Doña Clarita Carrillo Gómez y Doña Socorrito Avendaño Meza, en los años de su incipiente madurez.
Agosto le gustó al creador para que llegaran. Clarita el día 12, en 1908 y Socorrito el día 15, en 1913. La primera, recién ha cumplido sus primeros 105 años de intenso paso por la vida, y es la dama más longeva de Lerdo y, posiblemente, de La Laguna. La segunda, disfrutó de la felicidad y la compartió con sus congéneres y, si viviera, estaría celebrando el primer centenario de su natalicio. Una sincera amistad las unió por muchos años.
DOÑA CLARA CARRILLO GÓMEZ
Clarita, nace en Mechoacanejo (anexado en 1924 al municipio de Teocaltiche), Jalisco, colindante con los estados de Zacatecas y Aguascalientes; un pequeño pueblo campirano en ese entonces, rodeado por un río, que les brindaba a sus padres don Raymundo Carrillo y doña Prisciliana Gómez, y a sus hermanos: Vicente, María, (Clarita), Fernanda y Raymundo, lo necesario para subsistir. Su niñez se desarrolla en la placidez del campo, disfrutando del paisaje y observando la crianza de los animales y el cultivo de la tierra.
Nos platica doña Clarita, que las labores diarias de toda adolescente, en su tiempo, eran en apoyo de los quehaceres de la casa, desde muy temprano: ordeñar, acarrear agua del río, poner y moler en metate, el nixtamal, para luego "tortear" (elaborar a mano y cocer las tortillas en el comal) y hacer la comida, eso por las mañanas; por las tardes: tejer, bordar, coser alguna prenda de ropa, lavar, planchar, asistir al Rosario, en suma, prepararse para el muy próximo compromiso matrimonial. La mujer, por aquellos días, se convertía en ama de su propia casa, de los 15 años en adelante. ¿Quihubo, difícil la vida en aquel entonces, sin la maravilla de la electricidad y su amplia gama de comodidades, verdad?
Nuestra Clarita, dama de menuda estatura, como los pomos de las esencias finas; de una belleza física excepcional, característica de las mujeres jaliscienses; dotada de una clara inteligencia, valga la redundancia, que se hace presente al instante a través de sus respuestas matizadas con dichos y refranes antiguos, de muy buen gusto. Casó el 14 de abril de 1924 con el señor Jesús García Muñoz (1901-1977) originario de Lerdo, Durango y a la postre reconocido profesor rural.
El magisterio de su esposo la llevó por diversas rancherías. De sus primeras estancias en La Laguna, se cuenta una comunidad ahora conocida como ejido La Estrella, cercana a Ceballos, del municipio de Mapimí; lugar inhóspito, del más puro desierto, carente de agua para satisfacción humana (el agua apta para beber distaba cinco kilómetros, en el rancho La Purísima) y de todo lo demás. Ahí instaló su hogar y guareció a tres de sus hijos: Arturo, Graciela y Benito, en un jacalón que hacía las veces de bodega para algodón. El único medio de transporte era el ferrocarril Central, que cubría el trayecto de la Capital a Ciudad Juárez y viceversa.
Después de andar de la seca a la meca, el profesor García Muñoz, sentó plaza en el ejido 21 de Marzo, municipio de Lerdo, a orillas del Río Nazas. Todo un paraíso. Por fin doña Clarita pudo tener su casa propia, de campo (una hectárea) y, recordando su tierra natal, la convirtió en un auténtico vergel poblado de viñas, nogales, duraznos, granados, ciruelos, limones y rodeado de nopales de variadas tunas y enredaderas de zarzamora; sin faltar las gallinas, el puerco y la vaca. Ahí crecieron sus últimos siete hijos: Benito, Raquel (f), Eva, Clara, Delia, María de Jesús y Bertha. Los mayores, Arturo y Graciela, radicaban en Lerdo y Alicia, en Teocaltiche.
Mujer hacendosa, incansable, creativa, doña Clarita. Siempre aplicada en su cocina, elaborando los diarios alimentos o preparando conservas de frutas y vegetales para la temporada invernal; en los "ratos libres", sus manos de orfebre, mágicas, hacían aparecer, auxiliadas por las agujas de tejer, manteles de ensueño, cubrecamas, suéteres, bufandas y un sin fin de filigranas, que generosamente obsequiaba a sus hijos, a sus abundantes nietos y a sus amistades. ¡Qué gracia, en verdad, cuántas horas, días, meses de paciente y amorosa labor!
Fiel a la tradición espiritual de las gentes del bajío, nuestra querida Clarita, ha sido una ferviente católica; de Rosario diario, Misa los domingos y fiestas de guardar y miembro distinguida de la U.F.C.M. Admiradora del sacerdote mártir, ahora santo, natural de Mechoacanejo: San Julio (Álvarez Mendoza), a quien conoció y trató. Sin lugar a duda, su profunda fe la sostiene firme y palpitante por más de un siglo; no es para menos, constituye el tronco y la fortaleza de una gran familia distribuida por toda la República y los Estados Unidos de América.
Su numerosa familia: diez hijos, cincuenta y ocho nietos, ciento sesenta y dos bisnietos y ciento catorce tataranietos, más la descendencia de sus hermanos, le han deparado innumerables y muy gratas satisfacciones y, en momentos difíciles, le han servido para amortiguar, rodeada de todos ellos, las no pocas experiencias trágicas sufridas en el seno familiar. Doña Clarita, testigo de la Revolución de 1910 y de la Guerra Cristera (1926-29), es una dama de hierro para afrontar la adversidad, mandona cuando hay que serlo y dulce en su trato y en la cotidiana conversación.
La Mamá Grandota (por la cobertura que irradia), que es doña Clarita, desde siempre, los días 12 de agosto de cada año, reúne en torno suyo a su prolífica familia; de madrugada, se le despierta con un "gallo" de mariachi; al mediodía, se celebra una Misa de Acción de Gracias y, en seguida, un banquete, por supuesto, en un recinto gigantesco que permita albergar a sus innumerables amistades y a la descendencia que se da cita, desde muy distintos puntos de la República y del extranjero.
Doña Preciosa, como le llama el que esto escribe y, que además, le considera con mucho aprecio como su abuelita, es una Distinguida Dama Lerdense, que goza del cariño de sus amigos y vecinos; de todos quienes tienen la dicha de conocerla y tratarla. Es por encima de todo: un milagro de la naturaleza, una bendición del Cielo, un poema a la vida.
DOÑA SOCORRITO AVENDAÑO MEZA.
La niña María del Socorro Avendaño Meza, nació tomada de la mano de su hermanito Miguel Ángel (fueron cuates), en la ciudad de Durango, el día de la celebración católica de la Asunción de la Virgen María, hace un siglo, coincidencia que seguramente la encaminó a convertirse en devota Guadalupana y respetuosa de las tradiciones de su religión.
Fue la décima segunda hija del matrimonio duranguense formado en el siglo XIX por don Francisco Avendaño Medina y doña María Felícitas Meza Araiza, que procrearon 14 hijos: Francisco, Desiderio, Adela, Carmen, Leopoldo, Guadalupe, Marina, Juan Antonio, Rosaura, Alfredo, Miguel Ángel, (Socorro), Ignacio y Elvira. Sus hermanos varones mayores, se establecieron y formaron sus fecundas familias en la parte serrana de los municipios de Durango, San Dimas y Pueblo Nuevo; las mujeres en las ciudades de Durango y Gómez Palacio.
Al cumplir los trece años, Socorrito pierde a sus padres, pasando a vivir al lado de sus hermanas mayores, pero asumiendo ella, personalmente, la tutela y cuidados de su hermana Elvirita, de escasos seis años. A esa edad comenzó una larga y productiva vida de trabajo primero, en su ciudad natal en el gran negocio de abarrotes "La Simpatía" de su tío don Adrián Avendaño Medina y, posteriormente, en muy variadas ocupaciones. La disciplina fue norma en su vida: a las cinco de la mañana estaba en pie y culminaban sus quehaceres a las nueve de la noche, en que la rendía el sueño.
Mujercita de clara visión y agudo ingenio, pudo haber superado su preparación cultural, si no la hubieran agobiado sus precoces obligaciones. Carismática y sociable, siempre encontró la comprensión de sus congéneres, jamás se le dificultó nada; de carácter firme, logró las metas que se trazó, sustentada en la paciencia y el esfuerzo. Su fe inquebrantable y su alegría para enfrentar la vida, fueron un himno al entusiasmo.
El 7 de mayo de 1956, en un camión de mudanzas, doña Socorro y su hijo de ocho años, en compañía de sus hermanas María Guadalupe y Elvira, también con sus hijas, llegaron a quedarse para siempre en esta hospitalaria ciudad de Gómez Palacio, donde a fuerza de trabajo y voluntad, se labraron una vida de felicidad y satisfactorios logros. Un 28 de diciembre de 1999 se cansó, sin enfermedad de por medio, su trabajado y menudo cuerpecito y, la querida Socorrito, se despidió.
Doña Socorrito: madre hermosa, abnegada, ingeniosa hasta el asombro, delicada, traviesa, dulce, más que agradecerte la vida que con harto amor me regalaste, eternamente tendré presente la confianza que depositaste en mí, al concederme desde muy niño, la total libertad para decidir todos mis actos.
Doña Clarita y doña Socorrito, dos damas laguneras, centenarias, a la altura de su tiempo. Nos encontramos el siguiente domingo, D. M. Agur.
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