Pablo Lira un ejemplo de vocación y pasión. Su vocación, el canto. Su pasión, mantener viva la imagen y las canciones de Lola Beltrán. Desde hace medio siglo, la plática y la manera de vivir de Pablo Lira, han estado identificadas invariablemente con su deseo de cantar y de realizar su vida dentro del medio artístico. Han sido muchas y muy variadas las ocasiones en que enfundado en su traje de charro ha entregado a los públicos, locales y del país, lo mejor de su repertorio, tanto en teatros como en palenques y en donde se localice un mariachi y...
... la oportunidad de actuar.
El pasado jueves 25 de julio por la noche, Pablo, ha vivido quizá el momento más importante de su vida como ser humano y como artista. Después de muchos años de luchar contra la adversidad y la escasez de recursos económicos, logró nuevamente, con el apoyo del gran grupo de artistas y patrocinadores que ha consolidado, merced a su tenacidad y a la pureza de los objetivos que persigue, hacer una "entrada" extraordinaria en el monumental Teatro Nazas.
Un público lagunero, "llegó gente de donde quiera", se dio cita para aplaudir al incansable promotor gomezpalatino de los homenajes anuales en memoria de Lola Beltrán; apreciar a los cantantes, niños y jóvenes, que despuntan como promesas; adultos, que son desde hace tiempo reconocidos profesionales y sobre todo disfrutar la presencia de la heredera de Lola La Grande, su hija también cantante, María Elena Leal Beltrán.
Llegamos y nos encontramos un vestíbulo (foyer) engalanado con dieciséis fotografías enormes de nuestra Lola, que en otros tantos eventos presidieron el foro, en los puntuales homenajes de cada año.
Quince minutos después de la hora señalada, con la sala del Teatro a oscuras, hicieron su aparición por los pasillos laterales del área de butacas, dos columnas de poco más de 15 niños cada una, ataviados con togas de raso blanco y llevando en sus manos una veladora artificial encendida, en calidad de ofrenda, mismos que se instalaron en el escenario. Eran los integrantes del Coro de la escuela primaria federal "Raúl Isidro Burgos", quienes bajo la dirección del maestro Evodio Seañez Aguilera, y acompañados por el magnífico Mariachi Juvenil "Mi Tierra", entonaron Amor Eterno de Juan Gabriel:
"Tu eres la tristeza de mis ojos/que lloran en silencio por tu amor/me miro en el espejo y veo en mi rostro/el tiempo que he sufrido/por tu adiós…"
Un sonoro aplauso presagió lo que vendría. El coro finalizó, con el mismo éxito, al interpretar Ella es Lola, de Guadalupe Trigo.
Un escenario austero, pero elegante, se desvela con la iluminación, y podemos apreciar en lo alto de su cámara negra, en plenilunio, una gran fotografía, bellísima, de la gran señora de México; bajo de ella, en el piso del foro, una esbelta mesilla con un cirio encendido, a manera de lámpara votiva, flanqueado por dos arreglos florales. En los extremos, al frente y al fondo, sobre columnas griegas, más y más girasoles, alcatraces, nardos, casa blanca, crisantemos y rosales en botón. En verdad, sencillez y elegancia.
En seguida los Luis Enrique, uno Gándara Flores y el otro, Ramírez Orozco, señores maestros, del piano y el arpa, respectivamente, interpretaron: Mi único camino, de la autoría, si mal no recordamos, de Marcelo Salazar Bonilla.
Después de la agradable ejecución del dueto, se abrió el desfile de cantantes de música mexicana, desde los más pequeños hasta los más grandes valores de nuestra Región, acompañados por el Mariachi Juvenil "Mi Tierra", y bajo la dinámica conducción de la maestra de ceremonias Jaqueline Villarreal Reyes.
Tuvimos la oportunidad de apreciar el desempeño de los niños Jonathan Mariscal (invidente) y Martín Díaz Villarreal, ataviados con elegantes trajes de charro, de color negro, el primero y gris, el segundo, haciendo gala de sus potentes y entonadas voces, que los llevarán, muy pronto, a alternar con los ídolos de México.
Igualmente Cecilia Valadez y Cárol Alvarado, dos jovencitas que prometen. Cárol, con su gran desenvoltura y las dos con muy bella voz.
Después vinieron las voces maduras. Paco Domínguez, que quizá por el nerviosismo del momento, al actuar ante un teatro pletórico, se colocó el sombrero de charro al revés. Le alertaron del error; corrigió y constatamos que en su segunda canción"se dejó caer" como él sabe hacerlo, al interpretar La Charreada.
Nos dio mucho gusto volver a ver ante su público a Rosa Otilia Sánchez, que desde niña fue una cantante de éxito, que ocupaba los espacios de las difusoras de radio y televisión y, que además, era la envidia de muchos de sus contemporáneos, que también disfrutábamos de la infancia. Arrolladora, como siempre.
Orlando Arcineaga y Cindy Viesca, dos valores juveniles, que seguramente van a escribir importantes páginas en la historia de la canción vernácula de México, si se deciden. Alicia Olague, toda una profesional, con esa bella voz y agradable presencia. El futuro le reserva su momento de consagración.
Tocó su turno al anfitrión, que debe haberse comido las uñas tras bambalinas, dada la emoción acumulada en meses de organización y ensayos, y encima el extra del momento. No era para menos, tenía ante sí, el escenario cumbre de la Región, abarrotado de la gente que le quiere. Pablo Lira se sacudió los nervios con Al Pie de la Montaña y se sublimó con El Rey. Atronador fue el aplauso: Un ardiente y merecido reconocimiento a su esfuerzo y generosidad.
Para culminar, aparece en escena con su espigada presencia, envuelta en los elegantes atavíos que alguna vez lució su madre, María Elena. Nacida del amor del torero Alfredo Leal y de la gran señora de México Lola Beltrán. Heredera de arte y belleza, por ambos costados, encarna en esa noche inolvidable, la voz y la presencia de la añorada cantora del pueblo. Un amoroso público la recibe con cariñosas muestras de afecto.
"Aaay que laureles tan verdes/que rosas tan encendidas/si piensas abandonarme/mejor quitame la vida…" de Gilberto Parra Paz.
Con el mismo sentimiento que su progenitora le imprimiera a sus actuaciones, continuó con: Si nos dejan, La noche de mi mal, Paloma negra, Huapango Torero, Golondrina presumida, Cucurrucucu paloma y para culminar, de Pedro Galindo, con El Herradero:
"Aaayyy que linda/que rechula es la fiesta de mi rancho/con sus chinas, mariachis y canciones/y esos charros/que traen sombrero ancho…Rinconcito que guarda el amor mío/aaay mi vida/ tuyo es mi corazón".
Fue una emotiva velada que se alargó por más de dos horas y media, para un público lagunero entregado, que en ningún momento abandonó sus asientos. La calidad del espectáculo iba en crescendo a la par con el entusiasmo. Los espontáneos aplausos se repitieron con mayor intensidad, al término de la actuación de cada uno de los artistas invitados.
Como colofón, llovieron presentes florales y obsequios para María Elena y Pablo; así como sendos reconocimientos metálicos, enmarcados en madera, suscritos por el Presidente Municipal y Director de Cultura, de Torreón, alusivos a los 50 años de vida artística del anfitrión y a la trayectoria de la hija de la homenajeada, Lola La Grande.
La entusiasta gomezpalatina Lidia Valtierra Schumm, regaló a la invitada de honor, una bella canción, cuya letra es de su inspiración: Homenaje Lagunero a Lola Beltrán, que cantaron a coro todos los artistas participantes, despidiendo, con ello, tan grato acontecimiento.
¡Enhorabuena!, público e intérpretes de la música y el canto, concurrentes. Un concierto para los anales del arte en La Laguna. Nos encontramos el siguiente domingo, D. M. Agur.
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