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¿Quién controla?

Addenda

GERMÁN FROTO Y MADARIAGA

Hay cuestiones de las que no me doy cuenta, si no es por los comentarios de mis amigos y personas cercanas.

Una de ellas, es la cantidad que cada padre de familia tiene que erogar al inicio de cursos, en útiles escolares, libros y otras cosas que se les exige a los alumnos para poder ingresar a la escuela.

Estoy consciente que cada curso exige determinado número de libros nuevos. Pero de ahí a pedir cuadernos, lápices, plumas, colores en exceso, se me antoja un verdadero abuso.

Y más si se toma en cuenta que, algunas familias, no tienen un hijo o dos, sino más de esa cantidad, lo que me lleva a pensar cómo le hacían nuestros padres, si las familias de antaño se formaban por cuatro o cinco hijos y a veces más.

Pero creo que antes no exigían tantas cosas. Los libros de ese curso y algunos cuadernos de raya o cuadrícula, para ciertas materias y nada más.

Mí padre nos pedía a cada uno la lista de útiles y trataba de allegarnos todos los elementos. Pero recuerdo que a mí me daban los cuadernos del año anterior, quitándole las hojas usadas y nada más me decían: "Sígale con ésos". Nadie protestaba.

La mochila de cuero, en la que llevaba diariamente los útiles, tuvo varias visitas al "buen despacho", para que la remendaran. Era de cuero muy duro, pero todo tenía un límite.

Aún en secundaria, el "Álgebra de Baldor", pasó de mano en mano, durante años, con familiares y vecinos, hasta que un día, pasados muchos años, volvió a las mías, merced a la generosidad de una madre de familia que en Saltillo, me dijo: "Este libro es suyo". ¿Cómo llegó a Saltillo?, lo ignoro.

Pero ahora, para poder entrar a la escuela, les exigen hasta pañuelos desechables, papel sanitario y conos para tomar agua, ante lo cual me preguntó: "¿Qué ponen los colegios?" si todo lo exigen.

Estoy consciente de que puede ser que eso no suceda en las escuelas públicas. Pero se me hacen demasiadas exigencias para aquellos padres que, haciendo un gran esfuerzo, mandan a sus hijos a los colegios particulares.

Y en los más popof, hasta computadora portátil le exigen al alumno, lo cual pone a los padres en un verdadero predicamento.

Me dicen que un niño de kínder, puede costar entre cuatro y cinco mil pesos mensuales de colegiaturas, más los gastos adicionales, como uniformes, útiles e inscripción.

Y no obstante lo caro de la educación, cada día es de menor calidad ésta.

Me pregunto: ¿quién controla esos costos? ¿La Secretaría de Educación? ¿Profeco? ¿O todo está dentro del libre mercado?

Y para colmo, por razones que no vienen a cuento, los niños ingresan a la escuela cada vez a menor edad. Antes entraba uno a los cinco años. Ahora tienen que llevarles hasta pañales, porque los ingresan cuando aún no saben ni ir al baño.

Es verdad que la vida y sus complicaciones, nos han llevado a que los dos padres trabajen y deban buscar, dónde dejar al niño en lo que ellos buscan el sustento.

Pero por lo mismo, los descuidan más y les cuesta más, aunque no exista otra solución.

Antes la mamá se encargaba del cuidado de los niños y de su educación familiar. Ahora no saben, a veces, ni en manos de quién los dejan.

Y luego nos quejamos de que la unión familiar se va perdiendo y crece la inseguridad.

¿Cuánto cuesta la educación total de un hijo? Creo que una fortuna. Si yo hubiera ahorrado lo que cuesta un hijo, sin lugar a dudas sería millonario.

Compadezco a los padres de familia y ruego a Dios, para que les dé los medios para atender dignamente a sus hijos.

Por lo demás: "Hasta que nos volvamos a encontrar, que Dios te guarde en la palma de Su mano".

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