La verdad sea dicha, no esperaba una expresión de amistad tan valiosa. Pero ocurrió y llegó a mí en uno de estos días que traen a uno recuerdos e interés en demostrar estimación de ambos lados: la que se da al objeto obsequiado y el aprecio hacia la persona que lo recibe. Varios libros me han llegado en ocasiones como esta, y siempre han despertado mi emoción, más la que me produjo el volumen que ahora me envió Alejandro Encinas -"Humanidad recuperada", lleva por título- es, quizás, profunda como ninguna. Sí, porque se trata de una monografía de la obra y la personalidad de un pintor y grabador mexicano excepcional: Pablo O'Higgins, un hombre al que conquistó México: su paisaje y su pueblo, su historia y su presente.
Resultará extraño que en un grave momento de la vida política del país, un periodista que dedica sus escritos a señalar las carencias de amplios sectores de la población y los actos de una demagogia que ha alcanzado bárbaras expresiones, resuelva dedicar estas sus líneas quincenales a reseñar un libro en el que se reproducen 30 trabajos del grabador, muralista, luchador político y humanista que se incorporó a la trascendental obra artística de los pintores mexicanos en los años 20. Mas lo he decidido así, porque, en un momento en que eso que llaman "clase política" lanza las peores expresiones de su perfidia contra instituciones creadas por el espíritu revolucionario mexicano, el país requiere que las mejores expresiones de su cultura sean destacadas, mostradas en su brillantez. Y el caso de O'Higgins es ejemplar, y el libro que glosa su obra es magnífico.
Mas junto al hecho de que Alejandro Encinas resolviera enviar el hermoso volumen, se produjo un acontecimiento -tal vez casual, quizás fortuito- que me entusiasmó: la publicación en Forum, el periódico electrónico de mi viejo amigo y compañero Eduardo Ibarra, de tres artículos acerca de la infamia de "esa clase", mediante la cual se desfigura la Constitución -lo afirma el eminente jurista Diego Valadez-, se lanza a la destrucción de la Constitución de l917 -acusa Adolfo Gilly-, dedica los infaustos días -el afortunado calificativo es de Rolando Cordera- a improvisar "un gran guiñol, una mascarada adelantada del carnaval" en las sedes de los poderes Ejecutivo y Legislativo.
Afirmó que esos tres artículos, publicados en Forum en los mismos días que recibía el obsequio de Alejandro, llenan una necesidad de la vida política actual de México, y desde mi punto de vista no requieren comentario o complemento alguno. En todo caso requieren la más amplia difusión. Yo, por mi parte, recomendaré -recomiendo ya- su lectura, ya que fueron publicados juntos en una misma edición y cuya reprise se debió a una petición personal mía.
Mas yo debo volver al libro sobre O'Higgins. Fue impreso y distribuido por la Fundación Cultural María y Pablo O'Higgins y el gobierno del Distrito Federal. En su presentación, Alejandro Encinas, entonces jefe de gobierno, subraya que Pablo fue "un artista que dedicó su vida a desarrollar el tema del ser humano con toda la fuerza y el talento que lo caracterizaron", al tiempo que María -la esposa del artista- expresa el agradecimiento por la edición pues ella atiende "a la preocupación de dar a conocer a México la obra del pintor…".
Prologa el tomo Miguel León Portilla, quien pone el acento en las obras "que versaron las causas por las que vivió y luchó…" así como "las formas de vida y las costumbres populares, raíz de identidad…", y es acompañado por juicios, valiosos en sí mismos, de sus amigos más cercanos, como fueron Fany Ravel, María Guerra, Lourdes Uranga López, Alberto Híjar, Macario Matías, Martín Reyes Vayssade, y Tomás Zurián.
Vaya, pues, nuestro saludo por tan necesaria obra y el deseo, que es también propuesta, de una pronta segunda edición.
(Periodista)
