En su primer Jueves Santo desde que fue electo Papa, Francisco rompió el ritual y en lugar de lavar los pies a 12 sacerdotes en la imponente basílica de San Juan de Letrán, lo hizo con jóvenes reos en una prisión romana.
Y por primera vez, un Pontífice incluyó a mujeres y no católicos en este rito.
Francisco celebró la misa de lavatorio de pies, que conmemora la Última Cena de Jesús, en la "Casa del Marmo", una cárcel juvenil en Roma donde la mayoría de los internos son inmigrantes.
12 jóvenes fueron escogidos para representar a los apóstoles, entre ellos dos mujeres, dos musulmanes y un cristiano ortodoxo.
La ceremonia fue inédita para los rituales del Vaticano, pero no para el Papa Francisco, quien celebraba el Jueves Santo en prisiones o albergues de Buenos Aires, como arzobispo.
Desde su elección el 13 de marzo, Francisco se ha caracterizado por romper protocolos, como el negarse a vivir en el Palacio Apostólico y celebrar misas diarias con trabajadores del Vaticano.
La misa fue celebrada ante 50 jóvenes reclusos a quienes el Papa les dijo que la ceremonia simboliza "ponerse al servicio uno del otro" y les pidió "no perder la esperanza".