120 días -es decir, lo que queda del año- puso como plazo Enrique Peña Nieto para que el país se atreva a despegar hacia la modernidad y el desarrollo a través de las reformas pendientes, en particular la energética y la hacendaria, pero también las leyes secundarias en varios otros temas.
Difícil empresa la que ofreció Peña al combinar dos variables mutuamente excluyentes; múltiples reformas estructurales y, por ende, controvertidas y que generan gran oposición de los intereses afectados (lo vimos ya con la reforma educativa), pero dentro de un plazo reducido (un año, en este caso). Y es que de esa manera los grupos vulnerados por cada reforma utilizarán sus instrumentos de presión directa para echar abajo el cambio que les perjudica, y si coinciden en un mismo lapso -como podría ocurrir en estos 120 días- pueden crear una presión insostenible al gobierno.Precisamente por eso Samuel Huntington aconsejaba a los gobernantes mejor irse poco a poco, de una reforma en una, y así tener tiempo y margen de acción para aislar a los intereses afectados. Un ejemplo histórico de dicha estrategia lo ve en Kemal Atatürk, padre de la Turquía moderna: delimitó la comunidad nacional, estableció el Estado laico y promovió reformas económicas y políticas profundas: "Pero en lugar de resolver todos estos problemas a la vez, Kemal los separó con cuidado y obtuvo aquiescencia e inclusive apoyo para una de las reformas, de parte de quienes se le hubieran opuesto en otras... (Su éxito) en el logro de las reformas derivó de su capacidad para encararlas por separado". Eso sí, una vez abordada cada reforma, entonces procede sacarla adelante en el menor tiempo posible para no dar tiempo a los opositores a movilizarse de manera eficaz: "La celeridad y la sorpresa -dos antiguos principios de guerra- se convierten aquí en necesidades tácticas" (El orden político en las sociedades en cambio, 1968).
La otra estrategia reformista, que Huntington bautiza como blietzkrieg (guerra relámpago), tiene fuertes posibilidades de fracaso al propiciar una movilización simultánea de diversos grupos afectados, que pueden dejar aislado al gobierno: "El que trata de obtener todo de golpe termina consiguiendo muy poco o nada". Ejemplos históricos de ello los ve en José II de Austria y en Kuang Hsu, penúltimo emperador chino: "Ambos trataron de impulsar una gran cantidad de reformas todas al mismo tiempo, en una gran variedad de frentes... Fracasaron porque en sus esfuerzos por lograr tanto, movilizaron a muchos oponentes" (El orden político...). Si así son las cosas, como probablemente lo sepa Peña Nieto, ¿por qué restringir a un año el periodo de grandes reformas estructurales cuando se cuentan en principio con seis años para llevarlas a cabo? Porque Peña Nieto sabe también que el calendario político mexicano, pese a contemplar formalmente seis años de gobierno, en realidad limita al primer año las posibilidades de grandes cambios. Es entonces, si acaso, cuando se generan las condiciones políticas favorables para llevar a cabo dichas reformas y aprovechar el ambiente de esperanza renovada que, en cierta medida, sobreviene al inicio de cada gobierno. Tanto Fox como Calderón desperdiciaron ese momentum. En nuestro amplio calendario el primer año es propicio para las grandes reformas; el segundo puede serlo para cambios menores; el tercer año se concentra en las elecciones intermedias; el cuarto año, ya con una distribución de poder distinta, puede también albergar cambios pero de menor envergadura; en el quinto, los partidos se abocan a elegir a su candidato presidencial y durante el sexto año el país se vuelca sobre las elecciones presidenciales. Toda una aberración política, pero así opera en lo fundamental.
Muchos coinciden en que, en efecto, de no aprobarse las reformas pendientes en este año, difícilmente lo harán en los subsiguientes, y el sexenio se podrá dar por terminado en su propósito reformador. Las reformas energética y hacendaria movilizarán a grupos divergentes, pero políticamente poderosos. Y antes de que se les aborde, la oposición ha insistido en que primero debe resolverse satisfactoriamente la reforma político electoral, que incluye temas nada fáciles de digerir para el PRI. Si la reforma política se prolonga o empantana, mandarán las otras dos más allá de los 120 días planteados por Peña Nieto, y su éxito será más incierto de lo que de por sí ya lo es.
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Investigador del CIDE