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PLAZA PÚBLICA

La División del Norte a 100 años de su constitución

HÉCTOR RAÚL AVENDAÑO

Alentado por la interesante conferencia que ofreció el escritor e historiador Pedro Salmerón, denominada La División del Norte en su Centenario, el pasado jueves 26 de los corrientes, en el Centro de Convenciones Francisco Zarco de la ciudad de Gómez Palacio, auspiciada por su R. Ayuntamiento a través de la Dirección de Educación, Arte y Cultura...

...y con el respaldo del Museo de la Revolución de Torreón, me propongo destacar lo más relevante de sus conceptos y respuestas a las preguntas de los asistentes.

Pedro Salmerón, nacido en 1971 en Coatzacoalcos, Veracruz, es licenciado, maestro y doctor en historia por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Autor de una docena de trabajos académicos sobre la historia política y social del siglo XX mexicano y profesor de la materia en la propia Universidad, entre otras actividades, y artífice del libro La División del Norte, editorial Planeta, 2006, sobre el cual versó su disertación.

La División del Norte, decisiva protagonista de los combates desarrollados en La Laguna y en Zacatecas, que dieron la puntilla al régimen del usurpador Victoriano Huerta, consolidando el triunfo de la Revolución, se constituye un día como hoy de 1913, en el antiguo casco de la Hacienda de La Loma, por la voluntad expresa de los jefes de grupo revolucionarios más importantes de Chihuahua, Durango y La Laguna, que democráticamente designaron, como su general en jefe, a Francisco Villa.

Justo es mencionar, ahora que se conmemora el primer Centenario de aquel ejemplar consenso de insospechadas consecuencias, conseguido en escasas horas (les hablan, señores diputados y senadores), a sus más connotados y resueltos protagonistas:

"La madrugada del 29 de septiembre de 1913, varios centenares de hombres sucios y mal vestidos, pero montados en briosos caballos y armados hasta los dientes, empezaron a llegar al viejo casco de la Hacienda de La Loma…eran los revolucionarios chihuahuenses de las Brigadas Villa y Benito Juárez y los durangueños (sic) de la Brigada Morelos…Con…Pancho Villa…venían Toribio Ortega, Fidel Ávila, Trinidad Rodríguez, Agustín Estrada, Julián Granados, Feliciano Domínguez, y otros ameritados guerreros…", todos ellos, valerosos jefes revolucionarios.

Con el Gral. Maclovio Herrera Cano, (Jefe de la Brigada Benito Juárez), llegaron Federico Chapoy, Ernesto García, Eulogio Ortiz, Luis Herrera, entre otros jefes del sur de Chihuahua. Acompañando al Gral. Tomás Urbina (Jefe de la Brigada Morelos), venían José E. Rodríguez, Rodolfo Fierro, Pablo Séañez, Petronilo Hernández y otros bravos comandantes revolucionarios.

Como parte de las Brigadas Primera y Juárez, ambas del estado de Durango, encabezadas por los generales Orestes Pereyra y Calixto Contreras, respectivamente, arribaron: Severino Ceniceros, Mateo Almanza, Uriel Loya, José Carrillo, Valente de Ita, Máximo Mejía Sanabria, Canuto Pérez, Bibiano Hernández, Pedro Favela y muchos más.

Por la Región de San Pedro de las Colonias y Matamoros, Coahuila, se apersonaron seis coroneles, comandantes de las fuerzas revolucionarias de la Comarca Lagunera: Eugenio Aguirre Benavides, Juan E. García, José Isabel Robles, Sixto Ugalde Guillén, Raúl Madero González y Benjamín Yuriar, acompañados de un grupo de aguerridos oficiales: Máximo García Contreras, Juan Pablo Estrada, Santiago Ramírez, Mariano López Ortiz, Canuto Reyes, Roque González Garza y Enrique Santos Coy.

Esa significada reunión de generales y oficiales, convocada por Pancho Villa para emprender la Toma de Torreón, una vez reunida en la casa grande de la Hacienda optó, en aquel trance, por inaugurar una etapa de mayor nivel de organización y obediencia a un mando único. Hasta ese momento las acciones de las distintas brigadas se sustentaban en la estrategia guerrillera, dado el escaso número de soldados y de armamento que poseía en lo individual cada jefe revolucionario. Para conseguir el triunfo de la Revolución frente al Ejército Federal, la única alternativa era la guerra regular, fundada en la organización y la unificación de las tropas, bajo el mando de un general en jefe.

Convencidos de lo anterior, se pasó a elegir al jefe de la naciente División del Norte. Villa, haciendo uso de la palabra se propuso a sí mismo para asumir la jefatura, alentando también las candidaturas de Tomás Urbina y Calixto Contreras. Después de algunas intervenciones de los presentes sin concretizar ninguna postura, el Gral. Juan N. Medina, Jefe del Estado Mayor de la Brigada Villa, intervino y, tras refrendar la necesidad de nombrar un jefe divisionario, reiteró las candidaturas de los Generales Villa, Urbina y Contreras, añadiendo la del coronel. Juan E. García.

En seguida, y transcurrido un breve lapso de callada reflexión de la asamblea, se levantó Calixto Contreras para manifestar en principio su rechazo a la candidatura, por considerar no estar capacitado para desempeñar tan elevada responsabilidad y, luego de sopesar la personalidad del General Villa, su prestigio como hombre de armas, su valor y su gran capacidad organizativa, pide a los presentes lo reconozcan como jefe de la División del Norte. Es así como cesan las indecisiones, y la concurrencia, se pronuncia en forma unánime por Pancho Villa, como Jefe.

Ese mismo día, el Ejército de la División del Norte, sin mayores solemnidades (no se levantó ningún documento o acta que sancionara tan trascendental acontecimiento, encarnado por hombres sencillos, del pueblo), se aprestó a atacar de inmediato las poblaciones laguneras, tomándolas en el orden de aparición: Avilés (hoy Ciudad Juárez), Lerdo, Gómez Palacio y Torreón; ésta última, cayó finalmente en poder de los revolucionarios, el primero de octubre.

El mando de Francisco Villa, como General en Jefe de la División del Norte, dimanó directamente de una voluntad genuina, democrática, expresada por los Jefes de grupo revolucionarios integrados, quienes a su vez fueron escogidos libremente por su tropa. Por eso, cuando Carranza se entera de los acontecimientos, y le pide a Villa que renuncie al mando de la División (por no habérselo otorgado él, en su carácter de Jefe del Ejército Constitucionalista), los Jefes revolucionarios se rebelan y desobedecen la orden.

Con la aparición en la escena de la guerra de la División del Norte, viene aparejada la del Villismo, como movimiento revolucionario autónomo y con características propias. No antes, ya que "…los grupos de guerrilleros…estuvieron subordinados a dirigentes nacionales que defendían programas ajenos a las aspiraciones de los futuros villistas. Sólo en cuanto se unieron, dando vida a la División, convirtieron sus demandas en un programa revolucionario…".

La División del Norte, sustentada en la experiencia acumulada de los guerrilleros del norte, desarrolla una primera campaña formal que culmina con la triunfal entrada a la ciudad de Chihuahua, el 8 de diciembre de 1913. Le sigue una etapa de reorganización y de acopio de nuevos contingentes y recursos. La posesión de territorios y el ejercicio del poder en ellos, abre la cobertura para establecer acciones reivindicatorias que van construyendo un programa revolucionario. Después vinieron las grandes acciones guerreras de la primavera de 1914 (19 de marzo al 24 de junio), en que la División se convierte en un poderoso Ejército que aniquila en Zacatecas a la resistencia Huertista.

Lamentablemente la División del Norte, como institución, no llega finalmente a participar en los gobiernos post-revolucionarios, encabezados precisamente por quienes le infligen las derrotas que la llevan a disolverse en diciembre de 1915. Los motivos por los que lucharon los hombres de Chihuahua, Durango y La Laguna: Tíerra para los campesinos, condiciones dignas para el obrero, escuelas, servicios de salud y vivienda para las clases populares, no tuvieron el resorte adecuado para cristalizar en forma inmediata y global, no obstante, incidieron determinantemente en las futuras reformas sociales promovidas por los posteriores regímenes revolucionarios.

Ojalá que los gobiernos federal, estatal y municipal, que debieron haber previsto esta celebración centenaria, con la dignidad y la solemnidad que amerita la grandiosa participación de la División del Norte y del General Francisco Villa, en particular, en el triunfo de la Revolución Mexicana, reconsideren sus omisiones y, en un acto de plena conciencia y de justicia histórica, se consolide a la brevedad una estructura monumental en La Loma, que pudiera ser: una Macro Plaza de la Revolución; la culminación de los trabajos de rehabilitación del casco de la hacienda, reforzando su categoría de Museo de Sitio y, de paso, se reconstruya la Casa Pinta (edificada de adobe, y averiada parcialmente hace escasos tres meses, como consecuencia de las lluvias), que desde 1890, forma parte del antiguo conjunto arquitectónico.

Los gobiernos en sus tres niveles, tienen la palabra. Al luchador pueblo de La Loma, le corresponde pugnar por mantener vivos la estructura y el espíritu que magnificaron al Villismo, hasta convertirlo en paradigma guerrero de México, ante el mundo. ¡Viva Villa! ¡Viva la lucha social de los pueblos por dignificar su existencia y su patrimonio histórico y cultural! Nos encontramos el siguiente domingo, D. M. Agur.

hravendano472003@yahoo.com.mx

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