La semana pasada comenté sobre la salud de las finanzas públicas de México, en particular cuando se compara con la de los países desarrollados. Señalé, no obstante, la importancia de que la administración de Enrique Peña Nieto (EPN) se aboque a la tarea de abatir el déficit presupuestal y el nivel de deuda pública, así como mejorar las fuentes de financiamiento del gasto gubernamental.
Uno pudiera pensar que EPN tiene seis años para hacer esa tarea, pero en la práctica tiene poco tiempo para ello. El calendario político de nuestro país hace que la puerta para que una nueva administración haga cambios de fondo está abierta no más de un par de años.
La razón es sencilla. Si el Presidente no logra convencer a su partido y al PAN de la bondad de sus propuestas en ese lapso, los vientos políticos cambiarán de dirección según se acerquen las elecciones de 2015, donde se renovará la Cámara de Diputados.
Lo más probable, para ese entonces, es que los partidos políticos se abstengan desde fines del 2014 y durante la primera mitad del 2015 de apoyar medidas que pudieran ser electoralmente contraproducentes. Luego, como todos sabemos, comenzará la carrera presidencial del 2018.
Por consiguiente, Las reformas que no se discutan y aprueben éste, o a más tardar el próximo año, acabarán de vuelta en el tintero. Si esto sucede, seguiríamos en la mediocridad económica, pero para entonces con el peligro de también enfrentar complicaciones financieras.
Esas complicaciones no están hoy en la mente de los inversionistas, y por buenas razones. Los vientos, hasta ahora, han sido favorables para nuestro país, pero eso puede cambiar en el futuro.
El entusiasmo reciente por México se debe, esencialmente, a dos factores.
Primero, las bajas tasas de interés y la creciente liquidez en las economías desarrolladas han motivado que los inversionistas busquen mejores alternativas de inversión. Nuestro país es una de esas alternativas, en parte por su buen manejo macroeconómico de los últimos 15 años.
Segundo, existe la expectativa que ahora sí se harán las reformas estructurales que el país necesita, por lo menos en los terrenos tributario, de telecomunicaciones y energético, lo que aumenta más el atractivo de México como destino de inversión.
Los dos factores anteriores explican, en gran parte, el alza espectacular de la tenencia de valores gubernamentales en manos de extranjeros, que pasó de 18.8 miles de millones de dólares (mmd) el 31 de diciembre de 2008 a 136.4 mmd al 26 de marzo de este año.
El talón de Aquiles de nuestra estabilidad financiera es, precisamente, esa tenencia de valores en manos extranjeras. Una reversión importante del flujo de capital externo, por la razón que sea, depreciaría el peso, elevaría las tasas de interés internas y acabaría por trastocar, aunque sea temporalmente, nuestra tranquilidad financiera.
El problema está en que el primero de los dos factores atrás del entusiasmo por México, la diferencial favorable de las tasas de interés y la creciente liquidez internacional, es pasajero.
Por ahora fortalece al peso y pudiera hacerlo hasta por un par de años. Pero tan pronto comiencen a subir las tasas de interés en Estados Unidos (EU) habrá una reversión, aunque sea pequeña, de los flujos de capital, que depreciaría el peso y presionaría las tasas internas al alza.
Lo que suceda con las reformas será, en ese contexto, crucial. Si se aprueban, favorecerían un flujo de capitales que bien pudiera contrarrestar el que saldrá tan pronto comiencen a elevarse las tasas en EU. En cambio, si se vuelven a posponer, la salida de capitales en unos años sería aún mayor, con consecuencias negativas sobre la paridad, las tasas de interés y hasta la inflación.
Las complicaciones financieras, sin embargo, no terminarían ahí. Esto se debe al cambio tan importante que registró en años recientes la composición de la deuda pública de México.
Si dividimos la deuda interna gubernamental de acuerdo a sus tenedores, vemos que la tenencia de valores gubernamentales en manos de extranjeros pasó del 2 por ciento del total de esos valores en enero de 2001 al 42 por ciento en marzo de este año.
En consecuencia, si las reformas económicas se posponen, es muy probable que cuando comience el regreso de los capitales a EU veríamos un alza todavía mayor de las tasas internas en México, lo que aumentaría en más de 2 puntos porcentuales del PIB el servicio de la deuda gubernamental.
Un entorno de esa naturaleza pudiera llevar, en ausencia de la reforma tributaria, a una descomposición acelerada de nuestra fortaleza financiera. Nuestra experiencia, así como la de EU y varios países europeos, enseña que no se requiere mucho tiempo para que eso ocurra. Más vale hacer bien las cosas desde ahora.