La Plaza Juárez y sus bares
"Se prohíbe la entrada a menores, mujeres y uniformados"
De no ser porque la esquina noroeste del cruce de las avenidas Independencia e Hidalgo, desde siempre, estuvo destinada a la edificación del templo mayor de la ciudad, esto es, la Parroquia de Santa María de Guadalupe, actualmente elevada a la categoría de Catedral, merced a que nuestra Diócesis cuenta con su obispo, monseñor don José Guadalupe Torres Campos desde el día 17 de febrero de 2009, las cuatro esquinas de la Plaza Juárez...
... hubieran estado resguardadas por uno, dos y hasta tres establecimientos expendedores de bebidas espirituosas, o séase bares.
No en balde tuvimos, por seis años consecutivos en la década de los setenta, el privilegio de ser sede de la Presidencia de la Confederación Nacional de Comerciantes en Vinos y Licores y Similares de la República Mexicana, A. C., ostentada por nuestro inolvidable y estimado amigo don Basilio López Arámbula.
¡De que se tomaba, se tomaba y… desde siempre! "La calor ", como decían algunas personas, más endenantes, siempre ha estado de los mil demonios, aunque ahora desde que andan sueltos por toda la ciudad, la Región y los dos estados (Coahuila y Durango, por no seguir con todo el mapa nacional), se ha elevado a la quinta potencia y casi nos tuesta, nos derrite, nos evapora, nos sesga, nos borra, nos esfuma. Que quieren me vino al recuerdo aquella frase humillante con que se ahuyentaba, en tiempos idos, a los indeseables: ¡Sésguese, esfúmese, bórrese, desaparézcase!
Situándonos en los años cincuenta, nuestro inventario de cantinas alrededor de la Plaza, era el siguiente: flanqueando el edificio de El Emporio teníamos en la esquina noroeste, Los Amigos (que sigue tan campante como Johnnie Walker, para estar a tono) y en la esquina S. E., se ubicaba el Centro Club, donde al igual que en el Club Lagunero (ubicado donde ahora se desplanta el Edificio Durango, que "ya merito" vuelve a funcionar después de más de un sexenio de remodelaciones), se "metían", además, a jugar dominó y a fumar puro los agricultores, españoles y señores del comercio y la industria local, los del parné. Los Amigos, por su parte, siempre fue más para "la raza": campiranos y obreros.
Siguiendo la flecha, rumbo al sur, llegamos al cruce de Morelos y Centenario, donde de plano se pierde el recato, tres esquinas tres cantinas: El Petronio (Esquina N. E.) del inolvidable don Nacho Gutiérrez Trejo, una cantina de lujo con su barra y contrabarra de madera fina, tallada, de ebanistería; al igual que su mobiliario, y con la proverbial botana del mediodía. En la esquina S. E., se ubicaba El Parral, del "jefe" don Basilio, que tiempo después se recorrió diez metros por la Morelos. Y El Iris, (esquina S. O.) con sus amplios billares, en aquel galerón que alguna vez fue teatro y cine, hasta los años cuarenta del siglo pasado.
En avenida Hidalgo y Centenario hacían guardia a la Plaza, los bares, El Palacio, en la esquina S. E. (denominado actualmente: "El Guerrero") y El Chapultepec, que años después se convirtió en Restorán-bar Botanas Jalisco (esquina S. O.), ya desaparecidos.
Los bares tenían su clientela exclusiva, aunque no siempre por aquello de "nos reservamos el derecho de admisión". Había cantinas a donde acudían de preferencia ferrocarrileros, otras donde se rifaba puro jabonero (de La Esperanza) y otras donde los asiduos eran los Socios Delegados y sus escuadrones de campesinos, que paladeaban en un santiamén "paradas" hasta de 25 o más "tanques" (vaso de cristal de medio litro de cerveza sudando de helado, ¡Umm!) y que en época de cosecha pagaban con puro billete nuevo del (no te acabes) Banco Ejidal.
La razón de las querencias, era que se fiaba la bebida por ramas de la industria, y los propietarios de los bares se apersonaban, por ejemplo, con los ferrocarrileros en el lugar de pago, los días 5 y 20 de cada mes: "Cáite cadáver", y a pagar se ha dicho, porque de lo contrario se les secaba el aguaje. Grandes fortunas amasaron, algunos propietarios de cantinas que perfeccionaron el oficio con sus esplendidas líneas de crédito, y eso que no se conocían todavía los plásticos (esos con que le picas a los cajeros automáticos y avientan billetes como arroz).
No se inquieten, mis dilectos amigos, don Jaime Vargas Aguilera y don Jesús Rodríguez Flores, (ay, güey, como que hizo corto, se cruzaron dos "corrientes"…sindicales) que no voy a hacer de menos a los buenos "kilowatitos" de la Comisión Federal de Electricidad que, de reconocida competencia dentro del medio festivo, mitigaban la sed, los de la Tendencia Democrática en la legendaria cantina "La Eléctrica" y, los de "La Güera " Rodríguez Alcaine, posteriormente, en El Palacio, en el Cuevas y otros más.
Claro, no solamente abrían generosamente sus puertas al público las 8 cantinas de los alrededores de la Plaza, en nuestra ciudad. Por los cuatro puntos cardinales proliferaban los "aguajes". No se diga por el sector comercial; en las calles aledañas al mercado; por las avenidas principales; en los barrios, en las colonias; a unos pasos del palacio municipal y, por supuesto, en las zonas non sanctas que, inicialmente se asentaron por más de treinta años en el área donde posteriormente se edificó el templo Expiatorio ¿de ahí su razón de ser? Y que, a partir del 2 de julio de 1951 emigraron al noroeste de la ciudad, para finalmente medio desaparecer en los años setentas, con el fraccionamiento de terrenos por parte de Infonavit.
De antiguas épocas de bonanza y de la ambición desbordada de algunos de nuestros significados regenteadotes de bares, surgieron en la región Lagunera, allá por los años del cuarenta al sesenta del siglo pasado, los grandes ejércitos de "guerreros" (todavía ni sus luces de "El Santos") maltrechos que engrosaron posteriormente los evangélicos grupos de Alcohólicos Anónimos, cuyo mensaje fue traído a Gómez Palacio, por dos ilustres caballeros don Carlos Damken y don Hidalgo Guerrero, de Guasave, Sin. y del Distrito Federal, respectivamente y predicado y materializado por nuestro paisano David Vargas, desde el año de 1960.
Oye cronista, columnista, "argüendista" o como quieras llamarte, agarras carretera y ni quien te pare. De la delicia de saborear un buen "tanque" de cerveza bien fría, archi merecido en estos calores después de la ruda jornada, te "juites de jilo" ha elaborar un estudio sociológico que nadie solicitó. Nada más falta que insistas en que, primero se pagaba la deuda de la cantina, que el "mandado" fiado en la tienda de la esquina: ¡Aunque la familia perezca! ¿Ya párale con tus tragedias, no? Nos encontramos el siguiente domingo, D. M. Agur.
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