Por algún retrueque mental, los mexicanos somos más apegados a la madre que al padre. La mayor ofensa que podemos recibir, es que nos la recuerden ofensivamente.
Por ello, también, el diez de mayo es una fecha que se festeja con bombo y platillo y todo mundo desea buenamente darle un regalo a su madre o llevarle Las Mañanitas en ese día tan especial.
En aquellos años y por esos días, "la privada" de la Degollado, se llenaba de alegría y todos presumían los regalos que entregarían a sus madres el día señalado.
En las escuelas nos ponían a hacer manualidades o, ya de perdido, juntaba uno para comprarle el "bonito juego de vasos" o la jarra de cristal para el agua fresca. Por lo común le regalábamos cosas para la casa o cualquier otro detallito insignificante, pero nada que a ella le pudiera interesar en verdad.
Rara era la vez que el padre se discutía con algo realmente atractivo para ella, pues si lo hacía, bien se cuidaba de no hacerlo en ese día, porque el regalo se abonaría a los niños y no al padre.
Pero las madres eran felices o al menos eso aparentaban para no hacernos sentir mal.
Sin embargo, en la parte más profunda de nuestra formación, está grabada la impronta de madre de una manera permanente y eterna.
De ella aprendí a rezar y por su intervención fui a parar con los jesuitas, lo que me marcaría para toda la vida.
Gracias a la formación liberal de mi padre, mi carácter se centró en un punto favorable; pero si por ella fuera yo hubiera ido a parar al seminario, lo cual no es malo, cuando se tiene vocación, pero no por que otra persona lo haya decidido por uno.
La paciencia y la tolerancia las aprendí de ella, aunque ignoro si habré logrado ejercitarlas correctamente. También el sentido del ahorro, pues yo no sé en verdad cómo le hacía para que siempre hubiera comida en la mesa. No había abundancia, pero no faltaba nada.
Era sumamente hacendosa y su cocina siempre olía muy rico, de manera especial en las tardes cuando se ponía a cocinar tortillas de harina. El olor me atraía desde lejos, como la flauta de Merlín, verdaderamente embrujado por ese aroma.
Ella se encargaba de mi uniforme y no sé cómo le hacía para cubrir los agujeros de esa ropa que a diario se producían por las travesuras que hacía. Pero, ponía un parche aquí y otro allá y hacía que el uniforme durara más tiempo del que se hubiera pensado.
Recuerdo igualmente, que solía hacer unos frijoles refritos, verdaderamente deliciosos, que con las tortillas de harina se convertían en un manjar para un paladar hambriento.
Se esforzaba por comprarme un par de zapatos al mes, de los que se requerían para la escuela, pero me duraban justamente eso, aunque fueran de los "Coloso", quesque aguantaban mucho, pero a mí sólo me duraban justo un mes, porque cumplida esa fecha ya estaban todos raspados o se les habían zafado las suelas y yo les ponía un mecate amarrado a ellas para que no sonaran al caminar.
Yo fui un niño terriblemente desordenado; que solía aventar la mochila por allá, los zapatos más allá y la ropa la regaba por todo el pasillo de entrada de mi casa; pero mi madre me volvió ordenado, sin pronunciar una sola palabra o admonición, simplemente iba detrás de mí recogiendo todo lo que tiraba. Ese ejercicio duró menos de quince días, hasta que entendí que no era justo que ella se fuera agachando a recoger todo lo que yo tiraba; con el puro ejemplo tuve para volverme ordenado y casi diría que odiosamente ordenado.
Como todo buen lagunero, soy terriblemente malhablado, pero la primera vez que ella me escuchó decir una mala palabra, me miró con ojos de reproche tan agudos que con eso tuve para no volver a pronunciar majadería alguna delante de ella o de mi padre.
La madre forma o mal forma, pero por lo común, ella es puro amor, aunque las hay que, por alguna razón, desconocida, odian a sus hijos y en la primera oportunidad los corren de la casa.
Desde que iba yo a nacer, ella hizo que me aferrara a la vida, pues el pronóstico que le habían dado era que, por complicaciones en la "posición", lo más probable era que yo muriera al nacer, a lo que ella se negó rotundamente a aceptarlo y me hizo nacer contra todo pronóstico, por ello siempre le estuve más agradecido de lo usual.
Siempre la amé profundamente y creo haber sido un buen hijo; pero de que la hice batallar desde la concepción, no hay duda, por eso estas líneas van en su recuerdo y homenaje, como seguramente todos recordaremos a nuestra madre en este día.
Por lo demás: "Hasta que nos volvamos a encontrar, que Dios te guarde en la palma de Su mano".