Puede por ejemplo, el hoy exgobernador Arturo Montiel, retener y ocultar a tres niños menores contra la voluntad de su madre, la célebre francesa con quien se casó después de flexibilizar la ley a modo de gobernador, para divorciarse de su primera esposa. En la calentura cósmica que seguramente le provocó la francesa, bautizó hospitales y calles en el Estado de México con el nombre de Maude Versini. Cuando la Versini decidió cambiarlo por un francesito joven y guapo, el exgober pudo ¡faltaba más!, retener a los pequeños hijos que procrearon juntos (de eso ni duda cabe porque los muchachitos son feítos feítos como su papi) y, probablemente lo más doloroso para ella, pudo también el exgober retirarle la jugosa pensión que ella recibía por los niños. Hasta hoy no hay medio legal ni diplomático que pueda ayudar a la Versini que grita por todo el mundo "devuélvanme a mis hijos". ¿Acaso Montiel retiene a los niños para estar cerca de ellos, para leerles un cuento, arroparlos por la noche y que duerman tranquilos y seguros junto a él? ¿Los retiene para velar su sueño cuando tienen fiebre, les duele una muela o despiertan llorando porque quieren a su mami? No lo creo. Los retiene porque puede.
¿Puede acaso David Fernández de Ceballos (el tercero de los quince hijos de diferentes mujeres de Diego Fernández de Ceballos, quien fuera candidato a la presidencia de la república) un joven con fama de violento y de ir siempre armado, allanar en Cozumel la morada de los padres de su exesposa y después de golpearla a ella y a los padres plagiar a sus pequeños hijos? De que pudo pudo. ¿Pudo el hoy exgobernador de Puebla ordenar el secuestro de Lydia Cacho y hasta darle sus coscorrones para que "la pinche vieja aprenda a no meterse donde no la llaman"? Claro que pudo. Y ahí sigue, sonriente y bien arropado entre sus colegas priistas sin que nadie se atreva a pedirle cuentas de su gansteril proceder y sin que la ley lo toque ni con el pétalo de una rosa por aquello de que "hoy por ti y mañana por mí".
¿Puede Gerardo Saade Murillo, nieto nada menos que de Jesús Murillo Karam Procurador General de Justicia de la Nación, irrumpir a media noche en la casa de su exnovia Alexia Imaz para romperle la ma… digo la cara, sin pisar la cárcel? Hasta el momento ha podido. Es de esperarse que el procurador procure para su nieto la justicia que le corresponde. Cuando se puede, se puede poner precio a las conciencias, intercambiar favores, comprar notarios, jueces, lo que sea para salvaguardar la impunidad.
¿Puede un venerable anciano como Góngora Pimentel, exministro de la Suprema Corte de Justicia que uno supone un hombre honorable, acusar de fraude y mantener presa en Santa Martha Acatitla a su pareja sentimental con la que procreó dos criaturas? Se cansa de poder y ahí está Ana María Orozco Castillo suplicando tras las rejas y ni quien la ayude. "Reconozco que me dejé llevar por mis emociones de desconcierto" dice el exprocurador quien bajo ciertas condiciones, está dispuesto a otorgarle el perdón a la señora. Porque puede y "el poder es el conjunto de las relaciones de fuerza y los procesos de jerarquización que atravesando toda la estructura económica y política, somete a las personas". (Diccionario Larousse).
Después de ver lo que pueden hacer nuestros hombres ilustres y sus retoños, a nadie sorprende que un simple líder obrero cuyo sueldo apuradamente alcanzaría para llegar a fin de mes (digamos sólo por poner un ejemplo que como Deschamps y su prole) pueda hacer ostentación de yates, carísimos relojes, aviones, y hasta de sus horrorosos perros viajando como príncipes mientras disfruta de la gracia de quienes ostentan mayor poder. Porque eso sí, también en el poder hay jerarquías y si se cae en des-gracia de los de arriba se corre el riesgo de acabar tras las rejas como Elba Esther. Conste que se los advertí. ¿Puede una tonta joven exigir el cierre de un restaurant porque no le dan la mesa que ella quiere en el momento que la quiere? "Usted no sabe con quién está hablando", debe haber advertido la prepotente muchacha antes de ejercer su pequeño poder. Menos mal que ésa sí no pudo porque con su actitud puso en marcha la moderna la máquina de picar carne llamada twitter.
Está claro que la educación y el respeto no forman parte de nuestro orgullo patrio. Que nuestra sumisión a los poderosos viene de lejos, tal vez desde la conquista y quizá de nuestra experiencia de perdedores, de sometidos en nuestra propia tierra. "Cuando la fuerza es mayor, hasta ni coraje da", repetía mi padre. Benditas redes sociales si sólo sirven para romper el silencio y la indignante sumisión que guardamos los ciudadanos del diario ante el poder y el dinero. Patanería soportada porque pues sí, "si sabemos quién es usted" pásele pásele que este es su país y aquí todos estamos para servirlo.
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