Al reparar en los sucesos amargos e incomprensibles propios del quehacer político de México, escuchamos, y decimos, con frecuencia, "es kafkiano". Personas más audaces, alegan que los progenitores de Franz Kafka se equivocaron al escoger Checoslovaquia como su cuna, "Kafka, argumentan, nació en México".
Quienes no son amantes del universo kafkiano, cuando se refieren a alguno de los incontables sucesos impensables, pero reales, propios del tiempo mexicano, afirman, "es surrealista".
Kafkiano alude a situaciones trágicamente absurdas. "Es surrealista", cuando no se habla de arte, hace hincapié a ideas o situaciones que buscan representar o crear una realidad a partir de sucesos irracionales. México, donde la Realpolitik manda, es, si no la principal, una de las grandes sedes mundiales de sucesos kafkianos y surrealistas.Cualquier ocioso podrá comprobar mi ociosa hipótesis: Basta escribir en Google "kafkiano México" para comprobar mi idea; alguien, doblemente ocioso confirmará mi oficio: escribir, en Google, "surrealismo México", teniendo cuidado de excluir las actividades literarias y pictóricas, transformará mis hipótesis kafkianas y surrealistas en teoría, cuya patente, es México.
Con el paso del tiempo, y bajo la égida de la realidad nacional, lo kafkiano y lo surrealista han dejado de ser suficientes. Se ha dicho, hasta el hartazgo, y con razón, que en nuestro país la ficción supera a la realidad. La victoria de la ficción sobre la realidad exige nuevos epónimos. Sugiero agregar procusteano a nuestro léxico. Procusto no compite ni con Kafka ni con Apollinaire, creador del término surrealismo; al contrario, enriquece el panorama.
Procusto, en griego, estirador, fue hijo de Poseidón, dios de los mares. Debido a su herencia, era un hombre alto y fuerte. De acuerdo a la mitología griega, Procusto obligaba a las personas, tras ofrecerles morada, a tenderse en una cama de hierro: a las altas, cuyos cuerpos no se ajustaban al lecho, les serraba los pies; a las de talla baja les estiraba las piernas hasta que su cuerpo se ajustaba al fatídico camastro. Otra versión asegura que Procusto poseía dos camas, una larga y una corta, y, una más, que la cama contaba con un mecanismo móvil, cuyo fin era alargar o acortar el lecho con tal de que nadie se acoplase a ella. El resultado era siniestro: todas las personas sufrían mutilaciones o desencajamientos de sus huesos. Gracias a Teseo, rey de Atenas, el destino de Procusto fue similar al de sus víctimas; tras capturarlo lo acostó en el camastro de hierro y lo sometió a la misma tortura: con un hacha le cortó las piernas y después lo decapitó.
La mitología griega siempre enseña. Procusto pretendía significar la realidad de acuerdo a sus perspectivas e intereses. Con el fin de alcanzar sus metas, yermo de autocrítica -él era la medida de todo-, seguía patrones preestablecidos: nadie encontraba acomodo en su cama; además, deformaba la realidad utilizando dos camas o por medio del mecanismo móvil. Procusto era "totti potencial": siempre actuaba de la misma forma. Sus víctimas no tenían escapatoria. En el lecho eran sometidas a la voluntad del verdugo.
Los gobiernos mexicanos han hecho esfuerzos denodados, consciente, o inconscientemente para someter a la población. En muchos sentidos sus conductas semejan las doctrinas de fe; prohibir disenso, clausurar dudas e impedir controversias son dogmas de fe y dogmas de la Realpolitik mexicana. No educar, no brindar información y no proveer conocimiento, conductas enriquecidas por miseria y alimentadas por chantaje son las bases ideológicas y pragmáticas de nuestros gobiernos. Imposible concebir de otra forma la situación actual del país e inentendible el escaso número de marchas o manifestaciones antigubernamentales.
Más de la mitad de la población, los pobres, es víctima de conductas procustianas. Los discursos victoriosos de nuestros políticos, sus mensajes y su firmeza son ejercicios procustianos: acomodar la realidad a su irrealidad es leitmotiv. Afirmar que la población mexicana cuenta con seguro universal en salud -como sucede en Suecia o Noruega-, sostener que el salario mínimo es suficiente para la canasta básica -sin especificar ni el tamaño de la canasta ni la definición de básica-, y afirmar que se cumple en educación -aunque muchos maestros ejerzan tras haberse titulado como profesores en tele secundaria-, es irrisorio y procustiano. Maquillar la realidad por medio de peroratas es prerrogativa de nuestros políticos; ganar, por medio de acarreos o despensas y deformar datos reales es meta procustiana.
Lo kafkiano, lo surrealista, y lo procustiano son parte de nuestra Realpolitik. Las destrezas de nuestros gobernantes no dejan de sorprender. Deforman sin cesar y ahí siguen. Inventan y perviven. Tuercen y persisten. Cambian de uniforme sin reparos morales: PAN por PRI, PRD más PAN, PRI menos PRD. "Todo es igual y nada es distinto" diría Kafka. Ni Procusto, ni Kafka, ni los sucesos surrealistas han sido suficientes para que Teseo desenfunde su hacha.