Descontento. Gobierno trata de analizar la situación en torno a las protestas.
BRASILIA, BRASIL.- Más de una semana de multitudinarias y violentas protestas en todo Brasil han tropezado con el estoico silencio de la presidenta Dilma Rousseff, incluso después de convocar una reunión de emergencia con los principales miembros del gabinete, en respuesta a los problemas cada vez mayores.
El gobierno demoró hasta ayer viernes para confirmar que Rousseff se dirigirá al país en las próximas horas, pero con un mensaje grabado.
Tratar de descifrar la reacción de la presidenta a la agitación se ha convertido en un pasatiempo nacional, especialmente después que aproximadamente 1 millón de manifestantes antigubernamentales se lanzó a las calles la noche anterior en todo el país para denunciar todo tipo de problemas, desde los servicios públicos de mala calidad hasta los miles de millones de dólares invertidos en la preparación de la Copa del Mundo de futbol el próximo año y los Juegos Olímpicos que se celebrarán en Río en 2016.
Las protestas continuaron ayer viernes cuando unas mil personas marcharon en Río de Janeiro y algunos invadieron un enorme centro de artes construido a un costo de 250 millones de dólares, que permanece vacío después de años de obras. La Policía trató de dispersar a los manifestantes con gases lacrimógenos mientras helicópteros sobrevolaban la zona.
Hubo otras protestas en la ciudad más poblada del país, Sao Paulo, y en Fortaleza, en el noreste, mientras los manifestantes convocaban a movilizaciones en 10 ciudades para hoy sábado. "Este es un fenómeno que involucra al pueblo brasileño y el despertar de una nueva conciencia", expresaron los líderes religiosos en el comunicado. "Las protestas nos muestran a todos que no podemos vivir en un país con tanta desigualdad".
Rousseff, una antigua rebelde marxista que combatió al régimen militar de Brasil (1964-85), nunca había sido elegida a un cargo antes de asumir la presidencia en 2011 y se le ve claramente incómoda con toda la atención.
La presidenta es la protegida política del expresidente Luiz Inacio Lula da Silva, un carismático exlíder sindical cuya tremenda popularidad lo ayudó a que eligieran a su exjefa de gabinete a la presidencia. El estricto estilo de gestión de Rousseff, tecnócrata de carrera y graduada de Economía, cuando era asistente de Lula le ganó el sobrenombre de "La Dama de Hierro", que claramente detesta.
Aunque Rousseff se ha mantenido alejada del público, Roberto Jaguaribe, embajador brasileño ante Gran Bretaña, declaró ayer viernes al canal de noticias CNN que el gobierno estaba tratando de contener las protestas.
Jaguaribe calificó de "muy delicado" el abanico de exigencias de los manifestantes. "Uno de nuestros ministros que maneja estos asuntos de la sociedad civil dijo que sería presuntuoso de nuestra parte pensar que sabemos lo que ocurre", expresó el embajador. "Es un proceso muy dinámico. Estamos tratando de conocer qué sucede, porque ¿con quién hablamos, quiénes son los líderes del proceso?"
Marlise Matos, politóloga de la Universidad Federal de Minas Gerais, dijo que la respuesta del gobierno no era suficiente. "El gobierno tiene que responder, aunque la agenda parezca poco clara", dijo.
"Debe ser la propia presidenta la que salga a dar una respuesta. Pero creo que el gobierno todavía está haciendo cálculos estratégicos para decidir cómo responder. Me gustaría que se convoque a un referendo sobre la reforma política. Que el pueblo decida qué clase de sistema político y electoral tenemos".
Los observadores de los temas brasileños fuera del país también se mostraron asombrados por el silencio del gobierno, aunque Peter Hakim, presidente emérito de la organización Diálogo Interamericano, con sede en Estados Unidos, dijo que conocía la complejidad del panorama político brasileño, especialmente con las protestas en zonas donde la presidenta no es popular.
Ap
250
MILLONES
Costó el centro de artes invadido por manifestantes.
Protestas comprometen visitas del Papa
El secretario general de la Presidencia brasileña, Gilberto Carvalho, admitió ayer que las manifestaciones que sacuden a Brasil desde la semana pasada pueden comprometer la visita que realizará el próximo mes el papa Francisco al país para participar en la Jornada Mundial de la Juventud.
El ministro manifestó su preocupación en una reunión con varias autoridades para tratar los preparativos de la visita del pontífice que estaba cerrada para la prensa, aunque sus palabras fueron captadas por cámaras de televisión autorizadas a realizar imágenes.
"Tenemos una serie de complicaciones y preocupaciones. Lo que está ocurriendo (las manifestaciones) puede tener reflejo en la Jornada (Mundial de la Juventud)" , afirmó Carvalho, que tiene estatus de ministro, según una transcripción de sus palabras divulgada por diferentes redes de televisión.
"No puede decir que la Jornada ocurrirá en un clima igual al de los días de hoy porque la coyuntura evoluciona tan rápido que no podemos profetizar, pero tenemos que estar preparados en caso de que ocurra con un clima como el generado por las manifestaciones de hoy en el país", afirmó. El secretario general de la Presidencia afirmó que el Gobierno realizará todo lo posible para garantizar el éxito de la visita que el Papa realizará a Río de Janeiro entre el 22 y el 28 de julio.
Carvalho agregó que la propia presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, está preocupada con la situación generada por las manifestaciones y que podrá realizar un pronunciamiento sobre el asunto este mismo viernes."Dilma (Rousseff) está preocupada. Vamos a convocar a la sociedad brasileña para adoptar medidas de contención. Tenemos que impedir ese tipo de manifestaciones que no le traen nada bueno al país", afirmó el funcionario.