PEMEX NO TIENE realmente un problema financiero. Cuenta con los recursos económicos necesarios para realizar las inversiones que demanda su desarrollo, crecimiento y modernización. No obstante los vicios históricos que han mermado su riqueza, el sindicalismo que padece y la enorme carga del pasivo laboral que gravita sobre la paraestatal, es una empresa que funciona.
UNO DE SUS PROBLEMAS más graves es el saqueo, que de sus ingresos hace la Secretaría de Hacienda, que la tiene al borde de una quiebra técnica. Pero además este eso, el Gobierno federal a través de esa Secretaría viene usando a la paraestatal como su máximo recaudador.
Pemex es el encargado de cobrar y retener los impuestos que son a cargo de los mexicanos que consumen sus productos. Para darnos un probadita sobre este tema, es de hacer notar que del precio final de un litro de gasolina o diesel, 70 por ciento son impuestos.
NUESTRO SISTEMA tributario no ha sido capaz de generar los ingresos que necesita el país para la creación de infraestructura y la operación del propio gobierno. Sin la existencia de Pemex el déficit financiero del gobierno sería casi del 40 por ciento anual. De ahí que tenga la imperiosa necesidad de recurrir a Pemex para poder sostenerse y cubrir ese 40 por ciento del ejercicio del gobierno con recursos del mismo Pemex.
HACIENDA ES MUY BRAVA y vigilante con los llamados causantes cautivos, a esos que tiene tomados del cuello, enredados en inacabables procedimientos, requisitos, trámites, facturas electrónicas, comprobaciones etc., sin embargo a quienes viven en la economía informal que ya representa más del 50 por ciento de la actividad económica del país, no los toca ni con el pétalo de una rosa. De ahí que seamos los pocos, quienes tenemos que pagar además de nuestros impuestos, lo que deberían pagar millones de mexicanos en la informalidad.
LA FALTA DE RECAUDACIÓN fiscal por parte del Gobierno federal tiene como consecuencia, entre otras muchas, que Pemex no tenga recursos propios para su desarrollo ni para reinvertir en su crecimiento e infraestructura.
De ahí que si el Gobierno federal no resuelve de fondo el problema de su propio financiamiento vía una Reforma Hacendaria y Fiscal, el problema de Pemex no podrá ser resuelto.
PERO ENTRAR A UNA REFORMA fiscal a profundidad para éste y todos los gobiernos anteriores, ha sido muy problemático y conflictivo con los grupos de poder económico y además, con los millones de mexicanos que ante la imposibilidad de conseguir aquí un trabajo medianamente remunerado o de irse como indocumentados al vecino país del norte, han preferido afiliarse a la economía informal.
DE AHÍ QUE EL GOBIERNO se encuentre ahora en el problema de tomar una correcta decisión. Esta ante la opción de abrir Pemex a la inversión privada con toda la problemática que esto representa y poder así suplir la falta de recursos para que Pemex invierta; y por otra parte el gobierno tiene que tomar otra decisión: hacer una reforma fiscal y hacendaria de gran calado no obstante se toquen puntos sensibles de los grupos informales con el consabido griterío, desgaste y costo político.
DE ESTA MANERA el Gobierno deberá sopesar cuál de las dos medidas tendría el menor costo político, ya que a estas alturas del partido no se ve posible que el PRI gobierno pueda hacer las dos.
HABRÁ QUE ESPERAR ver qué sucede los próximos meses para poder vislumbrar la ruta que tomará Peña Nieto en este espinoso y delicado asunto.