Son las 5 de la tarde del viernes 13 de diciembre. Tengo una cita a las 6:45 pm en una estación de radio cerca de Viveros de Coyoacán, al sur de la Ciudad de México, y estoy en Polanco, al Poniente. En redes sociales se organiza una protesta contra el aumento de la tarifa del Metro de 3 a 5 pesos, anunciada por el gobierno de Miguel Ángel Mancera a principios del mes y efectiva a partir del viernes pasado. La protesta consiste en saltarse los torniquetes de acceso al Metro y en Twitter veo el hashtag #Posmesalto, con fotos de usuarios saltándose los accesos, incluida la de una mujer que se cayó al hacerlo y derramó su atole. Tomo la bicicleta y pretendo ir a mi cita pedaleando los 11 kilómetros que separan mi casa de la estación de radio, pero me gana la curiosidad y me voy caminando al Metro Polanco.
Llego al Metro, en la calle de Arquímedes y Horacio. La estación Polanco está por cumplir sus primeros 30 años de servicio y afuera reina el caos. Peatones que se abren camino entre los vendedores ambulantes y la base de taxis que todos los días provoca tráfico en la calle. Entro a la estación, desciendo las escaleras, no hay grupos de jóvenes con la campaña del #Posmesalto, por el contrario hay una larga cola para comprar el boleto del Metro, ahora a 5 pesos. Me acerco a los torniquetes y me quedo parado quince minutos ahí. Son las 5:25 pm.
Un policía está recargado a lado de los accesos. Observa a los usuarios del Metro que colocan sus boletos ordenadamente. No he visto a nadie saltándose los torniquetes. Le pregunto al oficial y éste me responde: "Yo empecé mi turno hace una hora y no he visto a nadie. En la mañana vi a muchos en el Metro Hidalgo haciéndolo, pero aquí no. Aquí son fresas. La gente está enojada por el aumento a la tarifa, pero es necesario. Si quieres bríncate y te tomo la foto".
El comentario me da risa y le propongo que se salte él y que yo lo retrato. Se niega diciendo que no quiere perder su trabajo, así que me envalentono y me uno al #Posmesalto. Soy el único que lo hace. Una vez del otro lado, hay un puesto de revistas y periódicos y le pregunto a la señora que lo atiende si ha visto a más gente saltando. Me responde: "aquí pocos, vete al Metro Zapata, allá seguro sí. Ojalá se brincaran más, pero mejor lo hubieran hecho antes y no ya que no hay marcha atrás." Mientras platico con ella, un joven rubio con una patineta roja y trajeado se desespera de la larga cola de la taquilla, camina al torniquete y lo brinca". No lo capturo con la cámara, pero me doy por bien servido. Me voy a Metro Mixcoac.
Al llegar a Mixcoac y antes de transbordar a la línea 12, camino por la estación buscando la correspondencia. Escucho gritos de "¡Metro popular, Metro popular!", aplausos y rechiflas. Es un grupo de jóvenes, todos con cámaras digitales y celulares alentando a los usuarios del Metro a que se salten el torniquete o se pasen por abajo. Quienes obedecen reciben aplausos y quienes utilizan su boleto reciben rechiflas. Un oficial de Policía sólo observa, soltando una sonrisa de vez en vez. Me le acerco y le pregunto cómo ha estado el día y si ha habido muchos saltos. Cándido me responde: "sin novedad, joven, aquí viendo a los muchachos, ya se les pasará. Aquí no ha habido tantos, pero en el Metro Zapata sí llevan todo el día. ¿Usted dónde se saltó?". Son ya las 6:10 pm, así que prosigo mi recorrido.
El tren de la línea dorada está estacionado, así que me subo inmediatamente. Inaugurada apenas en octubre de 2012, esta es la línea más nueva del Metro. Sus vagones todavía se ven nuevos, las ventanas limpias. Los asientos están repartidos a los lados del tren, en largas filas, como los del Metro neoyorquino. En las paredes hay carteles que dan cifras sobre el Metro y que defienden el aumento a la tarifa. De repente la voz de una mujer se escucha claramente: "en breves momentos iniciaremos el recorrido, gracias por su paciencia". Pasan 15 minutos y el tren no se mueve. Algunos usuarios empiezan a silbar desesperados. La voz automatizada se repite. Una señora sentada a lado mío me dice: "¿Y así quieren subir la tarifa? No se vale. Siempre hay retrasos". Ya son las 6:30 pm.
20 minutos después se cierran las puertas del vagón y el tren avanza. Me abro paso entre la gente, a empujones, y logro bajarme en Zapata. El Metro está atascado. Las escaleras eléctricas suben a decenas de personas, en los pasillos hay cientos más. Se escuchan más fuertemente chiflidos, aplausos y gritos. Son las 6:45pm. Estoy a dos estaciones de mi cita, pero me quedo unos minutos observando los torniquetes. Hay una treintena de curiosos. Se escucha un "'¡Peña y Mancera, la misma chingadera!" y nuevamente el cántico de "¡Metro popular, Metro popular!". Aquí sí se vive el #Posmesalto. Cuento 30 pasajeros cruzando los torniquetes. Solamente 5 introdujeron su boleto y recibieron rechiflas, a las que se suma el policía que vigila. Los otros 25 recibieron aplausos, incluidos los del policía.
El país está sumido en el júbilo del PRI y sus reformas, aprobadas exprés por una oposición ausente y por aplanadora en los congresos locales. El contrarreflejo opositor que había sido el Gobierno del Distrito Federal hoy ya no lo es. Mancera extrañamente aprueba el aumento al Metro el mismo día que se aprueba la Reforma Energética. En política no hay coincidencias. Un año sin oposición partidista tiene como resultado a miles de personas manifestándose en las calles. Cuando los representantes no representan, se vuelve necesaria la protesta. No es un síntoma de malestar democrático, sino todo lo contrario. Ya llegué tarde a mi cita. Si hubiera utilizado la bici, habría llegado incluso antes, pero valió la pena. Sólo lamento no haberme dejado tomar la foto por el policía.
Politólogo e Internacionalista
Twitter @genarolozano