La inserción pagada en la prensa local, en la que aparece el gobernador Rubén Moreira en el Coliseo Centenario de la ciudad de Torreón, rodeado de una muchedumbre de beneficiarios de programas sociales, suscita diversas reflexiones.
El domingo pasado se hace la publicación del evento a plana completa. Al pie de la fotografía una redacción que pudo ser un discurso del extinto Hugo Chávez, anuncia una "nueva forma de Organización Social...".
El texto de la publicación, entre otras cosas dice: "el Mandatario coahuilense tomó la protesta de... 930 Comités de Política Popular y Acción Social... en su mensaje anunció el lanzamiento de la Tarjeta COMPPAS, encaminada a satisfacer las necesidades básicas de la población, para lo cual se consolidan convenios con centros comerciales de la entidad...".
En vez de que conforme al artículo 39 de la Constitución de la República, los ciudadanos se den la forma de gobierno que les convenga, Moreira impone a los ciudadanos cómo y cuándo organizarse, en su "nueva forma" de sociedad.
Moreira hace consistir su "nueva forma de gobernar...", en el reparto de una tarjeta para surtir la despensa. Todo ello, sacralizado en un culto radical que ofician asesores cubanos, que incluye "toma de protesta" y juramento de fidelidad al caudillo, y desde luego, cachuchas y camisas rojas que sirven de cortina de humo para ocultar la megadeuda de Coahuila, los pésimos servicios públicos y la ausencia tanto de obra pública como de promoción del empleo.
En medio del proceso electoral que vive Coahuila para renovar ayuntamientos, lo primero que viene a la mente del espectador, es que se trata de una estructura electoral vinculada a recursos públicos, para conseguir votos en favor del PRI.
El desplante se pasa de cínico, porque aunque el sistema Moreira ha incurrido en tales prácticas viciosas de manera sistemática, por mucho menos que esto se ha suscitado en el Estado de Veracruz un escándalo, que afecta las relaciones del Presidente Peña Nieto con la oposición a nivel nacional.
El arrebato y el descaro confirman que Torreón es un foco rojo para el moreirato, porque después del mal gobierno que sufre nuestra ciudad, no se entiende que el PRI conserve la alcaldía. En base a una exhibición escenográfica de músculo, Moreira y su partido emplean la guerra sicológica para golpear el ánimo de la oposición y de los electores inconformes, con el propósito de cambiar la percepción a favor de su causa a cualquier precio.
El evento de Rubén en el Coliseo Centenario, hace recordar que en ocasión de su quinto y último informe de gobierno, su hermano Humberto montó un escenario semejante en ese mismo lugar, aunque con invitados de más altos vuelos, antes de escalar la cúpula nacional del PRI y de ahí precipitarse al abismo, porque como dice la escritura, "antes del quebranto es la soberbia…" (Proverbios: 16:18-20).
Con independencia de los frutos que rinda el montaje es condenable, porque implica la desviación de recursos públicos hacia la estructura electoral del partido en el poder y vulnera la dignidad de coahuilenses atenazados por el hambre, que son obligados a rendir pleitesía a Moreira. Entre los alcaldes acarreados de todo el Estado, Rubén se hace acompañar del mismísimo Eduardo Olmos, que sale del agujero en el que estuvo escondido sin dar la cara a los ciudadanos de Torreón, que durante tres años y medio demandaron su atención inútilmente.
El evento no fue previamente anunciado, ni la publicación en comento dice ni el día ni la hora de su celebración. Lo cierto es que el montaje ocurre durante la llamada "tregua electoral", que es una mordaza de la Ley de Coahuila en virtud de la cual, durante sesenta días entre precampaña y campaña, partidos y candidatos están impedidos de abrir el pico, en tanto que el gobierno de Moreira despliega propaganda a tambor batiente, a favor de su propuesta de más de lo mismo. Así como si fueran tontos, trata Rubén Moreira a sus gobernados.
