¿Quieres no casarte conmigo?
Desde su estreno en 1994, Cuatro bodas y un funeral cautivó al público y la crítica con un agradable y fino humor y sus entrañables personajes. Luego de 18 años el calificativo de referencia a la cinta es uno: clásico de la comedia romántica.
¿Es la pareja producto de un destino manifiesto o de una necesidad de compañía? ¿Existe la persona ideal de la cual uno se enamora a primera vista? ¿Vale la pena buscar a ese extraordinario amor que nos guarda el destino? O ¿es preferible dejar de lado las pretensiones y elegir alguien agradable que nos quiera y respete, para no pasar en soledad el resto de nuestras vidas? Este es el dilema que plantean Richard Curtis (guionista) y Mike Newell (director) en la curiosa comedia romántica Cuatro bodas y un funeral (Four Weddings and a Funeral, 1994), película que si bien acaba de cumplir la mayoría de edad, ya es un clásico del género.
ENTRE JÚBILOS Y UN LLANTO
Aunque contiene múltiples subtramas, el argumento general es simple. Charles (Hugh Grant), enamoradizo solterón inglés, despierta tarde -como siempre- para acudir a la boda de Angus y Laura. Luego de varias maldiciones y un extravío llega a la ceremonia a bordo del pequeño auto de roomate, Scarlett (Charlotte Coleman). Ahí, además de reunirse con sus amigos, todos solteros, y de hacer el ridículo como padrino de anillos, conoce a la estadounidense Carrie (Andie MacDowell), de la cual queda prendado. Y después de unos breves y torpes intercambios de palabras, hombre con suerte, termina metido en la cama con ella. Pero al amanecer Carrie regresa a América, no sin antes sugerirle reticentemente que deben contraer matrimonio. La duda y sorpresa de él transforman la insinuación en una broma. Y así, sin más, se separan... hasta que viene el próximo casamiento.
Bernard y Lydia se enamoraron en la ceremonia de Angus y Laura, luego de confesarse su soledad. Nuevamente Charles y Scarlett llegan tarde. En la fiesta, Charles vuelve a ver a Carrie. Todo pinta bien... hasta que le presenta a su prometido, Hamish (Corin Redgrave). Pese a la decepción, las cosas se dan y Charles termina otra vez la jornada en la cama con Carrie, aunque ambos saben lo que viene.
Días antes de su boda con Hamish, Carrie se encuentra con Charles. Él la acompaña a escoger su vestido de novia y luego a un café, en donde ésta le habla de sus 33 relaciones de pareja. Charles intenta decirle que se ha enamorado de ella, pero duda y vuelven a separarse.
Llega la fecha del enlace, que se convierte en un día de fuertes sucesos para Charles. Su amiga Fiona (Kristin Scott-Thomas) le confiesa que desde hace tiempo está enamorada de él. Henrietta, su desequilibrada ex novia, le presenta a su pareja. Gareth (Simon Callow), el más viejo del grupo, muere de un infarto luego de bailar y beber toda la noche. Es momento del funeral.
En las exequias para Gareth, Matthew (John Hannah) expresa a través del poema Funeral Blues (Melancolía de funeral) de W. H. Auden el profundo amor que sentía por el fallecido. Un amor que parece estar por encima incluso del manifestado en las ceremonias nupciales precedentes. Es en la abrupta separación y no en la unión que los sentimientos más hondos salen a flote.
La cuarta y última boda... no lo será. Charles y Henrietta están a punto de casarse. Entre los invitados aparece Carrie, quien informa al novio que se ha separado de su marido. La duda aplasta a Charles. Y su hermano David (David Bower) le ayuda a tomar la drástica decisión. Al final, todos habrán encontrado a su pareja.
EL AMOR SEGÚN CURTIS Y NEWELL
En la clave de la comedia romántica, Cuatro bodas y un funeral recurre a los clichés del género de una forma casi paródica; es ahí donde radica en gran medida su poder de atracción. Charles es un tipo encantador, pero bastante torpe a la vez. Carrie es una mujer aparentemente fría, pero emocionalmente frágil. La reunión de ambos es improbable a simple vista, pero en el código del filme están hechos el uno para la otra. Aunque en este caso es la mujer la amante y el hombre el amado. Carrie es quien se va. Charles, desilusionado, se queda. Él es el indeciso y Carrie no lo espera. Pero es ella quien vuelve.
La escena final del beso bajo la lluvia, apoteosis del romanticismo fílmico, fue construida de tal forma que da nuevo sentido al cliché. Es un beso que más allá de anunciar un “y vivieron felices por siempre”, plantea una mera posibilidad: “Vamos a intentarlo de otra forma”.
Aunque es en las bodas donde se desarrolla la mayor parte de la trama y se desencadenan los encuentros amorosos, el funeral resulta el acto sublime que lleva al amor a planos superiores. “No tengo palabras”, dice Matthew y recurre a un poema. En los actos nupciales sobran los diálogos. Pero son un mero protocolo que culmina con el “sí, acepto”. Y el amor de Matthew y Gareth, después de todo, es el de dos personas que no están casadas. La propuesta de Charles a Carrie es, al final, una no-propuesta. Las condiciones del prototipo romántico parecen las mismas en forma, pero en el fondo no lo son.
Todo este trabajo de construcción emocional y reconstrucción del arquetipo de pareja es labor de Richard Curtis, autor de un impecable guión, de una trama que avanza sin prisas y en donde hasta los detalles más pequeños cuentan. Un bonito sombrero negro es lo que motiva la primera conversación entre los protagonistas. El desayuno que al principio de la cinta se prepara Gareth anticipa su final. Hasta la evidente estupidez del millonario Tom (James Fleet) -otro cliché parodiado- tiene un sentido para la trama más allá de los gags.
A partir de ese excelente guión, Mike Newell pulió el diamante con sutileza a la hora de trasladarlo a escena. Apoyado en la fotografía de Michael Coulter y un reparto consistente, Newell dejó fluir la historia sin sobresaltos. Lejos del efecto de la gran carcajada, lo que motivan el director y su equipo son sonrisas cómplices y una enorme empatía con los personajes, quienes con unas cuantas pinceladas desnudan su carácter a la audiencia.
Pocos peros hay para el elenco. Quizá el aspecto más evidente es que el papel de Fiona le queda chico a una Kristin Scott-Thomas encantadora, incluso más que Andie MacDowell, quien de pronto no se muestra tan convincente.
Otro enorme acierto de la película es la banda sonora que incluye piezas de George Gershwin (But not for me), Elton John (Crocodrile Rock) y las melosísimas Can’t Smile Without You y Love is all Around. La partitura incidental corre a cargo del prestigiado y ecléctico Richard Rodney Bennet, quien cumple sobradamente su misión de soporte sonoro.
Más allá del buen humor y los momentos profundamente emotivos, lo que hace a Cuatro bodas y un funeral un largometraje entrañable es la cercanía y complicidad que consigue establecer con el espectador receptivo, quien conforme avanza el filme va sintiéndose parte del sui géneris círculo de amigos de Charles. Aunque explora la fórmula, no pretende ser una típica comedia romántica. Y en ese camino, rejuvenece al género y le proporciona viento nuevo a sus desgastadas velas.
Twitter: @Artgonzaga
FICHA TÉCNICA
Título original: Four Weddings and a Funeral
Dirección: Mike Newell
Guión: Richard Curtis
Producción: Duncan Kenworthy
Fotografía: Michael Coulter
Edición: Jon Gregory
Música: Richard Rodney Bennet
Actuaciones: Hugh Grant, Andie MacDowell, James Fleet, Simon Callow, John Hannah, Kristin Scott-Thomas, Rowan Atkinson.