NUESTRA CIUDAD no es la misma. Desde cualquier perspectiva o punto de vista que se le quiera ver, ha cambiado mucho y no precisamente para bien. La que en un pasado cercano fue reconocida y conocida en todo el país como "La ciudad de los grandes esfuerzos", parece que ya dejó de serlo, esto por decir lo menos.
ESTAS TIERRAS fueron pobladas desde fines del siglo XIX y las dos primeras décadas del XX, por hombres y mujeres venidas de todos los confines del mundo y de los estados de la república. Se le conoció en aquellos tiempos y tenía fama en el extranjero. En esa pequeña estación de ferrocarril enclavada en medio de un desierto y lejos de todo y de todos, era la ciudad en donde se podía crecer, progresar y crear en paz una familia. Nada de eso parece ser ahora posible.
EL ESPÍRITU de aquellos pioneros fue primeramente el de hacerse ricos y rápidamente. Esa fama tenían estas tierras. La de poder enriquecerse en unos cuantos años para después abandonarlas. Muchos lograron hacerse ricos, pero la gran mayoría ya no pudo abandonarla y se quedó para engrandecerlas.
EL DINERO QUE CORRÍA a manos llenas gracias al oro blanco. Mucho se derrochaba, pero otra parte se reinvertía compulsivamente aquí. Eso hacía crecer los negocios, la construcción de edificios, el poblamiento de decenas de colonias urbanas, el establecimiento de fábricas, de despepites, de fábricas textiles, industrias jaboneras y aceites, a la metalúrgica Peñoles, a los grandes establos, el cultivo de la viña, del trigo, de forrajes así como la producción de leche y sus derivados.
SE LLEGARON a establecer en nuestra comarca más bancos, instituciones de crédito y financieras que en cualquier otra ciudad del país. El movimiento financiero regional era entonces el segundo del país después de la Ciudad de México. Más que en Monterrey o Guadalajara. Por algo el Banco de México levantó su edificio frente a la Plaza de Armas hoy presidencia municipal.
Crecieron los grandes centros comerciales y se expandieron por toda la república. Se mantuvo por años un interesante círculo o lazo simbiótico entre ejidatarios, pequeños ganaderos y los agricultores que generaron producción y riqueza de manera más distributiva.
A LA MUERTE O RETIRO de los pioneros las segundas generaciones y las terceras, también en su gran mayoría, no estuvieron a la altura de los fundadores y la riqueza se fue concentrando en muy pocas manos.
LOS DETENTADORES de la riqueza ya no la invierten en nuestra ciudad como lo hicieron por décadas los regiomontanos en su tierra y nuestros pioneros aquí. Ahora los laguneros mandan millones de dólares para depositar en bancos norteamericanos de San Antonio, Houston o Dallas, en donde esos millones de dólares de La Laguna, son prestados a comerciantes, industriales, constructores y agricultores texanos para fomentar sus negocios y crear allá empleos y riqueza que no se crean aquí.
NUESTRAS GRANDES empresas nada o muy poco han hecho por nuestra región de la que sacaron sus enormes capitales. Por poner un ejemplo y ojalá me desmientan pues no saben el gusto que me daría: la cadena Soriana tiene domicilio fiscal en la Ciudad de Monterrey; ahí factura y retiene el IVA que finalmente beneficia al fisco regiomontano quien recibe beneficios fiscales por miles de millones de pesos y que gasta el Ayuntamiento de Monterrey en obras públicas. Lo mismo hace Lala que factura en Durango y el IVA se va para remozar el Centro Histórico de la capital.
IMPORTANTES CAPITALES laguneros que tienen su origen única y exclusivamente en esta región, se dedican ahora a comprar empresas aéreas, en lugar de reinvertir sus utilidades en nuestras tierras para crear nuevos empleos y volver a los tiempos de los pioneros. Menciono solamente algunos ejemplos que son muy notorios, pero en general esa es la política de nuestros empresarios ricos.
NOS QUEJAMOS por el estado de cosas que sufrimos en nuestra comarca cuando la mayoría de nuestros ricos, las clases medias y hasta los pobres, andan a salto de mata tratando evitar un mal encuentro con el crimen. Decenas de hogares laguneros están ahora de luto por el asesinato de algún miembro de su familia. Hemos perdido nuestro sentido de solidaridad y el miedo que rige la vida de cada uno de nosotros, nos exige ver única y exclusivamente por nuestra familia.
PARA CAMBIAR este estado de cosas los primeros que debemos cambiar somos nosotros mismos. Volver a nuestros orígenes a los pioneros. Necesitamos la unidad de los laguneros en lo esencial; ser más compasivos y tolerantes con nuestros semejantes. Que los ricos inviertan aquí, que creen nuevas empresas, abran nuevos negocios. Que el dinero no se vaya de la comarca a financiar otras regiones y menos al extranjero.
PERO TODA VEZ que en tres cuartillas sería imposible hacer el diagnóstico más elemental sobre nuestra problemática. Me he permitido dar algunos pincelazos sobre un tema que debería ser preocupación permanente de todos nosotros los laguneros.
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