrestes cerros de mármol de nuestro desierto y en el cultivo del nogal, junto al paraíso del Cañón de Fernández.

Como exquisito “escribidor” de prosa fina, poética, don Guillermo nos legó su extraordinario libro “La Fiesta… su esplendor y su tragedia”, que salió a la luz el Día de Reyes de 1962, con un tiraje de 3, 300 ejemplares, ilustrado magistralmente por el maestro Eleuterio Camacho y editado por Litografía Offset Roberto Reza, de la ciudad de Torreón, Coahuila, y que distribuido por todo el país, España y Portugal, recibió la crítica aprobatoria de los aficionados taurinos, de los intelectuales y lectores en general.

De esa bella obra poético-taurina les participamos una “probadita”:

“Mujer que vas a misa y a los toros…Como vieja canción que el viento arranca a las verdes cuerdas de las enramadas, en tus manos, que todo lo bendicen, dejo mis prosas, para ti rimadas, en el pentagrama sutil de mis tristezas…

“Recógelas piadosa e indulgente, arómalas en el incienso de tus pebeteros, humedécelas en la tibieza de tu aliento y riégalas después, como luceros, en el sensual embrujo de la Rosa de los Vientos…”.

Don Antonio de Juambelz, nuestro ilustre director de “El Siglo”, admirado, al leer la sorprendente faceta poética de Zamudio, como coloquialmente le llamaba, le prologa con una nítida, precisa y magistral prosa, ese bello libro, que si hubiera sido la única acción en vida de nuestro siempre apreciado amigo, le hubiera bastado para pasar a la inmortalidad. He aquí el singular prólogo:

“Conocía a Guillermo V. Zamudio como ágil comentarista y como magnífico cronista taurino y por ello, cuando me hizo el favor de enviarme el original del texto de su libro en preparación “La Fiesta, su Esplendor y su Tragedia”, junto con el bosquejo del editor que lleva en la portada la reproducción en policromía de un lance torero, supuse que la obra sería un tratado sobre tauromaquia, con anécdotas de inolvidables tardes de toros en que actuaron las grandes figuras de todas las épocas que dieron esplendor a la fiesta, pero que también muchas veces encarnaron la tragedia. “Sin Embargo, en cuanto principié a leer aquel original me di cuenta que iba conociendo a ‘otro’ Zamudio diferente: al poeta, pues en vez de crónicas, anécdotas o comentarios, hallé poesía: un poema en prosa en el que las suertes de la torería con su arte y valor, que junto con la muchedumbre espectadora completan el esplendor de esa fiesta, son sólo los temas sobre los que Zamudio borda su poema, con la sapiencia que le da su carácter de cronista taurino y el donaire que le prestan las musas.

“Este libro de Zamudio no está dedicado sólo a los aficionados, pues lo hallarán delicioso aún los enemigos de la fiesta brava”.

Ante plumas tan excelsas, sólo nos resta elevar una oración por los ilustres laguneros que engalanan el modesto espacio de nuestra columna, y descansar nuestra pluma en el tintero. Sin más “se despide su cronista y amigo” (rubrica final con que culminaba don Guillermo, su columna periodística “En los Medios…”, los días domingo, en el “El Siglo”), refrendándoles mi ferviente deseo de que pasen una Feliz Navidad, en compañía de sus seres queridos. Nos encontramos el próximo domingo, D. M. Agur.

hravendano472003@yahoo.com.mx

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