Son tantos los problemas y los retos que afronta México que en ocasiones se antoja la posibilidad de contar en el país con un consejo formado por líderes experimentados en donde se tomaran las decisiones más importantes de manera conjunta.
Así operan y bastante bien las grandes empresas e incluso las organizaciones de larga tradición como la Iglesia, universidades, tribus indígenas, entre muchas más.
Pero en México, como en otras naciones republicanas, tenemos un sistema presidencial en donde la figura máxima de poder que centraliza la toma de decisiones y a la vez la responsabilidad se llama Presidente de la República.
Viene a cuento este preámbulo porque desde que Enrique Peña Nieto asumió el poder el primero de diciembre de 2012 hemos vivido en México un resurgimiento de la figura presidencial lo cual tiene su bemoles.
Queremos en México -así lo demanda la población-un primer mandatario ejecutivo y enérgico que tome decisiones prontas y efectivas sin permitir que los problemas se queden sin resolver.
Pero a la vez los mexicanos deseamos que el presidente no se exceda en sus facultades ni se convierta en un personaje todopoderoso que luego se salga de la realidad como ya ocurrió con muchos mandatarios a lo largo de la historia.
Ya tuvimos a Antonio López de Santa Anna, Porfirio Díaz, Victoriano Huerta, Plutarco Elías Calles, Luis Echeverría y José López Portillo, por citar a los más controvertidos, quienes perdieron el piso y terminaron por dañar severamente al país.
Con el primer informe presidencial del pasado lunes, Enrique Peña Nieto demostró ese ánimo de recuperar la imagen del primer mandatario basado más en las formas que en el fondo.
Peña Nieto ha sido un político extremadamente hábil para manejar su carisma, siendo gobernador del Estado de México se convirtió en el precandidato presidencial de mayor popularidad en su partido y de ahí construyó un plan estratégico que lo condujo a Los Pinos.
Con astucia y determinación salió al paso de las caídas y resbalones que enfrentó en la campaña política, desde el traspiés en la Feria del Libro en Guadalajara hasta la andanada estudiantil en la Universidad Iberoamericana.
Todavía más, cuando nadie esperaba sobresaltos, Peña Nieto anunció en su discurso insugural la creación del Pacto por México y el lanzamiento de las reformas estructurales.
Vale reconocer que tras haber sido sepultado el priismo durante doce años de gobiernos panistas, se pensó que sería muy difícil reposicionar al PRI y más todavía cuando muchos de los que hoy gobiernan fueron parte de los desastres económicos y políticos que vivió México.
Peña Nieto lo consiguió como ahora ha logrado la aprobación de la reforma educativa cuya aplicación será compleja y dolorosa, pero con la probabilidad de que uno o dos años veamos los primeros resultados en la calidad de la enseñanza.
Ahora siguen la reforma energética, la financiera y si el tiempo alcanza, la reforma política.
Peña Nieto tendrá que emplear gran parte de su capital para empujar estos proyectos en donde ha fincado su gobierno. Los críticos señalan que las reformas no cambiarán en corto plazo la inestabilidad de la economía y menos erradicarán la corrupción del país.
Pero a decir verdad estas reformas son muy necesarias y si se logran aprobar y aplicar en el futuro próximo, México y su población se verán altamente beneficiados.
Y para redondear el tema diremos que el peligro que vemos se basa precisamente en las altas expectativas que Peña Nieto ha creado de su gobierno.
Si no se cumplen como ya sucede en el terreno de la economía y la seguridad, el desencanto provocará una nueva era de inestabilidad social y política como ocurrió en 1994 y en 2006.
Pero de lograrse buena parte de los objetivos, entonces el primer mandatario se convertirá en un super presidente con los riesgos que ya todos imaginamos.
Esperemos que los miembros del G-20 presionen al presidente Barack Obama para que desista de sus intenciones de lanzar un ataque a Siria lo que desataría una nueva guerra costosa e inútil. ¿No puede Estados Unidos utilizar sus tácticas diplomáticas o de plano son demasiados los intereses económicos detrás de esta ofensiva?