El proceso del Partido Revolucionario Institucional para elegir candidato a las próximas elecciones para renovar el Ayuntamiento de Torreón, presenta como precandidato oficial a Miguel Riquelme Solís. Antonio Juan Marcos Villarreal, es el gran ausente.
Riquelme es el ungido del gobernador Moreira para dar continuidad al secuestro de nuestra ciudad, en manos de un grupo político invasivo, que en Coahuila ejerce el poder de modo autocrático: El Congreso del Estado, el Poder Judicial, el Instituto Estatal Electoral, y el mismo PRI están sometidos al Ejecutivo, y no existe ni transparencia ni rendición de cuentas.
Hace cuatro años Antonio Juan Marcos operó por la alcaldía de Torreón, pero su precandidatura fue truncada por una campaña de desprestigio basada en una investigación de la Procuraduría General de la República por un presunto fraude fiscal, relacionado con empresas mercantiles que se dice son propiedad de uno de sus hermanos.
A punto de repetir el intento, hoy día Juan Marcos enfrenta el mismo tema que en esta ocasión alcanza proporciones de público linchamiento, a pesar de que de la investigación de la PGR no deriva imputación alguna en contra del precandidato fallido.
El linchamiento público tiene un sesgo de represión y castigo ejemplar en las filas priistas, por lo que nadie más osa levantar la mano en busca de una oportunidad para competir y el partido habilita a un hombre de paja para simular una elección interna que justifique en términos de ley, la promoción publicitaria de Riquelme al exterior.
Riquelme es hechura típica de la contracultura Moreira a quien todo se lo debe. Ha pasado por una multitud de chambas al vapor, como chapulín, sin concluir en ningún caso los tiempos o ciclos que corresponden a cada tarea. Ha sido Director de Control Vehicular, Recaudador de rentas, Diputado Federal, Secretario de Desarrollo Regional, Secretario de Gobierno, Secretario de Desarrollo Social, etcétera; un auténtico todólogo que hace honor al principio burocrático según el cual la función hace al órgano.
Es un simple transmisor del poder que viene desde arriba; su fuerza reside en la disposición ilimitada de recursos públicos malversados que se destinan al gasto electoral y que como operador reparte a manos llenas. Riquelme es instrumento eficaz y al mismo tiempo dócil a las órdenes de su amo. En caso de que los torreonenses lo permitamos, la dignidad republicana del Ayuntamiento y nuestra Autonomía Municipal seguirán siendo el cadáver que está bajo Eduardo Olmos; la obra pública seguirá siendo mala y escasa y los servicios públicos deficientes. En otras palabras, más de lo mismo.
En declaraciones que aparecen en El Siglo de Torreón del domingo pasado, Riquelme se quiere deslindar de la nefasta administración de Olmos, lo que resulta algo tan increíble como lo es la supuesta ruptura entre los hermanos Humberto y Rubén, que junto al alcalde Olmos y el precandidato Riquelme, son parte del mismo proyecto político que empobrece y denigra a nuestra región y amenaza su futuro.
La imposición de Riquelme al interior del PRI proviene de la oligarquía burocrática Moreira y se pretende justificar en la unidad del partido que se ofrece a la sociedad como timbre de orgullo, aunque esa dizque unidad se cimiente en la complicidad con el invasor, en una abyecta sumisión acrítica y en la más feroz de las represiones en contra de todo priista que se atreva a pensar por su cuenta, y a buscar su espacio por méritos propios.
Además de la pretendida unidad del PRI, Riquelme presume la coordinación de los tres niveles de gobierno como bandera de sus spots radiofónicos, lo que implica desprecio al sistema democrático que se basa en la pluralidad de partidos y en la existencia de contrapesos institucionales. Riquelme pasa por alto que la mentada coordinación entre Estado y Municipio en el esquema Moreira, sólo ha servido para tener a Coahuila quebrado con la mayor deuda de su historia, y a Torreón en la más profunda crisis de seguridad y en la depresión política, moral y económica.
Todo indica que hasta el momento, los priistas han sido incapaces de liberar a su partido de la condición de rehén en que se encuentra. Falta saber si los electores de Torreón, podrán regresar el sustento del poder público de nuestra ciudad a la base social.