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Reforma que promueva las energías renovables

JOSÉ LUIS LUEGE

¿No sería maravilloso, queridos lectores, que pudiéramos decirle a nuestros hijos, salgamos a la calle y al parque a respirar aire puro, aquí, en plena ciudad de México?, ¿sería posible respirar sin contaminación, en medio del tráfico de esta hiper-imeca-tizada ciudad? Este es un sueño que sería realizable si el Congreso actúa con visión de largo plazo en la tan traída y llevada Reforma Energética.

La explicación es muy sencilla si nos asomamos al futuro para dejar de ver al petróleo y a las actividades relacionadas con él como la salvación nacional. Será muy fácil si concentramos nuestros esfuerzos en apostarle decididamente al transporte público suficiente, sustentable, cómodo y al alcance de todos; a las nuevas tecnologías automotrices a base de coches híbridos y eléctricos; y a las energías renovables.

En esta ciudad queremos respirar un aire más limpio que permita vidas más sanas y productivas. Queremos movernos con comodidad y rapidez, en una convivencia civilizada y productiva.

Queremos una ciudad vivible con transporte público de buena calidad para dejar de perder horas-hombre en embotellamientos que consumen vidas y que alteran los nervios del más templado.

¿No sería maravilloso? Este país ya no quiere depender del petróleo porque los residuos generados por los combustibles fósiles son una de las causas principales del cambio climático y del deterioro del aire en nuestras ciudades.

La capacidad de la atmósfera para almacenar los residuos que resultan del uso de los hidrocarburos está llegando a su límite, y es un límite muy peligroso y sin retorno. Me refiero especialmente al contenido del CO2 y otros gases y compuestos que tienen el efecto de acumular el calor que viene del sol. Todos los días la Tierra amanece un poco más caliente y este efecto se está acelerando peligrosamente a partir de la segunda mitad del siglo pasado. El 9 de mayo de este año, la concentración de CO2 alcanzó la marca record de 400 partes por millón (ppm), en una carrera que parece no tener pausa. Si las cosas siguen de la misma manera, en la segunda mitad de este siglo, la concentración llegará a las 600 ppm. Los efectos del CO2 sobre el clima se auguran devastadores y los sufrirán seres humanos que ya están aquí: nuestros hijos, nuestros nietos y algunos de los lectores de estas líneas también.

Es evidente que la mayor preocupación en esta reforma es cómo hacer que la renta petrolera del país se maximice, ya que el gobierno saca de ella más del 30% de su gasto. La causa de esta dependencia se llama "la enfermedad holandesa": en efecto, hasta nuestros días, el presupuesto del gobierno se resuelve con la renta petrolera y se postergan decisiones para una mayor recaudación y un menor gasto gubernamental. Se espera que la intervención de grandes inversionistas petroleros extrayendo enormes cantidades de crudo de las aguas profundas y pagando sustantivas comisiones compense la caída de los ingresos generados por Pemex y le permita a la paraestatal un respiro para organizar sus maltrechas operaciones sin dejar de aportar para el gasto público.

La Reforma Energética debe ir más allá de maximizar la renta petrolera. Se requiere revitalizar y reorientar toda la actividad petrolera y eléctrica de este país porque el panorama energético del mundo está cambiando. En un artículo reciente del The Economist, se vislumbra que el crudo está por terminar sus venturosos días dada la cada vez mayor dificultad de extraerlo; se acabó el petróleo fácil, se acabó la abundancia del gas y a pesar de la mejoría constante que se tiene por motores y sistemas de combustión más eficientes, posiblemente en 2016 se alcance el pico del consumo del petróleo, contra las alegres estimaciones de las grandes petroleras y de la Agencia Internacional de Energía.

Debemos ir preparando el camino para depender menos de los combustibles fósiles y más de fuentes renovables para generar electricidad a partir del viento, el sol, la biomasa, la geotermia y la minihidráulica. Este país necesita seguir el ejemplo de las naciones como España, Dinamarca, Alemania y otros que han diversificado su matriz energética con un contenido mayor de fuentes renovables cuya competitividad es cada vez mejor.

Imaginemos que nuestra ciudad sea la región más transparente, como la describió Carlos Fuentes, donde los autos y camiones ya no contaminen el aire y donde la electricidad que consumamos provenga, en su mayor parte, del viento y del sol. Imaginemos un mundo donde el cambio climático ya no amenace a la humanidad.

México puede poner su parte y dar el ejemplo. La reforma energética debe empezar por ahí.

Ex director general de Conagua

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