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PLAZA PÚBLICA

Cine en Gómez Palacio: "El Gollo" y el "Elba"

HÉCTOR RAÚL AVENDAÑO

...¿Quién, en la noche que asusta a la rana.,

No miró, antes de saber del vicio,

Del brazo de su novia la galana

Pólvora de los fuegos de artificio?...

La Suave Patria, Ramón López Velarde.

¿Quién, que alguna vez haya sido niño en los años cuarenta y cincuenta, no intentó y logró proyectar una imagen en la pared de la sala de su casa, esto es, valiéndose de un foco encendido en el interior de una caja de cartón de zapatos, acondicionada con una perforación rectangular en un extremo donde colocó, mirando hacia el frente y de cabeza, una estampita sobre la que acopló un pequeño "cañón" proyector de cartón de las mismas dimensiones de la perforación y cubrió la salida con una lente de aumento? Todos fuimos cineastas y magos en nuestra barriada. Charles Chaplin vive en cada niño y cada niño es Chaplin…

Muchos deben haber sido los investigadores que previamente contribuyeron al invento del cinematógrafo (aparato para filmar y proyectar imágenes en movimiento), pero fueron los hermanos Lumière, los que oficialmente se lo adjudicaron.

Fue en París, el 28 de diciembre de 1895, donde tuvo lugar la primera exhibición, con asistencia de 35 espectadores: Se exhibieron diez películas de 15 a 20 metros cada una con una duración total de 20 minutos, y se cobró un franco por persona. ¡Nació el Cine! (Wikipedia)

Los hermanos Lumière, aunque visionarios, no alcanzaron a imaginar la magnitud del producto de su invención y, sobre todo, la universalidad que cobró a mediados del siglo XX la industria del Cine y que, más de cien años después con sus altibajos, sigue vigente y pujante.

Gómez Palacio, como lo hemos mencionado en anteriores colaboraciones, surge como promesa de ciudad (1883) en la época en que la Revolución Industrial madura sus grandes frutos empujada por la fuerza del vapor, aplicada a la locomoción y en las factorías. Son la locomotora de vapor (James Watt), después el telégrafo (Samuel Morse), la radio (Guillermo Marconi) y el teléfono (Alejandro Graham Bell) los inventos que siendo muy joven la comunican, ya, a todo el mundo.

El Cine, nos llega a Gómez Palacio por un mero resbalón al pisar accidentalmente un jabón Olivol. Don Juan F. Brittingham, nuestro primer Santa Claus (dada su nacionalidad estadounidense), trajo muchos estímulos de "gringolandia" a sus trabajadores de la Industrial Jabonera "La Esperanza", desde las primeras décadas del siglo pasado (beis bol, boliche, banda de música, escuela, urbanismo, entre otros) y las funciones de Cine: "El Gollo"

"El Gollo" (algunos autores del tema lo escriben con "y"), significa de gollete, "de gollete hasta un mollete" reza el refrán popular, esto es, de gratis. Son las funciones de cine mudo que se celebraban en la avenida que, valga la consonancia, daba la bienvenida a quienes trasponían la puerta monumental de la Jabonera, ubicada a escasos metros de la Estación de Ferrocarriles, matriz de nuestra ciudad.

Tales funciones semanales (una o dos) cumplían un doble objetivo: las apreciaban los altos empleados y los trabajadores de la Jabonera, cómodamente sentados en bancas y sillones, por el frente, y por detrás de la sábana o pantalla que se traslucía (pendiente de las ramas de dos árboles), las disfrutaba el pueblo en general también en forma gratuita, y sentado en el piso o en lo que el mismo se agenciaba.

El efecto de la doble visión, complicaba las cosas de manera simpática para los del pueblo, pues a ellos los subtítulos les quedaban al revés, había que leerlos de derecha a izquierda, sin embargo, les enseñaba a mejor leer, precisamente por la pequeña dificultad. Toda una odisea graciosa y formativa.

Así, de esa manera simpática y clasista, pero a la vez con sabor democrático como se viven los tendidos de Sol y sombra en una plaza de toros, llega a nosotros el cinematógrafo para alentar sueños e involucrarnos como callados protagonistas en las hazañas y los dramas desprendidos del celuloide.

Muy pronto el Teatro Unión, (1926) se desdobla en sala cinematográfica. Igual camino toma el Teatro Iris ubicado en la esquina suroeste de Morelos y Centenario. En 1940 se inaugura el Cine Palacio, con categoría de gran cinema, por su dimensión y comodidad y ubicado en el lugar de honor, frente a la Plaza Juárez.

En los años cincuenta aparecen en los barrios cines modestos y de poca capacidad para albergar a los cinéfilos. El cine Terraza Juárez, (1957) al aire libre, ubicado en la acera oriente de la cuadra larga de la avenida Ferrocarril (hoy Francisco I. Madero) al norte de la ciudad, el cine Chelo, que no he podido ubicarlo y los patrocinados por algunos templos que proyectaban "cortos" o episodios, a los niños que asistían a la doctrina.

El cine Elba cristaliza en 1957 en El Barrio Azul. En 1972 se estrena el Cine Roma y al año siguiente el Cine Continental. Todos los cines anteriormente mencionados, ya desaparecidos.

Hoy abordaremos la historia del Cine Elba apoyándonos en uno de sus promotores. Nos cuenta Francisco Javier Ramírez Sánchez, que alrededor de 1949, siendo muy niño, ocho o nueve años, al pedirle a su señor padre don Agustín Ramírez Huízar le comprara una bicicleta, su madre se opuso por considerar muy peligrosa la ubicación de su casa para tal diversión. Vivían entonces en Mártires casi esquina con avenida Ferrocarril, calles por donde circulaban el tranvía y los autobuses de Transportes Laguna, que transportaban viajeros a las ciudades de Lerdo y Torreón.

Ante tan rotunda y justificada negativa, don Agustín compensó a Javier con un proyector de cine de 8 milímetros, que le resultó tan atractivo que se le olvidó el deseo de "pedalear" y, de inmediato invitó a sus amiguitos a conocer su nuevo y maravilloso juguete. Naturalmente que era su señor padre quién al principio lo operaba, por aquello de que Javiercito se fuera a dar un "toque", de los eléctricos, por supuesto.

Fue tal el número de curiosos infantes que acudieron a ver "de cerquitas" el prodigioso aparato, generador de imágenes en movimiento proyectadas en la pared de la casa de Javier, que para dar variedad a la demanda de funciones se tuvieron que rentar nuevas películas cada semana.

Esa variante tuvo dos efectos, en principio, un costo que se solventó cobrando a cada chiquillo o chiquilla de 5 a 10 centavos y, con el tiempo y el aumento de concurrentes, el cambió de escenario a la casa contigua, hogar de su abuela, que tenía un corral más o menos grande, sitio desde donde levantó vuelo el inicial juego de niños…

Instalados en el amplio corralón, se acondicionaron bancas en el centro y a los lados se construyeron gradas al estilo de los circos. No tardó mucho en llegar un aparato proyector de 16 milímetros sonoro, que al desplazar al original, se pudieron exhibir películas de los ídolos de México: Pedro Infante y Jorge Negrete.

La nueva programación interesó no sólo a los niños, sino a señoras y adultos en general, que integraron un público compacto y numeroso de aquel inolvidable Barrio Azul, semillero de grandes boxeadores y también del populoso barrio de Santa Rosa, que quedaba a tiro de piedra.

Con una concurrencia extraordinaria, agrega Javier, nos vimos obligados a sustituir las láminas de cartón negro que a manera de techo se habían colocado para protegernos de las variantes del tiempo y para oscurecer la sala, por uno de estructura metálica y láminas de asbesto. En 1957, la sala se acondicionó en su totalidad con: pantalla panorámica y sonido estereofónico, 550 butacas nuevas, remodelación de los W.C., dulcería y caseta de proyección, misma que se dotó de 2 aparatos proyectores de 35 milímetros, para dar cabida a un asiduo público proveniente de las ciudades laguneras.

Con la expansión, llegó el sindicato y les dejamos el lugar para que lo ocuparan dos operadores de proyección, una taquillera, un portero y un trabajador de limpieza, con los que mantuvimos cordiales relaciones laborales, nos comenta Javier Ramírez.

A finales de los sesenta se suscitó un conflicto entre Columbia Pictures y la Compañía Operadora de Teatros, S. A., que redundó en beneficio de las salas de cine independientes del país, al recibir en exclusiva las nuevas producciones. El Cine Elba "El Pequeño Cine de los Grandes Éxitos", como se le conoció en sus años de oro, se dio el lujo de ofrecer al publico lagunero los estrenos, obteniendo una extraordinaria respuesta.

En esa época se exhibieron en premier las películas El Señor Doctor y Su Excelencia de Mario Moreno "Cantinflas", artista exclusivo de Columbia, que año con año filmaba por lo menos una película. Igualmente se estrenó en el antiguo "Cinito", como se le conoció en sus comienzos: ¿Quién teme a Virginia Woolf?, con Elizabeth Taylor y Richard Burton, según nos lo confirma el eterno cinéfilo Enrique Canales Martínez.

El Cine Elba fue marco para la realización de dos ceremonias de Coronación de la Reina de la Feria de Santa Rosa de Lima, en los años sesenta, donde participaron artistas como Tony Aguilar, el cómico Agustín Isunza y Güicho Cisneros y sus Dandys.

En 1971, fallece Don Agustín. Su señora esposa Doña Guadalupe Sánchez de Ramírez y sus hijos, Elba (a ella se le dedicó el Cine) y Javier, por razones de su trabajo y ocupaciones sólo pueden atender el Cine Elba un año más, cerrando sus puertas para siempre en 1972.

Es así, como termina una romántica y singular historia que comenzó en 1949 como juego de niños y que creció y creció impregnada con el aroma de las "palomitas" e impulsada por la magia de la ilusión, que es la esencia del Cine. Nos encontramos el siguiente domingo D.M. Agur.

hravendano472003@yahoo.com.mx

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