Las noticias no son halagüeñas. Las perspectivas económicas para el año entrante difícilmente mejoran los datos que corresponden a 2013 a lo largo del cual se redujeron metódicamente los pronósticos de crecimiento de nuestro PNB de más del 3% a sólo 1 ó 1.2%.
Para los próximos doce meses que hay posibilidades de un crecimiento de 3.8 o 4.0%. Aunque ciertamente mucho mejor, este crecimiento en la renta nacional nunca será suficiente para sostener el aumento de más de un millón de plazas de empleos formales que necesitamos.
Casi tocamos fondo. No a la profundidad de las crisis de fines del siglo pasado, pero suficientemente baja como para significar grandes privaciones para la vasta mayoría de la población. Estamos hablando de niveles de vida, de poder de compra de los salarios, que no aumentan.
El fenómeno es general en el mundo. Los ingresos de la clase trabajadora y de las clases medias no suben lo bastante para comprar todos los artículos que aspiran tener. No hay suficiente dinero con qué comprarlos. Aparecen las deudas impagables.
La solución convencional es aumentar la productividad de la economía, lo que es igual a obtener más unidades de producto por hombre/hora que antes. Esto no significa, por definición, que el obrero reciba mayor salario por hora. Se producirá más, pero sin mejorar el nivel de vida obrera.La productividad, pues, no viene mucho a cuento con la baja de ritmos de producción y crecimiento que presenciamos en casi todos los países. Se aleja el regreso de los tiempos de mayor holgura y comodidad. Fantasiosa esta propuesta ya que tomando en cuenta la evolución de las sociedades en el último siglo, como punto de referencia, es difícil imaginar que la gente viviese antes necesariamente en un mejor nivel de vida que hoy.
Los de una comparable clase media constituían una minoría en relación con el grueso de la población que tenía que conformarse con la escualidez de su existencia.
El avance de las sociedades industriales en el siglo XX ofreció a vastos contingentes los medios para elevarse por encima de la pobreza más ruda e ir formando clases medias modernas que aparecieron en los países más adelantados.
Ese constante proceso de avance se interrumpió en este siglo después de la Segunda Guerra Mundial debido a las recurrentes fallas en las economías de los países más ricos. Hoy presenciamos las crisis tenaces y recurrentes que los asuelan, autoinfligidas algunas de ellas por sus equivocadas políticas de desarrollo.
Los altos índices de desempleo, efecto de la baja en la actividad industrial y el abandono agrícola, condenan a millones a condiciones de pobreza, atenidos a pensiones, dádiva oficial, o a la caridad organizada.
Los economistas no son optimistas respecto de la capacidad de los países industriales de soltar las anclas de sus estructuras para encontrar soluciones novedosas pero eficaces al problema de imparables índices Gini que se abren en prácticamente todos los países acentuando diferencias no sólo económicos sino culturales en países que hasta hace poco lucían semblanzas de armonía.
Países desarrollados como Estados Unidos y los europeos buscan salvar las brechas con programas de asistencia acoplados a instrumentos fiscales. El aumento de los impuestos para sostener tales medidas estancan el nivel de vida de las clases medias. El horizonte de los pobres que quieren ascender ya no es tan iridiscente.
El nivel promedio de la calidad de vida en los países desarrollados está muy amenazado, al tiempo que las mismas estructuras económicas y financieras que oprimen a los muchos favorecen a los pocos que aprendieron a usar en su propio provecho las ciegas leyes del mercado.
Los países "emergentes" como el nuestro, estamos lejos de haber formado clases medias proporcionalmente tan grandes como las del mundo industrial. A medida que los alcancemos iremos generando los mismos desequilibrios socioeconómicos mencionados sin poder eliminar nuestros propios rezagos de miseria urbana y rural. La inconformidad social se traduce en inestabilidad que luego demanda remedio. No tenemos que llegar a esto si coordinamos esfuerzos sistemáticos entre el sector público y el empresariado para compartir el desarrollo.
juliofelipefaesler@yahoo.com