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Preludio Navideño

Figuras de barro para Nacimiento o Belén, decoradas con la policromía de la mágica paleta de los artesanos mexicanos. (Revista México desconocido)

Figuras de barro para Nacimiento o Belén, decoradas con la policromía de la mágica paleta de los artesanos mexicanos. (Revista México desconocido)

HÉCTOR RAÚL AVENDAÑO

Arribamos hoy al mes de diciembre y con ello al esplendor del alumbrado público con motivos navideños; la radio y la televisión nos repetirán constantemente los clásicos villancicos y las melodías que desde siempre, para estas fechas, nos han envuelto en el celofán de la ilusión y la esperanza. El espíritu de renovación motivado por la inminente llegada del Redentor, seguramente, nos infundirá fuerzas para poder iniciar el próximo año con nuevos bríos y frescas expectativas.

Lamentablemente el gran optimismo con que iniciamos 2013, alentados por el cambio de gobierno a nivel nacional, se ha ido diluyendo poco a poco, al no dejarse sentir un cambio positivo en los quehaceres públicos, muy especialmente en el campo de la seguridad y, últimamente, por el futuro incierto de las reformas: Educativa, Hacendaria, Política y Energética, que no acaban de convencer a nadie, antes bien, tienen a la sociedad mexicana en guardia para enfrentarlas a base de recursos legales, manifestaciones y actos de desobediencia civil. Un gobierno que no se aprieta primero a sí mismo, no puede apretar a los demás.

La situación no es para menos. La pobreza, y aun más la pobreza extrema que aniquila nuestro país, causa toral de la emergencia de las hordas de delincuentes que en algunas entidades han rebasado al poder gubernamental, nos llena de preocupación y desalienta los proyectos a futuro.

Cómo es posible que un pensionado del IMSS, que entregó su vida al trabajo efectivo en una empresa particular, devengando un salario mínimo, reciba como aguinaldo alrededor de dos mil trescientos pesos, o que un trabajador en activo con idéntico salario, conforme a la Ley Federal del Trabajo, obtenga por el mismo concepto (un mínimo de 15 días de salario), alrededor de mil pesos, cuando en la alta burocracia de nuestro país, hay quien se embolse por aguinaldo o gratificación de Navidad, cerca de un millón de pesos. ¡Señoras y Señores, eso calienta!

En últimas fechas han circulado en los medios de difusión y en las redes sociales, las estratosféricas cantidades que recibirán o ya recibieron en concepto de aguinaldo y gratificación navideña (para que pudieran aprovechar el Black Friday o viernes negro), nuestros ilustres políticos y funcionarios públicos de carácter federal. Para muestra, sean, los siguientes ejemplos:

Agustín Carstens, gobernador del Banco de México: $ 890,764.00; subgobernadores del Banco de México: $ 845,201.00; Juan Silva Meza, Ministro Presidente de la Suprema Corte de Justicia: $580,644.00; Leonardo Valdés Zurita, Consejero Presidente del I.F.E. $ 448,960.00; senadores de la República (128), cada uno: $ 234,330.00; diputados federales (500), cada uno: $ 196,187.00. ¿Díganme amables lectores, si en tales determinaciones se refleja un cambio de actitud institucional? Quizá en el único caso que se justificaría tan elevada cantidad, sería con respecto al señor Agustín Carstens, quien ronda los 180 kilos de peso, y en la cena de Navidad, muy probablemente se engulla el solito tres pavos con todo y relleno, una caja de botellas de champagne y medio canasto de pan blanco.

"Ver para creer", como expresara hace cerca de dos mil años Santo Tomás. El Pueblo de México, necesita con urgencia evidencias de una clara voluntad de cambio. Que los pillos que han defraudado la confianza de la ciudadanía pisen la cárcel y que se les confisquen las fortunas que engordaron con dineros del erario; que se haga efectiva la transparencia en las acciones de gobierno y que se rinda cuenta de las mismas. La posible impunidad de los responsables del desastre financiero en Coahuila, Tabasco y Aguascalientes y de la actual administración municipal de Torreón, serían otro contagioso mal ejemplo que abonaría a lamentables consecuencias en el futuro.

Este año los mexicanos no hemos empezado a elaborar nuestra carta petitoria al Niño Dios o a Santa Clos, porque vemos negros nubarrones en el cielo de Nuestra Patria, que minan nuestra confianza y nuestro optimismo. Las noticias, nos reflejan diariamente un panorama poco alentador. En los próximos quince días se juega, en las altas esferas de decisión política de la nación, el destino de México. Hacemos votos porque la prudencia y la honestidad, iluminen a quienes tienen la delicada encomienda de gobernarnos.

Cambiando de frecuencia, para sintonizarnos con nuestro Municipio: ¡Enhorabuena! Por el ayuntamiento de Gómez Palacio, que ha tomado la encomiable decisión de cambiar la sede del tradicional Nacimiento, de la explanada frontal del Edificio del ayuntamiento a la Plaza Juárez, lugar del que nunca debió de haber salido. "Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios", no cofundamos la gimnasia con la magnesia, que la demagogia política barata ya no se la tragan ni en los pueblos más rascuaches.

Sin embargo, hablando de dispendios y aguinaldos insultantes pagados con dinero del pueblo, sería prudente que la obra civil a la que reiteradamente se circunscribe la edificación del Nacimiento (permanece alrededor de 25 días y luego se demuele, sin ulterior beneficio), no se desfasara en costos, ya que si el Niño Dios hablara, seguramente recomendaría que se invirtiera ese recurso en obras de servicio para los más necesitados. Lo anterior, conforme a la nueva mística del Papa Francisco.

Los nacimientos, si no mal recuerdo durante mi lejana niñez, no eran obra de albañiles, ni de ingenieros civiles y arquitectos, eran producto de la más pura artesanía popular de los miembros de una familia, donde campeaba el ingenio y el aprovechamiento de los más variados materiales que se tenían a la mano. La feligresía católica, con sus niños de la mano, recorría los distintos hogares en cuyas salas se montaban nacimientos monumentales, para admirarlos y participar en las inolvidables posadas. En algunas épocas se organizaron concursos, otorgándose premios a los mejores.

No sería mala idea que en el futuro se convocara a las parroquias, a los barrios, a las organizaciones sociales para que presentaran oportunamente proyectos de nacimiento y se premiara a los mejores con apoyos económicos y con la distinción de exponerlos en la Plaza Juárez. Esto, además de mantener viva y auténtica una de nuestras más bellas tradiciones populares y religiosas, motivaría la participación ciudadana tan necesaria en todos los ámbitos de nuestra vida diaria. Nos encontramos el siguiente domingo, D. M. Agur.

Hravendano472003@yahoo.com.mx

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