Políticos, elecciones, transparencia

Los políticos han hecho todo lo que han podido para que nos desencantemos de los procesos electorales. Con sus triquiñuelas, compras de votos, enriquecimientos (in)explicables, saturación con propaganda de tiempos de radio y televisión y arrogancia, han generado un comprensible rechazo de parte de la gente común y corriente. Todas las encuestas de opinión revelan que los políticos son en su conjunto el grupo más despreciado de la sociedad mexicana.

Mal haríamos, sin embargo, en llevar esta natural reacción a un rechazo de las elecciones. Las votaciones que se nos permite hacer cada seis años para elegir a nuestros gobernadores y senadores, o cada tres años para escoger a diputados y presidentes municipales, constituyen la única forma que tenemos para expresar nuestro disgusto o nuestra aprobación para los partidos políticos y sus candidatos.

Mucho tenemos que hacer todavía para mejorar distintos aspectos de la vida política de nuestro país. Necesitamos, sobre todo, una mayor transparencia que nos permita conocer realmente qué hacen nuestros políticos y cómo gastan nuestro dinero. Nos faltan mecanismos para interactuar mejor con los funcionarios públicos y participar en las actividades de la administración pública. Necesitamos que se divulgue con mayor apertura la información sobre cómo votan nuestros legisladores y cuáles de ellos faltan a sus obligaciones en las cámaras legislativas.

Nadie plantea que los ciudadanos deban reemplazar a los políticos en las responsabilidades que ellos asumen cotidianamente. Así como nadie puede administrar un edificio en régimen de condominio si todos los condóminos quieren decir la última palabra sobre cada decisión, por minúscula que sea, así un país no puede ser gobernado si millones de personas quieren meter la mano en todas las decisiones. El sistema de democracia representativa, el que cada determinado número de años recurre a las urnas para la elección de funcionarios y legisladores que deben tomar las decisiones cotidianas del país, es quizá la forma más práctica de manejar un Estado moderno.

Pero la democracia no puede funcionar si no hay transparencia, si no se dan a conocer con precisión y apertura los detalles del gasto público y las acciones gubernamentales. La única manera en que los ciudadanos podemos votar con inteligencia es si conocemos realmente lo que están haciendo los políticos. No se trata de reemplazarlos en su compromiso cotidiano, sino de tener la posibilidad de darles seguimiento y supervisarlos.

Este 7 de julio hay elecciones en distintos lugares de la república. Es positivo que las tengamos y que participemos en ellas. Sin las elecciones la democracia no es factible. Pero el acto de votar es solamente una parte de la democracia. De nada sirve convencer a los ciudadanos de salir a votar si posteriormente se les niega la posibilidad de dar seguimiento a lo que hacen los legisladores y gobernantes que ocupan los cargos de elección popular.

Twitter: @SergioSarmient4