"Cantinero que todo lo sabes, he venido
A pedirte un consejo…"
J. A. Jiménez.
Los propietarios de bares de Gómez Palacio, al igual que sus cantineros en aquellos años cincuenta-sesenta eran, y son porque algunos todavía viven, un digno ejemplo de organización solidaria y mutualista, que trabajaban en equipo y mediante una gran dosis de confianza. Casi todos los propietarios estaban ligados, entre sí, por el compadrazgo. Igualmente, los cantineros fomentaban esa relación con sus compañeros y, además, con la clientela. Es así, que se generó el éxito insospechado de tales negocios, gracias al excelente manejo de...
... las relaciones públicas. Un ejemplo digno de imitarse.
No es ocioso comentar que, frente a la autoridad mantenían estrecha relación y una especial disposición a colaborar y cumplir con sus requerimientos. Cooperaban en toda campaña de servicio social y obras de beneficio colectivo a las que se les invitaba. En la administración municipal de don Roberto Fernández (1950-53), se pusieron "guapos" e hicieron importantes aportaciones para las obras de construcción de los edificios de las emblemáticas escuelas primarias Emilio Carranza y Bruno Martínez. Otra de cal por las que van de arena.
Pero vayamos a lo nuestro, el cantinero como personaje de una comunidad de mediana dimensión, si lo analizamos con detenimiento, constituye con el cura, el maestro, el abogado y el médico (su colega pudiéramos decir, por aquello de curar las crudas), parte de la conciencia colectiva a la que debe atender todo aquel que intente incidir en, o modificar, el estatus popular.
En los bares de alrededor de la Plaza Juárez, tenemos ejemplos muy significados de propietarios y cantineros, que fueron reconocidos y bien recordados por su trato abierto y cortés con la clientela, como debe esperarse de todo buen comerciante, que por tradición antepone la sonrisa al saludo (claro que hay excepciones, digamos, ante el moroso que pide fiado).
J. Isabel Flores Jaramillo, el eterno "Chabelo", se estrenó en 1951 como cantinero en el inconmovible bar Los Amigos. En los posteriores años de bonanza, recibiría las oleadas de ejidatarios comandados por sus socios delegados de la C.N.C., y como buen anfitrión, en menos que canta un gallo, les ahuyentaría la sed con el oro líquido que derramaban sus barricas de madera, sepultadas en hielo: ¿tanque o vaso?
Los Amigos, cantina longeva y de gran popularidad, ha visto transcurrir la vida desde el mismo Centro de nuestra ciudad, teniendo como encargado-arrendatario (1951-91) al buen "Chabelo". Sus asiduos clientes eran obreros y electricistas; también asistían con frecuencia profesionistas: abogados, ingenieros, contadores que eran atendidos con diligencia, en aquellos entonces, por sus ayudantes en cocina y mesas: Vicente Quevedo Nieto y los hermanos Jesús "El Perla" y Genaro "El Fígaro", de apellidos Félix Contreras. Los propietarios del negocio fueron, primero don José Medina Montalvo a la postre Delegado de Tránsito y distinguido y respetado luchador profesional, y después don Salvador su hermano, conocido como "El Arrugado".
No se puede tratar de Los Amigos sin mencionar su taquería anexa, abierta por la Morelos, por Roberto Maldonado Márquez, "El Muñeco", a mediados de los cincuenta y atendida en principio por sus empleados, Vicente Quevedo Nieto y después por Agustín López Espinoza, "El Negro" y Emilio Damián Haro "El Zumbido". Siempre concurrida por un enjambre de comensales, que atraídos por el olor penetrante, producto de una combinación de aromas de manteca cocinada, cueritos de puerco encurtidos y salsa roja de chile jalapeño, se apeñuscaban junto al despacho (una ventana) a saborear su orden de tacos fritos (seis). Los había de deshebrada, chicharrón, picadillo, requesón, rajas, papas y frijoles, con su respectiva ración de repollo, tomate, cebolla y cueritos rociados con la apetitosa salsa, y "empujados" con un "Barrilito" de sabor. Esos siguen siendo, ahora en dos domicilios, lo famosos tacos de "Los Amigos".
En 1991, "Chabelo" se mudó al salón "Polo Sur", bar en el que conservó la tradición de seriedad y de categoría que desde siempre le imprimió su antiguo propietario don Bruno Solís Urquizo. A la partida de don J. Isabel Flores Jaramillo, en agosto de 2011, con 60 años, sin interrupción al servicio de la sociedad, tomaron la estafeta su yerno Jesús Flores Alvarado y su hermano Óscar Flores Jaramillo, quienes conservan una clientela escogida, y las clásicas bohemias de fin de semana, nos comenta el mesero Gerardo Güereca Contreras.
Los Amigos y el Centro Club, flanqueaban El Emporio, esto es, se situaban a contraesquina entre sí, en el cruce de Independencia y avenida Morelos, y eran más o menos, por el tipo de clientela, como "el rosillo de los pobres y el alazán de los ricos"; aunque en aquella época de bonanza los líderes campesinos traían más billetes que muchos "curros", agricultores y empresarios, y no se medían en eso de cambiarlos por cerveza para ellos y sus representados. ¡Ajúa!
Decíamos del Centro Club: era el lugar de reunión de los españoles y sus descendientes radicados en la ciudad, de los agricultores y de la gente de negocios, que armaban sus tertulias, partidas de dominó y jugaban al miniboliche en una mesa de unos 5 ó 6 metros de largo, además de saborear los buenos vinos y la cerveza de barril. Este negocio era al parecer de don Arturo López Lamberta y socios. El cantinero era un tipo chaparrito y gordo, al que le decían "El Cachetes", según nos ilustra nuestro amigo Vicente Quevedo Nieto, quien cubría sus descansos, los días martes.
Siguiendo con los cantineros de los alrededores de la Plaza Juárez, llegamos al Club Lagunero (sustituido por el Edificio Durango), cuyo bar era atendido (1955-70) por el simpático Rodolfo "Popo" López Solís, auxiliado por su hermano Carlos y Feliciano Ávila Ávila, como meseros y botaneros. Eran características muy notorias, la limpieza y la atención esmerada, en atención a que los socios acudían y estaban atentos a que se mantuviera la categoría del Club. Su clientela se componía de sus propios socios, políticos y comerciantes.
Contiguo al Club Lagunero, en la esquina, se encontraba el salón Petronio, atendido personalmente en sus buenos años por don Nacho Gutiérrez Trejo y al final de la década de los cincuenta por los cantineros Lino Martínez "El Chimuelo" y otro señor conocido como "El Verdugo". Elegante bar, con su piano vertical, su conjunto musical, su fino mobiliario y su sabrosa botana.
Don Nacho y su posterior equipo de trabajo: Pedro Sandoval, Luis Maldonado, Jesús Castrejón, "La Changota" y su hermano Pedro, cantineros; Fernando Chacón Valencia, Elías Rodríguez y Felipe Laguna Ibarra, "El Ratón", meseros, todos los que desde 1960 atendieron el Salón Francia, merecen un capítulo especial.
Por el salón Parral, propiedad de don Basilio López Arámbula, desfilaron apreciados cantineros como: "Tacho" López Oaxaca, Daniel Aguilar, "El Prieto", Pedro, "El Alcornoque" y don Nacho Gutiérrez. En el Salón Iris, propiedad de don José Garza, laboraron como cantineros Lalo Salas y Román Martínez. Estos bares estaban ubicados frente y contraesquina del Petronio, en Morelos y Centenario, respectivamente.
En el bar El Palacio (actualmente "Guerrero", esquina S.E. de Hidalgo y Centenario), que fue de los negocios más concurridos por ferrocarrileros, jaboneros y otros parroquianos, merced a que se otorgaba crédito con plazo al día de pago (quincenal o semanal), mientras lo administró don Ramón Cervantes Romo atendieron la barra "Mundo" Ochoa y su hermano Juan "El Memín", apodo, éste último, que seguramente recordaba al famoso Pinguín, ya que ambos eran morenitos hasta decir basta. Igualmente, laboraron como cantineros otros personajes: "El Charrito", "El Nevado" y "El Carta Brava".
El salón Chapultepec (ubicado en la esquina S. O., frente al anterior) era operado por don Enrique Delgado Esparza que, regularmente, sin ayudantes solventaba la limpieza, la botana y atendía la barra y las mesas con una diligencia, que había que verlo. Pocos para trabajar con aquel gusto, efectividad y rapidez; su singular personalidad, hacía de su negocio el lugar preferido de muchos paisanos. Don Enrique, que llegó a vender 30 barriles de cerveza, por día, en los buenos fines de semana, con su sonrisa en los labios, sirvió en los mejores bares de Gómez Palacio, siempre con éxito.
Hasta aquí le dejamos por ahora, nos extenderemos muy pronto en un ensayo amplio que pondremos en sus manos. Mientras tanto le enviamos un saludo a nuestros amigos del ramo: Arq. Ismael Pimentel, Alfredo Ortega Tovar, a Los Tinguitos y, con mis mejores deseos, al siempre caballeroso Lalo Limones González. Nos encontramos el siguiente domingo, D. M. Agur.
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