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Saciando tu hambre emocional

Una relación ingrata que afecta a tu salud

Saciando tu hambre emocional

Saciando tu hambre emocional

Por Perla Graciano

Desde que somos bebés, hemos aprendido que la comida puede satisfacer no sólo nuestra hambre física, sino también nuestra “hambre emocional”. Carencias y problemas son sustituidas por alimentos, provocando que la persona incremente su peso y afecte su salud sin poder solucionar efectivamente esos conflictos que lo afectan a nivel emocional. “Hay ejemplos muy claros”, asegura la licenciada en psicología, Patricia Santos Lozano. “El caso de la mujer que se pelea con su novio y se va directamente a tratar de mitigar ese dolor acabándose el bote de nieve que tiene en el refrigerador. También hay gente que come por estrés y por felicidad. En realidad se trata de una conducta aprendida”.

El origen

Si nos vamos al origen del problema, podríamos descubrir que todos los seres humanos somos propensos a satisfacer nuestras necesidades –cualquiera que estás sean- a través de la comida. La lactancia materna es nuestra primera forma de satisfacción del hambre, y se asocia con un estado placentero, de felicidad y apego a nuestros seres queridos, de ahí que, en nuestros festejos no pueda faltar la comida como una forma de demostrar que amamos a los demás. “La lactancia es a libre demanda, pues el bebé la digiere fácilmente, por eso se tiene que estar alimentando cada vez que lo pida, sin embargo, una cosa es que el bebé tenga hambre y la otra, que por cualquier necesidad fisiológica, le des de comer. A veces el bebé puede tener otras necesidades, puede tener cólico, tener sueño, y entonces la madre le da el pecho o el biberón para que se calle. En ese momento, el ser humano comienza a asociar que cualquier necesidad que tenga la va a poder mitigar a través de la comida”, explica la psicóloga. “Comer emocionalmente significa afrontar las emociones a través de la ingesta de los alimentos, sin que exista hambre física, y esas emociones, de acuerdo a lo aprendido pueden ser tanto emociones negativas como positivas”.

Los patrones familiares refuerzan el hábito de comer emocionalmente, si se emplea la comida como un castigo o como un premio. “Del sistema familiar, costumbres, valores, normas, se aprenden a manejar las emociones y a solucionar los problemas. Si la familia tiene la costumbre de celebrar, castigar o consolar a través de los alimentos, las personas adoptan estas costumbres a su vida”.

Los mensajes o asociaciones que se hacen con la comida en la familia de origen, es lo que nos llevan a comer compulsivamente. De ahí que la comida pueda ser usada para tranquilizar y confortar, como premio, como castigo, para chantajear, inducir culpa o para definir a la persona. Un ejemplo es cuando decimos al niño “Si comes eres un buen hijo”.

La psicóloga explica, que los trastornos como la bulimia y la anorexia, se derivan del castigo y de una relación ambivalente con la madre, en donde los hijos no tienen la certeza de que su madre los ame realmente. “Los hijos no saben si su madre los quiere o los acepta. Dudan del amor de su madre y empiezan a dudar de la imagen que tienen de sí mismos”.

Un hábito difícil de detectar

Las personas muchas veces no detectan que tienen el problema de “comer emocionalmente”, pues es un hábito tan arraigado que no lo hacen consciente. “Este hábito crea problemas de peso, de salud y de bienestar en general, por lo tanto las personas buscan ayuda hasta que ya tienen un problema grave, pues no todos creemos que exista una conexión fuerte entre la comida y las emociones”. No es fácil "desaprender" los patrones de comer emocionalmente, pero es posible. Y el primer paso consiste en tomar conciencia de lo que está ocurriendo.

Cuando tenemos una adicción a la comida, y los demás lo detectan antes que nosotros, por lo general pensamos que nos están juzgando, que están equivocados y que realmente no tenemos un problema. Como cualquier adicción, la negación se hace presente en la persona y se incrementa si no hay problemas de peso o afectaciones en la salud. “Este problema está relacionado con emociones que no sólo no podemos expresar, sino que, con frecuencia, ni siquiera podemos reconocer y aceptar”, asegura la psicóloga.

El problema de comer emocionalmente se incrementa cuando la persona se relaja con la comida para no sufrir. “Dejan de vivir porque pierden tiempo en comer, y ese tiempo podrían ocuparlo en hacer otras cosas para mejorar su vida, además llega el momento en que el dolor oculto crece tanto y los problemas no resueltos se vuelven tan importantes, que la comida ya no puede ocultarlos”.

Sin compensaciones

De acuerdo con la psicóloga Patricia Santos, tras aceptar que se tiene un problema con la comida, el primer paso es acudir con un médico para confirmar si el problema es emocional, o si de lo contrario, se trata de un problema físico. Enseguida acudir con un especialista en nutrición. “Una dieta saludable nos ayuda a sentirnos bien, pues en el intestino existen muchas terminales nerviosas que envían información al cerebro. Por lo tanto, prevenir alteraciones intestinales así como llevar una dieta de buena calidad, nos ayuda a mantener bajo control las emociones”, explica. “Por el contrario, una mala alimentación puede producirnos depresión. Se sabe que una dieta pobre en antioxidantes, rica en grasas trans y escasa en micronutrientes puede dar origen a un estado emocional alterado”.

Tras comprobarse que la adicción a la comida se debe a un problema emocional, es necesario acudir a terapia con un psicólogo, quien le proporcionará las herramientas necesarias para que aprenda a manejar sus emociones de diferentes maneras, sin tener que hacerlo a través de la comida. “Algunas personas recomiendan que si comes de manera compulsiva, uses alimentos bajos en calorías, pero esto sólo va ayudar a que la persona no suba de peso. Comer compulsivamente es un síntoma, algo más grave está sucediendo detrás de ese síntoma. Por lo tanto si se detecta que mitigas tus emociones con comida, es necesario pedir ayuda, pues es de sabios hacerlo”.

¿Dulce o salado?

En un estudio se detectó que la gente contenta parece preferir comer alimentos como la pizza, mientras que la gente triste prefiere el helado y las galletas. La gente aburrida prefiere los alimentos salados y crujientes, como las papas fritas. Los investigadores también constataron que los hombres parecen preferir los alimentos calientes y caseros, como los filetes de carne y los guisos. Las mujeres prefieren el chocolate y el helado. Los alimentos ricos en grasas, como el helado, pueden activar ciertas sustancias químicas corporales que crean una sensación de satisfacción y logro.

Otros estudios sobre los carbohidratos sugieren que un consumo exagerado y continuo de azúcares u otros hidratos de carbono, simples o refinados, se asocia a un aumento de la liberación de serotonina, neurotransmisor implicado en el buen estado de ánimo.

Fuentes: http://kidshealth.org/, http://www.consumer.es/

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