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¿Qué esperaban?

No hagas cosas buenas...

ENRIQUE IRAZOQUI

Una encuesta pagada por El Siglo de Torreón a más de 1,700 laguneros arrojó datos donde la sensación generalizada es que los gobernadores de Coahuila y de Durango tienen abandonada a la Comarca Lagunera. Además la calificación que los ciudadanos dan a los mandatarios estatales es reprobatoria: Rubén Moreira de Coahuila es evaluado con 4.9 de calificación; Jorge Herrera de Durango obtiene dos décimas menos, 4.7.

No es una novedad por supuesto el que se haga notoriamente público la calificación que se les brinda a los gobernadores acerca de su gestión en tierras laguneras. Por décadas, la región no ha sido jamás prioridad para los gobiernos centralistas de Saltillo y de Durango. Lo que sucedía, es que La Laguna tuvo siempre su vida aparte. El comercio vigoroso, propiciado en sus inicios por el cruce de vías, que dio pie al crecimiento de la Villa de Torreón, hasta las décadas de abundancia, merced del trabajo arduo, que dejó primero el algodón y ahora la industria lechera, acompañados por una desarrollo industrial local que creció también de la mano, además del referente mundial de las industrias Peñoles, propiciaron al final que La Laguna no notara tanto el desequilibrio que ciertamente ocurría.

En Coahuila, Saltillo vivía apacible como lo es propio de una capital de estado de su tamaño. La vida palaciega alrededor del Gobierno del Estado y la presencia casi única del Grupo Industrial Saltillo (GIS), eran las entidades suficientes para detentar los poderes políticos y económicos. Con los años, la llegada de la industria automotriz a la capital coahuilense le dio un vuelco a su estilo y calidad de vida. Ahora Saltillo era mucho más y con mayores perspectivas de crecimiento muchos aspectos. Su ubicación geográfica fue un factor importante para esto sucediera.

Los años siguieron pasando y las leyes propias de la economía fueron imponiendo sus inexorables condiciones. Ahora Coahuila tenía una capital con una importantísima industria y su gran vida burocrática, suficiente para colocarla ya en otro nivel.

Sin embargo, primero con la llegada de Enrique Martínez y Martínez a la primera magistratura, este efecto se pronunció aún más. Su gobierno fue muy activo en atraer inversión, sí, pero mayormente para la región sureste del estado, es decir, para Ramos Arizpe y por supuesto, Saltillo.

Desde el tiempo de Rogelio Montemayor, oriundo de Sabinas, que a La Laguna llegó John Deere, nada de dimensiones similares ha llegado acá. En cambio el clúster automotriz continuaba en expansión, además de la atracción de mayor industria que el gobierno ya de Humberto Moreira hacía para Saltillo, rendía frutos. Hay que decir también que en el período del profesor se logró la instalación gigantesca de la fábrica cervecera de Grupo Modelo en Nava, al norte del Estado, pero a La Laguna no le cayó nada de esas dimensiones.

En los últimos diez años, los cambios económicos mundiales y la participación cada vez mayor de China, desarticularon la industria maquiladora lagunera del vestido, que llegó a ser la primera productora en el mundo en su tipo, durante el sexenio del doctor Montemayor. Y eso hizo que empezara a notarse la falta de nuevas inversiones en la región.

El desdén primero de Martínez y el desprecio de Moreira fueron factores importantes para el hundimiento de La Laguna. Por supuesto que la violencia del crimen organizado afectó, pero mucho más, y si a eso se le agrega la sequía histórica, que afecta a la agroindustria local, no puede haber peores resultados.

El caso de Durango es similar. Si en Saltillo la vida burocrática ocupa un espacio muy importante, en Durango casi es el único, ya que no ha tenido nunca el desarrollo industrial que ahora ya tiene la capital coahuilense.

Circunstancias diversas por muchos años han dificultado el desarrollo del estado duranguense. La localización geográfica y la falta de comunicación lo empujaron al aislamiento y quizá por eso el letargo que por mucho tiempo se vivió. Pero la capital por ejemplo, es rica en cultura e historia, además de un entorno natural bello. Sin embargo, la falta de dinamismo lo tenía prácticamente estancado.

El Gobierno de Ismael Hernández se propuso comunicar al estado y con la colaboración del Gobierno Federal logró impulsar la autopista Durango-Mazatlán, lo que facilitará de gran manera la comunicación con el Pacífico mexicano, además del redondear el eje transversal Mazatlán-Matamoros. Además de esta rúa, están en marcha otras más, como la que irá a Guadalajara, la ampliación de la carretera a México, así como la ampliación de la que conecta con Chihuahua. En unos años, porque la burocracia es muy lenta, la capital duranguense estará mucho mejor comunicada, lo que abonará en su desarrollo.

A la par de estas obras Ismael puso en marcha un rescate de los monumentos históricos de Durango capital, así como el rescate del Centro Histórico. Estas directrices las ha continuado el gobernador Herrera, y Durango, sin duda, tiene hoy una gran belleza colonial, amén de la restauración en serio que se ha llevado a cabo. Hoy Durango es un atractivo destino turístico colonial.

Qué bueno que tanto a Saltillo como a Durango les haya ido mejor, el problema es que a La Laguna sólo se le han dado migajas. Por La Laguna duranguense quizá la obra en la Curva del Japonés, construida con recursos federales del Fondo Metropolitano es lo más rescatable, porque industrias o mejoras considerables no ha habido. Decir que se han hecho cosas para restablecer la seguridad no es un mérito, es una obligación de la autoridad.

Torreón y Matamoros sí han tenido obra pública, el problema es que fue mucho menor en proporción a la que se hizo en Saltillo y el saldo fue una megadeuda que todos los coahuilenses pagarán por igual. Esto es, aparte del robo al erario, a Saltillo y el resto del estado se le dio más obra, pero a la hora de deber, todos debemos parejito.

Estas pueden ser algunas de las causas por las que la gente lagunera da calificaciones reprobatorias a sus gobernadores, ¿ y qué esperaban? Lo peor de todo es que no se contempla en el horizonte un cambio de rumbo. Para Torreón no hay nada anunciado de calado importante y para Gómez Palacio, ni decirlo. No así para la capital duranguense, que está ya en la ruta del desarrollo.

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